¿Sigue siendo válida la Instrucción de la Congregación para la Educación Católica sobre la admisión a órdenes de personas homosexuales?
[La Cigüeña de la Torre/Infovaticana] http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20051104_istruzione_sp.html
¿Se ha derogado? ¿Y en el caso de que no, qué ocurre con los que, pese a ello, han sido ordenados?
Si alguien sabe que es lo que hay al respecto creo que sería de interés de todos que nos lo expusiera.
¿Y si un obispo tiene en su seminario o en su presbiterio a personas así qué debe hacer? ¿Y qué se debe hacer si el obispo no hace nada? ¿Denunciarlo al nuncio? ¿Guardando copia de la denuncia por si ante su inactividad cupiera luego tacharle de encubridor? ¿Ir a la Congregación para los obispos? ¿A Doctrina de la Fe? ¿Al mismo Papa?
Lo normal sería que todos estos asuntos a los católicos nos los dieran resueltos.Pero, ¿qué pasa cuando no? ¿Debemos hacer algo? ¿Mirar para otro lado? ¿Vestirnos de arco iris? ¿Tragarnos los sapos? ¿Y si alguno es incapaz de tragarse un sapo?
Entiendo de las dificultades del mundo, el demonio y la carne, con las que habrá que apechugar mediante la gracia de Dios pero ya las de la Iglesia me parecen excesivas. Es obligación suya llamar blanco a lo blanco, negro a lo negro y gris a lo gris. Ya luego los católicos haremos lo que nos dé la gana ateniéndonos a las consecuencias. Qué eso es cosa nuestra. Pero el todo vale, u hoy vale lo que ayer no valía, o no vale lo que ayer sí pues como que no. ¿Si la Iglesia no sabe lo que cree o lo que predica para qué sirve esa Iglesia?
En mi pobre opinión, y si estoy equivocado dígaseme en qué, la Iglesia sólo sirve para adorar a Dios y salvar nuestras almas. Cuestiones ambas esenciales. Todas las demás son superfluas. Y algunas hasta estúpidas. Las diga el párroco, el obispo o el Papa. Hoy, cuando además estamos en días del Orgullo Gay, y de disimulos obsequiosos, no tengo claro si un obispo ha sentido muchísimo que se dejara de ofender a Dios con el pecado o si por creer que ya no había pecado en lo que durante todos los siglos lo había habido, pues así se lo manifestaba a sus fieles. Ya no sabemos bien si todos nos debemos hacer gays, si cada uno puede irse con él o con la que quiera, cambiando de interlocutor las veces que se le antoje, porque lo único que es indiscutible es el sagrado derecho a comulgar que tiene desde la carmelita al chulo de putas, aunque, eso sí, sólo puede ser en la mano, o que la Iglesia es el patio de Monipodio, la casa de Tócame Roque o cualquier puticlub de carretera. Lo malo es que los gerentes de Monipodio, Tócame Roque o los puticlubs no se merecen el respeto de nadie.
No se trata de expresiones más o menos desafortunadas de un P. Ángel, desafortunado tantísimas veces, de un arzobispo harto locuaz o de un Papa tal vez aquejado en algunas ocasiones de incontinencia verbal, creo que lo he dicho con el mayor de los respetos, y que un día nos dice que quién es él para juzgar a nadie y todos los demás se los pasa juzgando a todo el mundo. A su curia, a los obispos, a los sacerdotes… y hasta a mí, pese a mi miseria.. Que soy un pelagiano, contador de rosarios, que evidentemente no huelo a oveja, tengo cara de pepinillo en vinagre, en Buenos Aires no debía haber espejos, y mi mujer, que ha tenido cinco hijos, se aproxima a las conejas. Por no continuar en la lista.
Santo Padre, hago inmensos esfuerzos por tratar al Vicario de Cristo con el respeto que se merece y me merece. ¿Es mucho pedirle que nos trate Su Santidad con el que creo que también nos merecemos? ¿Qué también somos hijos de Dios? No voy a decir que más por aquello del Bautismo que tal vez no tenga ya la menor importancia pues igual son mucho más dignos de respeto quienes no lo recibieron nunca, ni por participar habitualmente de la Comunión, posiblemente hoy o mañana abierta a todos… Pero, Santo Padre,¿ si eso fuera así, qué le queda? ¿De verdad cree que le quedaría algo?
Francisco José Fernández de la Cigoña