“Venga a nosotros tu reino…”

Una de las oraciones más difundidas entre el pueblo cristiano es el Padrenuestro, que Jesús nos dio a petición de sus discípulos (cfr. Mt. 6, 10): una oración simple y sintética, pero extraordinaria, muy apreciada por los creyentes, insertada en el canon de la Misa, proclamada después de la consagración del pan y del vino por parte del sacerdote celebrante.

Una oración completa, válida para los hombres de todo tiempo y de toda fe para pedir al Padre Celestial que provea lo necesario par la vida cotidiana, reconociéndole como único Benefactor de todos los que confían en Él. No es solo una solicitud de bienes materiales, porque se refiere especialmente a las relaciones de orden moral y espiritual con Dios y con el prójimo, capaces de elevar el espíritu a grandes alturas mediante la fe, la esperanza y la caridad.

Una oración que cultiva y eleva nuestros vínculos familiares con Dios Padre.

Hoy, con el declive de la fe en el corazón de los creyentes, el Dios Trinitario es a menudo ignorado o despreciado: el resultado es que el Padre Celestial, por medio del Espíritu Santo, habiendo enviado a la tierra a su Hijo Jesús para redimirnos del pecado, defraudado por nuestro comportamiento, podría abandonarnos a la deriva a causa de la gran apostasía. Pero Dios Padre tiene muchos medios para reconducirnos al camino de la salvación, siendo Omnipotente, rico de gracia y de misericordia: nos invita a esperar pacientemente el momento, que solo Él conoce, para intervenir con poder en la Historia humana.

Es con esta certeza, que deriva de la fe, con la que cultivamos la esperanza, confiados en que Dios intervendrá en el momento oportuno para salvarnos de la apostasía que conduce a la perdición. Si no fuera así, la Redención sería vana para muchos: Dios es caridad, por lo cual sabemos que un día veremos el triunfo del amor sobre el odio y sobre la muerte, cuando Nuestro Señor vendrá con su Reino de luz y de paz. A la espera de su intervención, con confianza y temor, el modo más racional de vivir es perseverar en la fe y en la oración, controlando la emotividad sin ceder al miedo frente a los acontecimientos, llamados a dar testimonio de la fe también con gestos de caridad evangélica.

Los creyentes de los últimos tiempos deben ser fuertes, perseverantes e incluso heroicos, para ser contados entre los elegidos (cfr. Mt 24, 22). Con su comportamiento, ejemplar en toda circunstancia, estos “escogidos y privilegiados” estarán llamados a dar testimonio de su fe hasta el martirio: ese tiempo se está acercando cada vez más velozmente…

Saber ver los signos de los tiempos

Una sensación particular que suscita inquietud es la sospecha de que algunas personalidades políticas, en colaboración con las religiosas – en dimensiones internacionales – estén preparando muchas sorpresas a la humanidad, en gran secreto. Muchas circunstancias nos hacen pensar que estamos cerca de la manifestación del anticristo, aunque nadie podrá decir nunca cuándo y dónde.

Aquellos que estén bien informados podrán decirnos quizá incluso que están ya presentes entre nosotros algunos precursores suyos.

No existe ninguna prueba, sino solo algunos indicios: la Biblia, por ejemplo, habla de apostasía, como preparación, pero también de un obstáculo misterioso que debe ser quitado de en medio para que pueda revelarse el impío, es decir, el anticristo; pero habla también del retorno de N. S. Jesucristo, que destruirá con el soplo de su boca al hombre inicuo y su reino breve y funesto (cfr. 2 Ts 3).

Para hacer más complicado el problema, sin embargo, está también la omertà [silencio cómplice, ndt] de la Jerarquía, que ha envuelto en el gran silencio la cuestión de los últimos tiempos.

En esta misma línea podemos pensar que gran parte de la responsabilidad de la apostasía difusa que aflige al pueblo cristiano recae en estos personajes que no han dado ejemplos transparentes.

Cuando oramos por los sacerdotes y por la Iglesia, deberíamos pensar también en aquellos miembros del Cuerpo místico que han sido infieles a su mandato por seguir a sus falsos profetas.

Estas conjeturas, indefinibles, no sufragadas por prueba alguna, están, sin embargo, escritas en diferentes profecías privadas y reconocidas por la Iglesia que, desde hace alrededor de dos siglos, circulan en el ambiente católico: La Salette, Rue du Bac, S. Juan Bosco, Fátima, Tre Fontane, etc.

Está claro, de todos modos, que el Señor no os desvela ninguna fecha sobre nuestro futuro, porque esto hace parte de su gran diseño misericordioso: Él conoce nuestros deseos y nuestras fragilidades y lo que nos concede es suficiente para mantenernos en el camino de la salvación, si lo queremos.

La gran impostura

El silencio que envuelve a todos y se convierte en “omertà” acerca de la pérdida y el sufrimiento de los creyentes que todavía perseveran en la fe, hace reflexionar mucho y no parece de buen auspicio. Mucha gente grita escandalizada por lo que sucede en el mundo político, que ha tocado el fondo de la obscenidad y de la corrupción, pero también en el eclesiástico, especialmente por parte de algún prelado arrogante o presuntuoso teólogo que se permite declarar opiniones personales que rayan en la herejía, sin que, por parte de teólogos cualificados, se levante ninguno para corregirlo o llamarlo de nuevo al orden; en resumen, declaraciones inauditas, afirmadas y escritas por “ilustres” hombres de Iglesia.

¿Cómo es posible que hayamos caído tan bajo en el respeto de la Tradición bimilenaria de la Iglesia?

¡Los laicos, creyentes y practicantes, se sienten ofendidos, ultrajados y vilipendiados por estas provocaciones!

Menos mal que Jesucristo habló claro, pero ¡quizá hay alguno sin pudor que finge no comprender! Al final, si las autoridades oficiales de la Iglesia guardan silencio sobre estas herejías, para cubrir su complicidad, ¿dónde iremos a buscar la Verdad? En este punto, se puede pensar que hemos llegado ya a aquella situación que las profecías llaman la gran impostura.

Si fuese así, no habría ya dudas sobre nuestra posición doctrinal: si la Jerarquía católica acepta estos errores, sin ninguna crítica, es evidente que estamos en la impostura. En efecto, estos hombres de Iglesia responsables, son conscientes de acoger a “teólogos” aberrantes y heréticos, y por tanto indignos de cubrir importantes cargos eclesiásticos.

Esta es la situación gravísima en la que se encuentra la Iglesia hoy, “ocupada” por enemigos que han usurpado sus altos cargos, dando órdenes perentorias de callar y de continuar por el camino de la apostasía, sin ninguna rémora.

Pero, ¿cuánto podrá durar dicha situación sin rebelión por parte de aquellos que, en cambio, no están dispuestos a participar en este juego, impuesto por una clase dirigente y autoritaria?

Hoy, lo constatamos con facilidad, la Iglesia está dividida en dos facciones y el foso que la divide es profundo: quien está con la Tradición secular y quien está alineado con la renovación neo-modernista.

A este paso, la división de los católicos en el futuro podría ser todavía más neta, hasta provocar un cisma, favorecido por los apóstatas: el modo clásico de siempre utilizado por los enemigos para destruir la Iglesia. ¿Acaso son estos frutos del Concilio Vaticano II los que han provocado tantas dificultades, obstáculos y sufrimientos a la Iglesia?

La situación parece hoy haberse vuelto crítica a causa de los “innovadores” que tienen un gran influjo, tanto en política como dentro de la Jerarquía, porque obedecen a los mismos jefes ocultos: se está perfilando una “conjura” cada vez más globalizada, de impronta mundialista, dominada no solo por los habituales exponentes públicos, sino por un grupo de poder internacional, preparado desde hace tiempo, es decir, por un Gobierno Único Mundial dependiente del anticristo.

Los adeptos del anticristo dominan hoy por todas partes sin dificultad, especialmente porque Jesucristo y la Santísima Virgen han sido marginados o eliminados de los programas oficiales por parte de las sectas anticristianas, que han monopolizado el mundo político, cultural y económico.

La Iglesia católica es perseguida especialmente en las naciones post-cristianas, mientras que el Islam está en expansión por todas partes: ¿cómo explicar esto?

“Maranathá, ven Señor Jesús”

El escritor Antonio Socci, en su reciente libro “La profezia finale”, Ed. Rizzoli (2016), refiriéndose a la situación actual de la Iglesia y a la apostasía del pueblo cristiano, escribe: “nos encontramos en una pérdida terrible de la conciencia cristiana”. Palabras que hacen meditar sobre la responsabilidad y sobre la posibilidad de salir de ella.

Mientras tanto, es muy extraño que algunos laicos adviertan la condición de grave sufrimiento de la Iglesia y la denuncien claramente, mientras que la Jerarquía, el clero y los “empleados en estos trabajos”, aparte de alguna excepción, ni siquiera se dan cuenta, juzgándola quizá como una “crisis transitoria”.

En cambio, nos encontramos en un sufrimiento profundo y lacerante, que nos remite al Evangelio, allí donde se habla de la gran tribulación (cfr. Mt 24, 21); quizá nos encontramos en los primeros momentos de la tribulación que golpeará duramente a los católicos, comenzando por los verdaderos: un sufrimiento preparado cuidadosamente no solo por los enemigos externos, sino también por insospechables enemigos ocultos que ocupan altos cargos en el seno de la Iglesia. En los últimos decenios, en la Jerarquía ha habido cambios importantes que han conducido a una lenta e inexorable “corrosión” de la Doctrina, semejante a una nube tóxica.

La gran tribulación ha comenzado ya en muchas naciones de Medio Oriente, África, Asia, etc., en las que los cristianos padecen persecuciones sangrientas por parte de los musulmanes, de los hindúes, pero no solo…

Esperamos solo que se extienda contra los católicos europeos, animada por los regímenes ateos y relativistas, simpatizantes del Corán; como es declarado por el programa del Islam, que nadie pone en duda: quien tiene todavía un mínimo de sentido común lo ve, lo siente y lo teme… ¿Y si el input fuera dado por personalidades de la Iglesia muy a la vista, enemigos inesperados, desconocidos, secretamente afiliados al enemigo oculto? Parece imposible, pero habremos de estar dispuestos a afrontar incluso lo absurdo, ¡porque lo absurdo hace parte del anticristo!

Cuando conozcamos la Verdad – un día será desvelada – podremos ver claramente las maniobras realizadas por el Maligno para propinarnos a ciertos personajes: los falsarios no sentirán gran pena y vergüenza.

Nos encontramos hoy frente al mayor combate que la humanidad haya visto jamás. No creo que la comunidad cristiana lo haya comprendido totalmente. Estamos ante la lucha final entre la Iglesia y la Anti-Iglesia, entre el Evangelio y el Anti-Evangelio.

El pueblo cristiano, reducido a un pequeño resto, tendrá que darse cuenta de la atmósfera tóxica que lo ahoga, que parece conducirlo lentamente a la muerte: siendo, sin embargo, un problema sobrenatural relativo a la entera humanidad, debemos tener confianza en que todo se resolverá de la manera querida por Jesucristo, Rey del universo, porque intervendrá con su Segunda Venida – prevista por las profecías bíblicas (cfr. Lc 18, 8) y por otras revelaciones privadas referidas por místicos y videntes – para salvar una vez más a la humanidad prisionera de los adeptos de satanás.

El mundo necesita una gran renovación, no en el sentido vacío de hombres ambiciosos y soberbios que han engañado a la humanidad con medios fraudulentos: filosofías, doctrinas, sistemas, ideologías, creencias, fábulas y mitos, sino según el proyecto de Dios, como nos enseña y propone la Fe cristiana y la oración del Padrenuestro: “Hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo”.

En el campo cultural hoy es imposible esperar volver a un pensamiento filosófico de significado cristiano, vistos los errores y las teorías acogidas por los grandes pensadores antiguos y modernos, la mayoría paganos, ateos y anticristianos, aclamados siempre por los enemigos de la Iglesia: ningún filósofo cristiano podría hoy prevalecer por encima del Pensamiento único, materialista, relativista y nihilista que domina a nivel universal.

Ninguna fuerza humana podrá modificar el actual pensamiento ateo-materialista, orientado hacia un nuevo paganismo, es decir, al absurdo, que ultraja la Majestad de Dios, Trinitario y Omnipotente: ¡solo la intervención directa de Jesucristo podrá revocar de golpe la situación de apostasía generalizada y salvar a la humanidad de la perdición eterna!

Marco

(Traducido por Marianus el eremita)

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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