El cardenal Sarah y la hermenéutica de la reforma en la continuidad

El último libro del cardenal Robert Sarah, “Se acerca la noche y ya está cayendo el día” (Fayard), es, como los dos anteriores, un libro-entrevista escrito en colaboración con Nicolas Diat. En él, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos expone un triste panorama de la crisis que golpea a la sociedad occidental y la Iglesia desde el Concilio Vaticano II.

Las críticas del alto prelado, aunque no hacen referencia al Papa Francisco, no pueden, sin embargo, dejar de relacionarse con ciertos comentarios hechos por el actual pontífice, ya sea sobre la inmigración masiva, la ecología, la eventual apertura del sacerdocio a los hombres casados​​…

La preocupación del cardenal Sarah es, aparentemente, no dividir a la Iglesia aún más, por lo que «permanece del lado de Francisco», como lo expresó textualmente. Denuncia la crisis y señala algunas de sus causas. Asimismo, reprocha a los obispos y sacerdotes, porque reconoce que se trata de una crisis que «está al nivel de la cabeza», pero se niega a nombrar esta cabeza.

El prelado deplora el hecho de que los clérigos cedan ante «la tentación morbosa e impía de adaptar la Iglesia a los valores de las sociedades occidentales de hoy. Quieren ante todo que se diga que la Iglesia es abierta, acogedora, atenta, moderna.» (Valeurs Actuelles, 28 de marzo de 2019). Sin embargo, el Cardenal Sarah rechaza cualquier oposición entre el Papa y él. El objetivo del Cardenal es recordar la verdad, pero sin comprometer la unidad. Sin embargo, no es el Cardenal Sarah quien divide, sino aquellos que, al oponerse a la verdad de dos mil años, rompen la unidad.

Porque la unidad de la Iglesia descansa en una verdad, revelada por Dios. Si desaparece esa verdad, desaparece la unidad, dando paso a una «unidad en la diversidad», el «poliedro» o el «mosaico»… como le llaman hoy. Recordemos que la unicidad de la verdad, es defender la unidad de la Iglesia y condenar a los creadores de división que intentan “adaptar la Iglesia a los valores de las sociedades occidentales de hoy”. En su libro, el Cardenal Sarah proporciona un diagnóstico pertinente, pero prescribe remedios que tratan únicamente los síntomas, sin llegar a la fuente de la infección.

LA CRISIS DE LA CONCIENCIA CRISTIANA OCCIDENTAL

En el sitio web Atlantico, el 8 de abril de 2019, el alto prelado respondió a las preguntas de Jean-Sebastian Ferjou, donde condenó los pseudo-valores del secularismo: “El laicismo francés es una contradicción perfecta: ustedes están esencialmente formados por la Iglesia. No pueden decir que son seculares en la sociedad y cristianos en la iglesia. Es ridículo. Un hombre no puede estar dividido: es uno desde todos los puntos de vista, en todas las circunstancias. Un francés en la iglesia es también un francés en la política. Es inconsistente afirmar lo contrario. La fe es una realidad íntima, pero también debe ser una realidad verdadera en la familia, en la sociedad y en todos los aspectos».

Esta neutralidad secular, transmitida por la libertad religiosa conciliar, (algo que el Cardenal omite señalar), acaba con el espíritu misionero y transforma a los sacerdotes en trabajadores sociales; “Si recibo a alguien, le doy lo mejor de mí, lo más hermoso que tengo. Ahora bien, si a los migrantes solo les ofrezco un techo, un trabajo y medicinas, y les oculto aquello que realmente constituye al hombre, la apertura a lo trascendente, lo estoy privando de ello. ¿Por qué no ofrecer mi fe cristiana al migrante? No le estoy imponiendo nada absolutamente, solo le digo que «es una muy buena oportunidad para su salvación». [¡Incluso una necesidad!]

“Más allá de lo que ofrecemos a los migrantes, me preocupa la renuncia de Occidente a su propia identidad. Ya no sabemos cómo explicar a los demás quiénes somos, pero lo peor es que a menudo ni siquiera nosotros mismos lo sabemos».

“Creo que Occidente podría desaparecer si olvida sus raíces cristianas. Los bárbaros ya están allí, en su seno. Y están imponiendo su cultura; están imponiendo su religión, su visión del hombre, su visión moral. Sin embargo, Occidente es demasiado débil y evita oponerse a ellos».

En el sitio web Boulevard Voltaire, en una entrevista concedida a Gabrielle Cluzel, el 8 de abril, el prelado guineano respaldó sus declaraciones en su experiencia personal: “Yo lo he recibido todo de Occidente. Recibí mi formación y mi fe. Hoy tenemos la impresión de que Occidente está negando sus orígenes, su historia y sus raíces. Me parece que estamos viviendo como si no tuviéramos que ver nada con el cristianismo. Esto no es verdad. Cuando abrimos los ojos, podemos ver la arquitectura, la música, la literatura… y todo aquello que es cristiano. No entiendo cómo es que las personas pueden negar quienes son. Negar lo que uno es, es mentirse a uno mismo».

“Creo que Occidente está en peligro si reniega de sus raíces cristianas. Es como un gran río, que puede ser inmenso y majestuoso, pero si pierde su origen, ya no será alimentado y se secará después de un tiempo. Es como un árbol que tras haberse quedado sin raíces, se muere. Un Occidente sin raíces cristianas es un Occidente condenado a la muerte y la extinción. Está siendo invadido por otras culturas que no renuncian a su historia y luchan para demostrar que tienen una cultura que defender. Europa está siendo aplastada por otras culturas, como la musulmana y la budista. Es importante que Occidente recupere la conciencia de que sus hermosos, majestuosos y nobles valores se están perdiendo».

“No pretendo ser el (único) misionero. A través del bautismo, todos somos enviados a dar a conocer a Cristo y al Evangelio, y la nueva realidad que Él nos propone. Hoy, las Escrituras nos siguen diciendo: «He hecho un mundo nuevo». Este nuevo mundo ha sido creado por Cristo mismo.

“Espero que este libro pueda despertar la conciencia occidental. Creo que Occidente tiene una misión especial. No es casualidad que Dios nos haya transmitido la fe a través de Occidente. Los dones de Dios son permanentes, para siempre, y no momentáneos. Occidente tiene una misión universal, debido a su cultura, su fe, sus raíces y su conexión personal con Dios. Si Occidente olvida sus raíces, habrá una enorme y terrible devastación en el mundo. Espero que el hecho de leer este libro sea una forma de despertar la conciencia occidental, pero también nuestra conciencia cristiana».

En el sitio web Atlantico, el Cardenal Sarah enfatizó lo siguiente: «Yo pienso que si los líderes de Occidente, aquellos que quieren dirigirlo, lo hacen sin tomar en cuenta el cristianismo, incluso yendo en contra de él, se volverán tibios y conducirán a Occidente a su ruina. Sin esta radicalidad evangélica, que puede cambiar el corazón del hombre y, por lo tanto, la política, la economía y la antropología, están allanando el camino para su desaparición, incluso si esto no es su intención».

Respecto a la ecología, el alto prelado dijo: «¿Salvar el planeta mientras que continuamos asesinando bebés, o ancianos cuando su debilidad se vuelve desagradable a la vista? ¿Qué es lo que se está salvando? Cuando se pierde a Dios, el hombre se pierde. Dios ya no existe, así que hay que salvar a la naturaleza. Pero ¿qué es la naturaleza sin el hombre?

LA CRISIS DE LA FE EN LA IGLESIA

En opinión de Jean-Sébastiel Ferjou, de Atlantico, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino muestra que esta crisis general afecta igualmente las enseñanzas doctrinales y morales de la Iglesia: “(en mi libro) hago una revisión de las crisis en la Iglesia. Hoy, existe la impresión de que la Iglesia ya no tiene una doctrina segura, que ya no tiene enseñanzas morales seguras. La enseñanza de la Iglesia parece hoy desvanecerse y volverse incierta. ¿Seguimos creyendo que la Biblia es revelada? Nuestra actitud hacia Dios ha cambiado profundamente. En la Iglesia, ¿se sigue considerando a Dios como a Aquel que busca construir una relación íntima y personal con cada uno de nosotros? ¿O se ha convertido solamente en una idea, en un ser lejano? El corazón de nuestra fe reside en la Encarnación de Dios, que está cerca de nosotros. Está Jesucristo, y está el Padre, que en la Santísima Trinidad son uno solo con el Espíritu Santo. ¿Todavía tenemos verdaderamente esta fe por la que tantos mártires han dado sus vidas?

Según el prelado africano, esta crisis de fe se manifiesta también a través de una grave crisis moral en el clero. “La crisis también está presente a nivel sacerdotal. Es un hecho indiscutible que ha habido momentos en la historia en que la vida de los sacerdotes no ha sido ejemplar, en que sus vidas no reflejan el Evangelio, ni la santidad de Dios. Y en que la Iglesia ha tolerado una verdadera relajación hacia la moral. Pero Dios siempre ha erigido figuras como San Francisco de Asís para corregir estas situaciones, optando por la radicalidad del Evangelio, es decir, el Evangelio en su pureza y totalidad. También existió el Cura de Ars: un hombre de oración y penitencia, porque el diablo persiste en contra del sacerdocio, y con frecuencia no puede ser alejado más que a través de la oración, el ayuno y un profundo deseo y voluntad de conversión. Pero, lo que está sucediendo hoy es increíble. Nos vemos obligados a reconocer los graves y horribles pecados de los sacerdotes pedófilos. Casi en todas partes, los hombres que se suponía debían fomentar el crecimiento de los niños en dignidad y en su relación con Dios, ahora están siendo acusados ​​de corromper y destruir no solo su inocencia, sino también lo más precioso de sus vidas. Hay otros sacerdotes que declaran orgullosamente ser homosexuales, y que quieren contraer «matrimonio» con su «pareja». Algunos obispos y cardenales están implicados en los casos de abuso sexual de menores. Creo que nunca hemos presenciado tanto horror y concentración del mal en la Iglesia. La Iglesia está marcada por una gran crisis moral, muy dolorosa”.

Y esta crisis en la Iglesia ha surgido como división y confusión general, especialmente en estos tiempos sobre la cuestión del celibato sacerdotal. “La Iglesia también está marcada por una gran división con respecto a la enseñanza doctrinal y moral. Un obispo dice una cosa, otra lo contradice; una conferencia episcopal dice una cosa, otra dice lo contrario… la confusión se establece en todas partes, como quizás nunca antes. Ahora suele decirse que el celibato de los sacerdotes es una realidad inhumana e insoportable, que no puede asumirse ni ser vivida con serenidad. ¡Y al mismo tiempo, el sacerdote afirma estar hecho para Cristo! Porque el sacerdote no es solo un alter Christus, otro Cristo, sino que es especialmente ipse Christus, es decir, Cristo mismo. El sacerdote pronuncia las mismas palabras que Jesús cuando dice «esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre». Está hecho e identificado con Cristo. Él es la presencia física y la inmersión del Misterio de Cristo en la tierra. Perpetuar a Cristo no es compatible con la realidad de una vida conyugal. Es imposible pretender identificarse con Cristo y al mismo tiempo pretender disociar el celibato del sacerdocio. Sin embargo, un movimiento está trabajando hacia esta dirección desde el interior de la Iglesia. El sínodo sobre el Amazonas, que se llevará a cabo el próximo mes de octubre, tiene previsto abordar la cuestión de la ordenación sacerdotal de hombres casados, viri probati (de probada virtud). Espero sinceramente que esto no suceda, y que la autoridad superior, el Papa, nunca autorice tal ruptura con la historia de la Iglesia.

¿CUÁLES SON LAS CAUSAS DE ESTA CRISIS UNIVERSAL?

¿Cómo puede explicarse esta trágica situación? En esta entrevista concedida a Atlantico, el cardenal Sarah considera que la adaptación de la Iglesia al mundo moderno es lo que la está haciendo perder su identidad. “Creímos que teníamos que ser dinámicos, que teníamos que ser activos a toda costa, llevar a cabo proyectos más o menos sofisticados, en resumen, ser un reflejo de nuestra sociedad en movimiento perpetuo. Como resultado, hemos abandonado a Dios, hemos abandonado la oración y algunos sacerdotes se han convertido en «trabajadores sociales».

Y más adelante, añade: “Sí, hay personas inteligentes que quieren modernizar o perfeccionar la Iglesia, hacer más moderno el cristianismo perfecto. Pero, no podemos modernizar o perfeccionar la Iglesia. Como escribió Charles Péguy: «Es un poco similar a querer perfeccionar el norte, la dirección norte. El inteligente que quisiera mejorar el norte… el norte está naturalmente determinado. El cristianismo está naturalmente determinado. Los puntos determinados se dieron de una vez por todas en uno u otro mundo, en el mundo natural y en el mundo sobrenatural, en el mundo físico y en el mundo místico».

«Y todo el trabajo, todo el esfuerzo van en contra de protegerlos y mantenerlos… muy lejos de mejorarlos”. No tenemos que modernizar a la Iglesia. Está guiada por el poder del Espíritu Santo y bajo la atenta mirada de Pedro. Y lo que Dios hace es santo, puro y perfectamente ordenado para realizar su plan de salvación para la humanidad. No puedo emprender ninguna transformación de la Iglesia sin consultar a Dios, lo cual hago en la oración. En la oración, sé que ya no es mi trabajo, que debo seguir las inspiraciones de Dios, y que estas no son solo las de hoy, sino las de la Iglesia desde su principio hasta nuestros días. La Iglesia nunca ha sido gobernada por un pueblo, sino por una jerarquía. Al principio esta jerarquía estaba conformada por los 12 apóstoles, uno de los cuales era Pedro. La única y verdadera transformación posible para la Iglesia es que haga todo lo posible para poner en práctica la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es que seamos santos».

El 5 de abril, respondiendo a Arthur Herlin, de la agencia IMedia, absorbida por el sitio web Aleteia, el Cardenal Sarah afirmó en términos inequívocos la gran responsabilidad de la jerarquía eclesiástica en esta crisis. “Es cierto que actualmente la crisis se encuentra en el nivel más alto. Si ya no somos capaces de enseñar doctrina o moral, o de poner el ejemplo y ser modelos a seguir, entonces la crisis se ha vuelto extremadamente grave. ¿Quién defenderá a las ovejas si, dejándolas a su suerte, los pastores se asustan y huyen de los lobos? Hoy, el miedo es la gran debilidad de la Iglesia. Todo el mundo está, por supuesto, aterrorizado porque la Iglesia está acusada de todos los males. Pero cuando alguien está atrapado en el miedo, ya no es dueño de sí mismo. Por eso, la Iglesia ya no se atreve a liberarse e ir contra la corriente para mostrarle al mundo la dirección que debe tomar. Algunos obispos temen las críticas porque son egocéntricos y se han vuelto demasiado cautelosos, y han dejado de explicar las cosas claramente con la esperanza de no enfrentarse a la oposición o al martirio. Pero deben encontrar a Dios, enfocarse en Él y confiar en el poder de su gracia. Ciertamente, cuando realmente estamos con Él, no hay miedo a nada».

«PERMANEZCAMOS DEL LADO DE FRANCISCO»

Cuando el periodista de Atlantico recordó al cardenal Sarah la declaración interreligiosa del Papa Francisco durante su reciente viaje a Marruecos (30 al 31 de marzo de 2019), su respuesta fue sorprendente:

Jean-Sébastien Ferjou: “El ecumenismo y el diálogo interreligioso son valores muy occidentales. Usted ha dicho que se han transformado en irenismo, en una especie de disparate absurdo. ¿Le ha sorprendido la declaración del Papa Francisco, donde hizo un llamamiento al Rey de Marruecos por la libertad de culto en Jerusalén, olvidándose tal vez de precisar que la libertad de culto también debe respetarse en los países árabes, especialmente en el Golfo? El Papa da su consentimiento para que los cristianos no hagan proselitismo a fin de dar una muestra de su voluntad pacífica, pero no exige lo mismo a los musulmanes con quienes habla».

Cardenal Sarah: “Permanezcamos del lado de Francisco”. Más adelante en la entrevista, agrega lo siguiente respecto a un conflicto entre él y el Papa: “Solo aquellos que me conocen a través de rumores son los que se expresan de esta manera y tratan de apuñalarme por la espalda. Ante las acusaciones o sospechas que son injustas y falaces, yo mantengo la calma. Mi respuesta a su pregunta es clara: ¿El Cardenal Sarah, es un oponente del papa? No, absolutamente no, y eso aplica para el pasado, el presente y el futuro. Cuando abro la boca o cuando escribo, es para hablar de mi fe en Jesús, de mi fidelidad al Evangelio que no cambia ni un ápice independientemente de las circunstancias, el período de tiempo o la cultura».

Un poco antes, durante esta misma entrevista, Jean-Sébastien Ferjou intentó definir la posición del Cardenal: “Lo que llama la atención en su libro es que usted mismo marca un límite respecto a un tema en tensión pero no contradictorio: denuncia inequívocamente los excesos en la Iglesia, pero también afirma que no hay que ceder al demonio de la división, que la división en la Iglesia es obra del demonio. ¿Cómo lograr entonces que sus enérgicas palabras puedan despertar las conciencias, sin llegar a caer en luchas políticas?»

El cardenal Sarah le responde: «Jesús dijo: ‘Mi doctrina no es mía, sino del que me envió. Si alguno quiere cumplir su voluntad, conocerá si esta doctrina viene de Dios, o si Yo hablo por mi propia cuenta’ (Jn. 7:16). Cristo no enseñó su propia doctrina, sino la del Padre. No vino a contradecir a los fariseos ni a los sumos sacerdotes. Su función era proclamar la Palabra de Dios, enseñar la doctrina de su Padre y nada más. Personalmente, yo no tomé la decisión de pelear o contradecir a nadie. Quiero y deseo únicamente proclamar la palabra que he recibido de los misioneros, la Palabra de Jesús, y transmitir las enseñanzas de la Iglesia. No deseo luchar ni oponerme a nadie. Sin embargo, usted me ha dicho que al hablar como lo hago, crearé divisiones… al contrario, quiero contribuir a unificar a la Iglesia en su fe para que ella viva en el amor y en la comunión. Enseñar la doctrina, ser fiel a la enseñanza intangible de la Iglesia, es contribuir a la creación de la comunión y la unidad de la Iglesia. Es muy triste ver una familia dividida».

—Respecto a la enseñanza de Jesús que no contradice a los fariseos, hay que remitirse, entre otros, al Evangelio según san Mateo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!; porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera tienen bella apariencia, pero por dentro están llenos de osamentas de muertos y de toda inmundicia. Lo mismo vosotros, por fuera parecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad» (Mt. 23: 27-28). Agreguemos, de acuerdo con la profecía del antiguo Simeón, que Cristo ha sido “puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser una señal de contradicción» (Lc. 2:24).

LA HERMENÉUTICA DEL CARDENAL SARAH

Básicamente, la cuestión principal es si Vaticano II, que es la «brújula» de todos los pontificados desde 1965, permite ser «fiel a la enseñanza intangible de la Iglesia», como lo desea el cardenal Sarah. A esto, el alto prelado responde directamente en su libro: «El Concilio no tiene que ser retirado» (p.118), y su respuesta se basa en la afirmación del Cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, expuesta en su libro-entrevista con Vittorio Messori, El Reporte Ratzinger: Una entrevista exclusiva sobre el estado de la Iglesia católica (Ignatius Press, 1992), “defender hoy la verdadera tradición de la Iglesia significa defender el Concilio. Es culpa nuestra también si a veces hemos brindado un pretexto (tanto a la «derecha» como a la «izquierda») para considerar Vaticano II como una «ruptura» y un abandono de la tradición. En cambio, existe una continuidad que no permite un retorno al pasado ni un vuelo hacia el futuro, ni anhelos anacrónicos, ni impaciencia injustificada. Debemos permanecer fieles al hoy de la Iglesia, no al ayer ni al mañana. Y este hoy de la Iglesia son los documentos del Concilio Vaticano II, sin objeciones que los amputen, y sin arbitrariedad que los distorsione” (p. 31).

La línea de demarcación que el cardenal Sarah afirma claramente en su libro (p.120) no es otra que «la hermenéutica de la reforma en la continuidad del único sujeto-Iglesia», como declaró Benedicto XVI en su discurso en la Curia el 22 de diciembre de 2005.

¿Es esta posición una respuesta suficiente a la crisis actual que el Cardenal Sarah denuncia con tanta fuerza? ¿Es un remedio para la confusión doctrinal y la división general que tan sinceramente deplora? En su entrevista con Valeurs Actuelles, el cardenal Sarah afirma acertadamente: “Hay quienes han adoptado las ideologías del mundo de hoy bajo el falso pretexto de abrirse al mundo; pero deberíamos más bien llevar al mundo a abrirse a Dios, que es la fuente de nuestra existencia». Esta es una afirmación prudente, diplomática y condicional, que está basada en esta hermenéutica de la reforma en la continuidad, la cual no es otra cosa más que una interpretación, es decir, la debilidad de esta posición. Ante el colapso actual causado por la adaptación de la Iglesia a «las ideologías del mundo de hoy», se necesita mucho más que una respuesta condicional y meramente interpretativa.

Los hechos son persistentes, como persistente también es su causa. El principio de causalidad no es una interpretación subjetiva, sino una ley de realidad que se impone a todos: no hay efecto sin causa, no hay humo sin fuego. Esta causa es elegida por el cardenal Ratzinger, y citada por el cardenal Sarah, pero ninguno de ellos la reconoce como la causa de los males que denuncian. Para el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “Vaticano II tenía razón en su deseo de hacer una revisión de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. De hecho, hay valores que, incluso si se originaron fuera de la Iglesia, pueden encontrar su lugar, siempre que se aclaren y corrijan, en su perspectiva [del mundo]» (op.cit, p. 36). En otra parte explica: «El problema de los años 60 fue haber adquirido los mejores valores expresados ​​por dos siglos de cultura liberal» (Entrevista a Vittorio Messori, en la revista mensual Jesus, noviembre de 1984, p. 72).

Monseñor Lefebvre dijo: «La Iglesia sufre en todas partes, y sufre más, cabe señalar, por aquellos que, en la Curia romana, continúan propagando ideas modernistas y manteniendo, a pesar de todo, las reformas que se han instituido después del Concilio Vaticano II y que están en proceso de destruir a la Iglesia: la autodestrucción de la Iglesia, como dijo el propio Papa Pablo VI” (Homilía del 29 de junio de 1981).

En su libro Historia de las Variaciones de las Iglesias Protestantes, Bossuet escribe: “Dios se ríe de las oraciones que se le hacen para evitar desgracias públicas, cuando no nos oponemos a aquello que se hace para atraerlas. Pero ¿qué digo? Cuando lo aprobamos y nos suscribimos a ello, aunque sea con repugnancia». Estas palabras fueron transformadas concisamente en un consejo práctico por el crítico literario Jules Lemaître: «Debemos dejar de respetar las causas cuyas consecuencias lamentamos».

Fuente:fsspx.news

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