El peligro de la mano tendida ofrecida por el modernismo al catolicismo tradicional

Trasbordo teológico inadvertido hacia el modernismo

Algunos católicos ligados a la Tradición, para salir del gueto en que lo ha encerrado la modernidad, podrían aceptar –sin darse cuenta, poco a poco y en la práctica- si no las ideas, al menos los métodos de los modernizantes.

En pocas palabras, asistimos a un transbordo teológico inadvertido hacia el modernismo.

No se puede negar que muchos de ellos aman la Iglesia, la sana doctrina y la recta moral. De todos modos, la intención de buscar una manera de adaptarse a las circunstancias de los lamentables tiempos que vivimos refleja la del ingenuo que acepta una insidiosa mano tendida sin darse cuenta de que esa misma mano lo llevará más tarde a cruzar el Rubicón, pero hacia el Rhin (o sea, el error y la injusticia), no hacia el Tíber (es decir, la verdad de Roma) (cfr. card. ALFREDO OTTAVIANI, Doveri dello Stato verso la Chiesa, Roma, 1952).

La vieja política de la mano tendida

Ayer, la mano tendida al catolicismo era la del comunismo de rostro humano (Gramsci, Bloch, Rodano y Berlinguer), y numerosos católicos han apostatado pasándose al comunismo materialista y ateo, afirmando: «¿Cómo rechazar la mano que te tiende una entidad que parecía temible pero ha demostrado ser muy caritativa?»

Hoy en día la mano tendida es la del neomodernismo, que parece1 haber abandonado el odio a la Tradición (palpable desde la época de Pablo VI) y está dispuesto a otorgarle derechos, o al menos concederle cierta tolerancia.

Desgraciadamente, el mismo estribillo que estaba en boca de los católicos progresistas y los demócrata-cristianos de ayer está en tradicionalistas actuales: «Por fin, un modernista de rostro humano: Francisco. ¿Quién va a rechazar la mano que le tiende a la Tradición?»

El ingenuo y el caballo de Troya

El error del tradicionalista ingenuo que estrecha una mano inicialmente tendida pero que luego lo triturará consiste ni más ni menos en que en la práctica no acepta, aunque en teoría las conozca, las armas de la verdad que los Romanos Pontífices enseñaron desde hace un siglo a los católicos en su combate a la modernidad y las fuerzas ocultas de la subversión por medio de alocuciones.

Con la honda, la piedra y la ayuda del Señor

«In funda, in lapide et in nomine Domini David praevaluit contra Goliad» (antífona de las primeras vísperas del IV Domingo después de Pentecostés). Un insignificante pastor, David, derrotó al gigante Goliat no sólo con la ayuda de Dios, sino armado de una honda y un guijarro. Aquí abajo, la Iglesia es militante; sólo en el Cielo es triunfante. A quien algo quiere algo le cuesta. Dice San Pablo que sólo el que ha combatido legítimamente puede ser coronado.

El temor a desagradar al mundo o timor mundanus

El miedo de ser acusado de querer volver a la Edad Media o no salir del gueto hace que algunos católicos ligados a la Tradición no se consideren capaces de mantener posturas doctrinales política y teológicamente incorrectas aunque se hayan afirmado sin interrupción en encíclicas con relación a la vida y el derecho de la Iglesia a lo largo de todos los tiempos «Christus heri, hodie et in saecula» (S. Pablo).

Atengámonos, por el contrario, a la admonición de León XIII, que al aconsejar la concordia y la unidad en el combate al error, dijo a continuación que hay que estar en guardia para no descuidarse y pactar con ser cómplice del error, ni oponerle una resistencia débil que no manifieste la verdad2.

La integridad de la verdad

Los católicos que de verdad son íntegramente tradicionales, que se sienten sin el menor asomo de duda en la verdad y la justicia, no hacen concesiones ni tratan de aguar el cristianismo. Exigen respeto inconcidional a sus derechos, que son los de Dios.

En cambio, los que no están seguros de estar en la verdad (por agotamiento o ingenuidad) no consiguen vencer la batalla sin incluir a quienes exigen respeto a los propios derechos basados en otros principios.

¡Ahí está la trampa de la transigencia en el terreno histórico-teológico! Dicho de otro modo: David le estrecha la mano a Goliat en vez golpearlo en la frente valiéndose de la honda, la piedra y el auxilio del Señor.

El opinionismo pluralista

El concepto de paridad de cultos (Misa de San Pío V y Novus Ordo) y de la tolerancia por principio (doble militancia en la Tradición y el modernismo) es fruto del subjetivismo en filosofía relativista (Descartes), del libre examen en la religión (Lutero), la pluralidad de confesiones (Locke) y las concesiones socio-políticas (Rousseau).

Por último, es también una consecuencia lógica de las opiniones modernistas, que en materia de religión sostienen que no hay lugar para dogmas ni fórmulas dogmáticas, y que únicamente la conciencia del hombre dicta el criterio para la profesión de la fe y el ejercicio del culto, mejor dicho, de la experiencia religiosa.

Se trata de la aceptación del diálogo con la modernidad, iniciado por Juan XXIII, llevado a cabo con la pura misericordia. O, dicho con más precisión, con la sumisión y sin la justicia, que obligaría a rebatir el error.

Contra el desarme del cristianismo

Por el contrario, «La Iglesia católica insiste en que la verdad debe estar por encima del error y en que la religión verdadera, cuando se la conoce, tiene que ser ayudada en su misión espiritual con preferencia sobre otras religiones cuyo mensaje deja más o menos que desear y en las que el error está entremezclado con la verdad».3

El liberal anónimo

El tradicionalismo cansado o ingenuo, inconscientemente imbuido de espíritu liberal en materia de filosofía especulativa, política y teología, aspira a determinarlas con arreglo a sus propias teorías, el ámbito de acción y la competencia de la Iglesia a fin de tenerla recluida narcisísticamente en la contemplación del culto tradicional. Relegarla a la sacristía e impedir que ejerza una acción social de defensa doctrinal de la verdad y refutación del error. Tal es la excusa de los que quieren recluir a la Iglesia entre las cuatro paredes del templo desvinculando la religión de la vida y la Iglesia del mundo y de la sociedad civil.

Pero en vez de plegarse a las pretensiones de los hombres, la Iglesia tiene que estar a las órdenes de Dios. «Praedicate Evangelium omni creaturae». La Buena Nueva tiene que ver con toda la Revelación, con todas las repercusiones que ésta tiene en la conducta moral del hombre ante sí, en la vida doméstica y en el sentido del bien común: Instaurare omnia in Christo (S. Pío X),   la persona, la familia y el Estado.

¿Un suicidio inminente?

Un acuerdo práctico con el neomodernismo llevaría poco a poco e inexorablemente a recluir la Tradición en la sacristía con reconocimiento oficial por parte del modernismo, como les pasó a los indios de EE.UU., recluidos en reservas aunque legalmente reconocidos.

Pero el espíritu católico «no se dejará jamás encerrar entre las cuatro paredes del templo. La separación entre la religión y la vida, entre la Iglesia y el mundo, es contraria a la idea cristiana y católica» (PÍO XII, Discurso a los párrocos y predicadores de laCuaresma de Roma, del 16-03-1946).

Ipsa conteret: tota ratio spei meae Maria!

«La sociedad actual vive atormentada por una fiebre de renovación que asusta, y está infestada de hombres que se aprovechan de nuestro sufrimiento para construirse el imperio de sus caprichos, la tiranía de sus vicios, la guarida de sus lujurias y rapiñas. Jamás había asumido el mal características tan inmensas y apocalípticas, nunca habíamos conocido tanto peligro. De un momento para otro podemos perder, no ya la vida, sino hasta la civilización y toda esperanza. Se diría que también nos ha dicho el Señor a nosotros que no ha llegado todavía su hora, sino que la Inmaculada, la Madre de Dios, la Virgen que es imagen y custodia de la Iglesia, nos dio ya en Caná la prueba de que sabía y podía conseguir que Dios anticipase el momento de intervenir. Tenemos necesidad de que ese momento venga ya, se adelante, sea inmediato, porque prácticamente podemos decir: «¡Madre, que no podemos más!» Por culpa de nuestros pecados nos merecemos las mayores masacres, las más salvajes ejecuciones. Hemos expulsado a su Hijo de las escuelas y los talleres, de los campos y ciudades, de los caminos y las casas. Lo hemos echado hasta de los mismos templos. Hemos preferido a Barrabás. Ésta es verdaderamente la hora de Barrabás […] Por eso, creemos que ha llegado el momento de Jesús, de la Redención […] Que diga María como en Caná: «No les queda vino». Y dígalo con la misma capacidad intercesora. Y si el Hijo vacila, si se niega, venza su vacilación del mismo modo que vence, con su maternal piedad, nuestra indignidad. Sea para nosotros Madre piadosa, y Madre imperiosa para Él. Adelante su hora, que es la nuestra. No podemos más, María. La raza humana perece si no intervienes. Habla de nuestra parte, oh silenciosa; ¡habla por nosotros, María!»4

Reginaldus

1 En realidad no es del todo cierto. Véase el caso de los Franciscanos de la Inmaculada del P. Manelli.

2 cf. LEÓN XIII, encíclica Immortale Dei, del 1-11-1885.

3 JACQUES MARITAIN, I diritti dell’uomo e la legge naturale, trad. it., Vita e Pensiero, Milán 1977, p. 24.

4 A. OTTAVIANI, Il baluardo, Ares, Roma, 1961, pp. 279-283.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

SÍ SÍ NO NO
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