PUNTO PRIMERO. Considera lo que dice el Evangelista: Circuncidan al niño y le ponen el Nombre de Jesús, Nombre que le puso el ángel antes de que fuese concebido. Que la contemplación de este pasaje te sirva para ponderar la excelencia de este Nombre. Lo regaló directamente el Eterno Padre a su Hijo por ministerio de los ángeles, como una joya preciosísima y de tanto valor que al decir de san Pablo, siempre que se pronuncia, se arrodillan los ángeles en el cielo, los hombres en la tierra y los demonios en el infierno por efecto de su invocación. De lo que podrás comprender el amor que deberías tener de este santísimo Nombre, y la reverencia con la que le debes nombrar y escuchar siempre, entendiendo que todo amor es poco, comparado con lo que a este Nombre le corresponde.
PUNTO II. Considera que al mismo tiempo que Cristo se circuncida humillándose hasta los abismos, su Eterno Padre lo levanta, honrándolo con este Nombre, que está por sobre todo nombre. Persuádete totalmente de que al tiempo que te humillas a ejemplo de Cristo, Dios te honrará como a él. Si, por el contrario, te ensalzas con vana soberbia, te humillará hasta el abismo. Porque está escrito: el que se humilla será ensalzado, y el que se ensalza será humillado.
PUNTO III. Considera lo que la Esposa dice de este santo Nombre, al referirse a Él como aceite derramado. Consideralo aceite, como nos manda San Bernardo, porque alumbra, unge y sustenta. Alumbra con la luz que da, para caminar al Cielo en medio de las tinieblas de las tentaciones, arrancándolas con su invocación de las almas. Esgrímelo como un arma en las batallas contra satanás, padre de las tinieblas y enemigo de la luz, para que le venzas con su virtud. Úngete con Él, porque es medicina del alma que cura todas sus dolencias. Y susténtate con Él, porque es manjar espiritual que da vida y alimento al espíritu. Dale gracias a Dios nuestro Señor, que te dio medicina tan suave, tan eficaz y tan a la mano, y no dejes de usar de ella en todas tus dolencias, porque te dio este maná celestial de su santísimo Nombre, que sustente la vida de tu alma, y te dé fuerzas para caminar al cielo; estímalo y reveréncialo, usando de su fuerza para sustentar la vida de la gracia y no perderla eternamente.
PUNTO IV. Considera que la Esposa santa no solamente llama a este sacratísimo nombre aceite por lo ya dicho, sino también que lo llama aceite derramado. Porque Cristo nuestro Redentor derrama las riquezas de sus dones por medio de su santo Nombre en las almas, como lo muestra en su circuncisión. Pues, al recibir el Nombre, derrama su preciosísima sangre, para que la recojan todos los pecadores y se valgan de su fuerza infinita. Agradécele mucho por prodigalidad tan grande. Gózate de tener un Dios tan generoso, y que da hasta su sangre y un Nombre tan soberano y grande, que en Él nos otorga los ricos tesoros de su divina gracia; y presta atención, para no quedar pobre y mendigo por negligencia, en medio de tanta generosidad. Los ángeles, los hombres, y toda criatura participan de las riquezas inestimables que derrama Dios por medio del Nombre de Jesús. Abre las puertas de tu corazón, límpialo de toda mancha, y ora al Señor con todo el afecto de que seas capaz, para no quedar vacío cuando Él derrama sus tesoros sobre todo el mundo.
Padre Alonso de Andrade, S.J