Hace pocos días ha saltado a los medios informativos la noticia de las recomendaciones (pastorales y teológicas) sobre el sentido cristiano de la muerte que ha dado el Cardenal-Arzobispo de Ottawa (Canadá). Creo que es muy buena la noticia, pues ya va siendo hora de recuperar como católicos la perspectiva verdadera de la muerte y sus consecuencias eternas para cada uno. Y a la vez llama la atención que precisamente esto sea «noticia» (que un Obispo recuerde cosas tan fundamentales que debieran vivirse con normalidad); lo cual revela hasta que punto la ideología materialista y laicista ha conseguido anular o reducir el máximo el sentido más trascendente de la vida. Pues desde esas oportunas recomendaciones de Monseñor Prendergast, hagamos hoy, miércoles de ceniza, una reflexión de calado hondo sobre este hecho tan cierto como claro: todos vamos a morir, y, si somos cristianos, hemos de prepararnos al encuentro de Dios desde la misma vida, y ayudar a otros a prepararse. Me permito como sacerdote lanzar algunas sugerencias muy poco genéricas y si bastante concretas:
1: En todos los ámbitos de la catequesis y de la predicación, hay que recuperar la formación sobre los NOVÍSIMOS (juicio particular y final, Cielo, Purgatorio e Infierno), e incidir en la libertad de cada ser humano que es donde finalmente se juega el eterno destino. O sea: la salvación es gratuita pero no es impuesta. Para salvarse hay que decir SI a Dios con la propia vida y la Fe sola no es bastante. Desde la lectura de Mateo 25 (Juicio universal) hay que negar con contundencia eso de que «todos se salvan hagan lo que hagan». Existe la posibilidad de condenarse y esa condena es eterna. Y la mejor manera de alejarse del infierno es comenzar a creer en su existencia.
2: Hay que llamar al sacerdote cuando el enfermo esté aún consciente en su gravedad. NO ESPEREN A QUE MUERA O A QUE NO TENGA CONCIENCIA!!!!!……al sacerdote hay que avisarlo antes, para que lleve los sacramentos al enfermo, para que lo conforte con sus palabras, para que consuele a la familia…….; hablo de mi experiencia como sacerdote: ya en muchas ocasiones he visitado a enfermos de gravedad y no solo han recibido ellos los sacramentos (unción, confesión, comunión) sino que algunos familiares confiesan y regresan a la vida sacramental porque se plantean ese regreso al constatar el gran bien que recibe el enfermo. Por eso, lo repito: ¡llamen al sacerdote antes…..no después!……….es la mayor obra de caridad con un ser querido.
3: Una vez sucedido el fallecimiento, ¡RECEN!…..esos minutos inmediatos son muy importantes. Recen por el fallecido. Con lágrimas y todo,….pero no dejen de rezar.
4: Si pueden hagan el VELATORIO en la casa, en el hogar. Si por circunstancias de fuerza mayor hay que ir al tanatorio, procuren que el cadáver esté acompañado de alguien que reza. Puede ser el Rosario o cualquier otra plegaria. Pero VELEN el cadáver. El triunfo de la mentalidad pagana y secularista ha conseguido que muchos «velatorios» son meras reuniones sociales donde la gente fuma, bebe, charla……ríe………pero nadie reza. Hagan turnos con la familia, seres queridos…..pero RECEN durante el tiempo que dure el velatorio.
5: La Misa de Cuerpo presente debiera celebrarse en la PARROQUIA, en el Templo donde fue bautizado. A veces hay fuerzas mayores que lo impiden…..pero ojalá fuera la excepción la Misa en en tanatorio. Hay tanatorios que parecen auténticas «oficinas de la muerte» con mayor parecido a una sala de aeropuerto que a nada que nos lleve a la oración. ¡Volvamos a la Parroquia!!!!
6: Que la homilía de la Misa Funeral sea una exhortación a rezar por el fallecido. ¡Que se acaben de una vez los panegíricos y las alabanzas!!!!……….el difunto necesita oraciones y no elogios. Los elogios hay que hacerlos en vida, no tras el fin de la misma. La homilía ha de ser un aliento a la oración y una gota fuerte de Esperanza: si el difunto se ha salvado volverá a encontrarse en el Cielo con todos los que, habiéndose salvado, ha querido en la tierra. Pero sobre todo: REZAR….y recordar a los fieles la forma de lucrar indulgencia y aplicarla al difunto. ¡Cuanto bien hace una buena confesión de los familiares para preparar esa Misa!!!!!
7: Que se respeten las vestiduras propias de la Misa funeral, o sea, estola y casulla morada o negra (donde hay costumbre), pero que no sean BLANCA. Esa costumbre algo extendida de celebrar de blanco es otro añadido modernista a la liturgia exequial. Hemos de orar por su eterna salvación, y no podemos afirmar que ya está salvado…¡qué sabemos nosotros!…..y además paralizamos la oración por el difunto con esos gestos (casulla blanca, homilías de elogio….)
Recuperemos el sentido CRISTIANO de la MUERTE. Es una urgencia pastoral y desde aquí se anima a todos (sacerdotes y laicos) a que obren en coherencia con la FE CATÓLICA que nos exige prepararnos a la muerte y ayudar a otros en esta noble tarea.