Así es como fue «impuesta» la comunión en la mano

Un sacerdote ha realizado el estudio más profundo de cómo se ha concedido la distribución de la comunión en la mano que Pablo VI y la mayoría de los obispos rechazaron.

Se comenzó con un indulto que era dirigido sólo a aquellas diócesis donde se cometían abusos. Luego la «moda» se ha extendido. Pero la recepción de la comunión de rodillas y en boca es ley universal de la Iglesia, y la forma consuetudinaria actual es sólo el fruto de una concesión.

Don Federico Bortoli es actualmente párroco de la parroquia de Sant’Andrea Apostolo en Acquaviva, diócesis de San Marino Montefeltro. También es Canciller del Obispo, Vicario Judicial y asesor eclesiástico de la Unión Cristiana de Empresarios Ejecutivos. En la Corte Eclesiástica Flaminio de Bolonia, es el Defensor del Vínculo. El libro La distribución de la comunión en la mano, publicado el pasado 22 de febrero, es su tesis doctoral en Derecho Canónico. Es sobre este importante tema que lo hemos entrevistado.

El documento de referencia sobre la distribución de la Sagrada Comunión en la mano es la Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino Memoriale Domini (29 de mayo de 1969, en adelante MD), comisionada por Pablo VI.  ¿Puede, en resumen, decirnos por qué nació este documento y qué información contiene? 

El documento nació porque, en los años inmediatamente posteriores al Vaticano II, el uso de la Comunión en la mano se había extendido en algunos países. Se trataba evidentemente de un abuso litúrgico, que tenía sus raíces en aquellos países donde ya se habían registrado problemas doctrinales relacionados con el misterio de la Sagrada Eucaristía: Bélgica, Holanda, Francia y Alemania. La Santa Sede, no pudiendo detener este abuso, decidió consultar a todos los obispos sobre el asunto. Esta decisión de Pablo VI ya nos permite comprender la importancia del tema. Digo esto porque algunas personas piensan que se trata de un aspecto marginal y sin importancia. 

¿Y qué resultó de esta consulta?

La mayoría de los obispos expresaron su oposición a la introducción de esta práctica. MD recogió el resultado de la consulta y confirmó que la norma universal para recibir la Comunión es precisamente recibirla directamente sobre la lengua, dando hondas argumentaciones. Al mismo tiempo, sin embargo, permitía a las Conferencias Episcopales de los territorios en los que ya se había producido el abuso pedir un indulto para la Comunión en la mano, si su propio episcopado, reunido para votar sobre el asunto, hubiese alcanzado una mayoría de dos tercios.

¿Confirma MD por lo tanto que las dos modalidades de recibir la eucaristía no están al mismo nivel? 

Absolutamente. En el libro cito integralmente la Instrucción, de la que se desprende claramente que la disciplina considerada tradicional y universal es la de la comunión en la boca, porque «se apoya en una tradición centenaria, pero sobre todo porque expresa y significa el respeto reverente de los fieles por la Sagrada Eucaristía». Además, porque «se evita el peligro de profanar las especies eucarísticas». El documento no equipara las dos formas. Se recomienda la comunión en la lengua y se considera la forma más apropiada de recibir la Eucaristía, mientras que se permite la comunión en la mano, siempre que se observen ciertas precauciones, como comprobar si quedan fragmentos en la palma de la mano. 

El otro aspecto de la Instrucción que usted destaca en su libro es el hecho que el indulto no debería concederse a quienquiera lo pidiese, sino sólo a aquellas Conferencias Episcopales en cuyo territorio ya se habían producido abusos.

Exactamente. La petición sólo se podía hacer donde ya había el abuso de recibir la Comunión en la mano. En caso contrario, no se podía solicitar el indulto. ¿Qué pasó, sin embargo? Que al principio se observó este criterio; luego, casi todas las Diócesis pidieron y obtuvieron el indulto, aunque no fuera necesario. El Cardenal Knox, que era entonces Prefecto del Culto Divino, también aceptó las peticiones de otras Conferencias Episcopales. Es un hecho que el Cardenal no hizo una interpretación correcta del MD.

En su libro, usted observa que en enero de 1977, Pablo VI, a través del Cardenal Villot, pidió al Cardenal Knox que le informara de la situación relativa a la concesión de los indultos, de la forma en que se aplicaban y también que verificara si, tras la aplicación del indulto, se habían producido abusos, profanaciones o si la devoción de los fieles a la Eucaristía había disminuido. Pero el Cardenal parecía minimizar los problemas reales… 

Los Papas, Pablo VI primero y Juan Pablo II después, habían captado el problema, gracias también a las indicaciones del cardenal Bafile. A pesar de ello, el Cardenal Knox continuó su camino, menospreciando lo que el Cardenal Bafile había destacado claramente. Pablo VI no le pidió a Knox que evaluara las sugerencias del Cardenal Bafile, sino que pensara en cómo aplicarlas concretamente. Estas sugerencias eran esencialmente la suspensión de la concesión de nuevos indultos, la necesidad de recordar que la práctica de la Comunión en la mano es en todo caso desaconsejada por la Iglesia y que, cuando el indulto no había sido concedido, también constituía un abuso. 

Lo que realmente pasa, sobre todo a partir del artículo publicado por el P. Annibale Bugnini en el Osservatore Romano (1973), que usted ha señalado, es que la nueva práctica es aún mejor, más fiel a la antigua forma de recibir la Eucaristía… 

La idea del MD era legalizar el abuso donde no era posible derrotarlo, pero -sin embargo- se requería una catequesis según el texto de la Instrucción, una catequesis que resaltara los méritos de la práctica de recibir la Comunión en la boca y los riesgos que se corrían con la nueva práctica, en primer lugar la dispersión de fragmentos. Las catequesis no estaban destinadas a promover la Comunión en la mano, como ha sucedido en realidad, sino de alguna manera a disuadirla, aunque sin prohibirla. Todavía hoy se habla de la comunión en la mano como el mejor camino, fiel a los orígenes y fiel a la Reforma litúrgica. Un punto fundamental del libro es mostrar que en cambio Sacrosanctum Concilium no habla de ello en absoluto. Ni los documentos siguientes hablan de ello, ni el nuevo Misal Romano, sino sólo la Memorial Domini, que lo trata en términos de indulto. Ciertamente el artículo de Bugnini daba una dirección, pero era ajena a los textos del Concilio. 

Después de la MD, no hubo otros documentos explícitos. ¿Actualmente cuáles son las disposiciones de la Iglesia con respecto a la distribución de la Comunión? 

El documento de Mons. Bialasik, Obispo de la Diócesis de Oruro (lo reproduzco en el Apéndice) es particularmente ilustrativo, y establece claramente que la Comunión en la boca es la ley universal de la Iglesia, según lo establecido por la MD. Por lo tanto, la Comunión sobre la lengua es ley universal, mientras que la Comunión en la mano es un indulto, una excepción. La otra referencia fundamental, además de la MD, es la Redemptionis Sacramentum, 92, que habla del derecho de los fieles a recibir la Comunión sobre la lengua y también de rodillas. 

Incluso en la catequesis, sobre todo para los niños, sería necesario enseñar la manera correcta de recibir la Eucaristía, es decir, sobre la lengua.… 

Exactamente. Debe quedar claro que la mejor manera de recibir la Eucaristía es en la boca y si realmente se quiere recibir la Comunión en la mano, hay que hacerlo con el mayor cuidado posible. Yo, como párroco, claramente no puedo prohibirlo, pero puedo desaconsejar, hacer presente los problemas y educar. Pero también hay que decir que la Redemptionis Sacramentum, 91, afirma que «si hay peligro de profanación, la Sagrada Comunión no debe ser distribuida en la mano de los fieles». 

Otro aspecto que usted destaca bien es el hecho de que la obtención del indulto de una Conferencia Episcopal no implica que los Obispos – individualmente – tengan la obligación de aplicarlo. 

Este es otro aspecto fundamental. La obtención del indulto por la Conferencia Episcopal no implica su aplicación automática en cada diócesis. Es simplemente el presupuesto que un obispo puede decidir si usar o no el indulto. En Italia, sin embargo, ha ocurrido lo contrario: se ha pensado que el indulto concedido a la CEI autorizaba la recepción de la Comunión en la mano en todas las diócesis de Italia. Pero no es así. Cada obispo puede decidir si aplicarlo y de qué manera. El Obispo de Oruro, por ejemplo, en enero de 2016 emitió un decreto por el cual prohibía en el territorio de su diócesis el recibir la Comunión en la mano. Esto podría hacerlo cualquier obispo; de hecho, estrictamente hablando, sin un decreto del individual obispo que declara acoger el indulto obtenido por la Conferencia Episcopal, la Comunión en la mano no es legal. También Monseñor Laise, en Argentina, no aceptó el indulto. Fue acusado por los otros obispos de no estar en comunión con ellos; luego se dirigió a la Santa Sede, que le dio la razón. 

Su libro se enriquece con publicaciones inéditas… 

Sin duda la principal y más importante novedad del libro es la de dar a conocer la documentación inédita del Fondo Ghiglione, que describe la dinámica con la que se introdujo la Comunión en la mano. Se trata de la correspondencia entre los diversos dicasterios de la Curia romana y de los informes recibidos por la Santa Sede. La parte más sustancial de estas comunicaciones se refiere a los escritos del Cardenal Domenico Bafile, que primero fue Nuncio en Alemania – propio en uno de esos lugares donde el abuso se ha presentado temprano, dándose cuenta de todos los problemas involucrados – y luego Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. En el libro reproduzco los escritos – enviados a Pablo VI y a Juan Pablo II – que expresan su preocupación por la difusión de la Comunión en la mano, los problemas relacionados, y también indican los pasos concretos a seguir. La mayor preocupación del Cardenal era la dispersión de los fragmentos, casi inevitable con la Comunión en la mano. Y luego el hecho de favorecer actitudes irreverentes hacia la Eucaristía, así como el debilitamiento de la fe en la Presencia Real. Tanto Pablo VI como Juan Pablo II han dado amplio crédito a los informes de Bafile. Prueba de ello es que el Santo Pontífice, el 24 de febrero de 1980, publicó la Carta Dominicae Cenae, en la que hablaba explícitamente de «lamentable falta de respeto a las especies eucarísticas», ligada a la práctica de la Comunión en la mano. Un mes más tarde Juan Pablo II tomó la severa e importante decisión de suspender la concesión de nuevos indultos, considerando seriamente la posibilidad de no concederlos más en el futuro, aunque a partir del 3 de abril de 1985 se reanudó la concesión de nuevos indultos. 

Quizás la posibilidad de conceder indultos, aunque Pablo VI había expresado claramente la enseñanza de la Iglesia sobre el modo de recibir la Eucaristía y había indicado las limitaciones con las que tales indultos debían ser concedidos (luego no respetados), ha sido una puerta abierta.… 

De hecho, la posibilidad del indulto ha sido tal vez una debilidad. Hay una parte del libro en la que hablo del papel de la autoridad eclesiástica, en la que intento mostrar – pensándolo ahora – que la concesión del indulto ha permitido llegar a la situación que está ante los ojos de todos. Si se hubiera acogido sencillamente la oposición de la mayoría de los obispos consultados sobre la posibilidad de recibir la Comunión en la mano, tal vez las cosas habrían sido diferentes. Es necesario tener presente la prioridad de proteger la Eucaristía de la mejor manera posible de la dispersión de fragmentos y otras posibles profanaciones claramente facilitadas por el nuevo método concedido. Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, enseñó que «no hay peligro de exagerar en el cuidado de este Misterio» (n. 61). Esta afirmación es decisiva. 

Luisella Scrosati

(Traducido por Antonio Cafazzo/Adelante la Fe. Artículo original)

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