El Rosario: de Lepanto a hoy

El Rosario: Tanto en  Lepanto como hoy, Dios está concernido con la presencia de la Verdad en el mundo creado por Él

Padre Richard G. Cipola

Domingo, 11 de octubre 2015

XX Domingo después de Pentecostés

El miércoles pasado se celebró la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Esta sigue siendo una fiesta muy querida por muchos católicos, al ser el Rosario una de las oraciones más populares (en el mejor sentido de la palabra), entre los católicos.

Y con razón. Porque el poder del Rosario reside en su esencia como oración; oración que comienza afirmando nuestra fe con el más antiguo de todos los credos; en donde rezamos la misma oración en la que Nuestro Señor Jesús nos enseñó a dirigimos a Dios como a nuestro Padre; en donde utilizamos la salutación angélica a María como el medio o trampolín para la contemplación de esos eventos en la vida de nuestro Señor, y que son las bases históricas de nuestra fe. El cristianismo, al igual que el judaísmo, es una fe histórica; su base está en nuestro tiempo y lugar; no se trata simplemente de ser “mundano”, sino que está profunda y finalmente ligado con nuestro tiempo y lugar en este mundo. El eje principal del Rosario se encuentra en el prólogo del Evangelio de San Juan: y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. Es la encarnación de Dios en la carne, y la acción de la Palabra infinita de Dios encarnada en el seno de la Virgen María, lo que se encuentra en el corazón, no sólo del Rosario, sino de toda la fe cristiana.

Pero el Rosario tiene una historia. No descendió de los cielos como el rocío de Rorate Caeli ni fue descubierto en unas tabletas al norte del estado de Connecticut. Existe una asociación del Rosario con Santo Domingo que está protegido por el recuerdo piadoso. Pero, independientemente de cuál es el origen de esta oración, no hay duda de que ya en el siglo XV, era una oración generalizada en toda la Iglesia.

Tanto el judaísmo como el cristianismo son religiones históricas, no sólo en el sentido del origen y desarrollo que tienen en la historia, sino también en sus propios convencimientos de que Dios actúa en la historia humana; y que aunque esta actuación no esté clara en muchas ocasiones sin embargo será real. No está claro como Dios actúa en la historia humana, no es algo que uno pueda acertar a definirlo; pero sin embargo se puede, y se debe, insistir que Dios actúa en la historia humana. Su voluntad se encuentra en el corazón de la historia, incluso si no lo podemos ver claramente. Dios no podría salvarnos, que vivimos en la historia humana, no solo entrando en la misma historia humana en la persona de su Hijo, sino también al guiar el curso de los acontecimientos humanos. Los judíos entendieron esto profundamente. Para los escritores del Antiguo Testamento no existía duda alguna de que la historia de los judíos era la historia de la relación entre los propios judíos, como pueblo escogido de Dios, y el mismo Dios.

Los judíos nunca creyeron en una historia objetiva, como si la historia fuese una grabación desapasionada de meros acontecimientos a través del tiempo, y en el que el punto de vista del observador o escritor no tiene relación alguna con los mismos hechos. Esto nos lleva al origen de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, cuyos orígenes no sólo se encuentran en la piedad, sino también en la historia; y especialmente en la historia de Occidente. Si hubiésemos estado vivos en el siglo XVI, habríamos sido existencialmente conscientes, no sólo de las agitaciones religiosas causadas por la reforma protestante; no sólo de la respuesta de la Contrarreforma católica, fuerte y necesaria; y no sólo de las exploraciones de lo que fue conocido como el Nuevo Mundo; sino también de la amenaza constante y cada vez más grave para la civilización cristiana por la determinación turco-musulmana en la conquista del Occidente cristiano. A finales del siglo XVI se llegó rápidamente a un punto crítico, cuando las fuerzas musulmanas capturaron Chipre y sitiaron a Malta.  El plan de los turcos era atacar a la propia Roma (y recordemos en qué hora de la historia de Occidente nos encontramos), para una vez atacada y conquistada Roma,  poder establecer el Islam no sólo en Europa sino también en el Nuevo Mundo. Una coalición de fuerzas de España, de Génova y de los Estados Pontificios fueron reunidas bajo el Papa San Pío V, para oponerse contra las fuerzas turcas. El Papa, San Pío V pidió sin  ningún remilgo, rezar el Rosario a todo el mundo cristiano por el éxito de la batalla contra los turcos y por la preservación de la civilización cristiana. Porque eso era lo que estaba en juego: la civilización cristiana; algo que no era perfecto, y que sin embargo, estaba abierto a la perfección mediante la fe cristiana. Así que el Papa dirigió la procesión del Rosario en Roma, mientras ​​los cristianos de toda Europa se le unieron mediante el rezo del Rosario. Y a pesar de que fueron superados en número de buques y en hombres, las fuerzas cristianas prevalecieron en la batalla de Lepanto, frente a las costas de Grecia. Y como resultado de esto, el Papa instituyó la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria. El siguiente Papa cambiaría el nombre de la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria por el de la Virgen del Rosario. Pero si vamos a la iglesia de Santa Maria della Vittoria, en Roma, una iglesia que me encanta porque es lo que mejor del barroco, verán que hay una pintura de la batalla de Lepanto con Nuestra Señora ofreciendo sus intercesiones por las fuerzas cristianas. Y es así, de esta manera como Nuestra Señora de la Victoria se convertirá en nuestra Señora del Rosario. Pero seguirá siendo una fiesta local. Y lo será hasta la batalla de Viena. En 1683 las fuerzas musulmanas del Imperio Otomano llegaron hasta las puertas de Viena, que era la entrada hacia Europa; el gran católico polaco, Juan Sobieski reunió y condujo a las tropas contra las fuerzas musulmanas y he aquí, que la civilización cristiana se salvó una vez más. El Papa Clemente XI, en acción de gracias por esta liberación de manos del enemigo, extenderá la fiesta de Nuestra Señora del Rosario a toda la Iglesia universal.

Y así podemos ver como las raíces de esta maravillosa fiesta se encuentran no sólo en la piedad del pueblo, sino también en la historia: la historia del Occidente cristiano. Y esta fiesta está arraigada en la peculiar comprensión de la historia que los cristianos comparten con los judíos y por la que Dios actúa en la historia, en nombre de la verdad contra el error. Y si bien en un momento dado es peligroso declarar lo que es la acción de Dios en la historia, especialmente para declarar que tal acción es en nombre de esta nación; o de este grupo o este otro y que esto incluye también a los cónclaves papales, así también, el cristiano católico no puede dejar de creer que Dios no actúa en la historia en nombre de lo que es verdadero y en consonancia con Su voluntad. Negar esto es como volver al Dios de Newton; que creó todas las cosas; se aburrió; se fue y nos dejó solos. O peor aún: el creer que si existe un Dios, este no esté básicamente preocupado con la presencia de la verdad en la palabra que El mismo creó.

Así, algunos pueden concluir con todo esto, que una vez más estamos en Lepanto y en las puertas de Viena, dada la creciente presencia musulmana en Europa y en Occidente, y a un incipiente Islam violento que está causando estragos en el Medio Oriente. Eso ciertamente lleva a ciertas consideraciones. Pero el enemigo de hoy  de la civilización cristiana, es decir, de la civilización occidental, es principalmente el decadente Occidente cristiano. Nosotros somos el enemigo. No son los vándalos y godos los que nos amenazan con el saqueo y la destrucción. No son los francos o los galos, que al fin y al cabo  se convirtieron en franceses y quienes a su vez que se convirtieron en los árbitros del buen gusto. Somos nosotros nuestro propio enemigo; los que hemos sucumbido al potente canto de sirena del secularismo que destruye cualquier base objetiva para la belleza, para la bondad y para la verdad.

¿Y cuál es el antídoto para el veneno que se propaga a través de nuestra sociedad, y que no sólo niega la verdad de la fe cristiana, sino que también insiste en que no hay ninguna verdad en absoluto, excepto en el sentido totalmente subjetivo? Me atrevo a decir cuál es el antídoto, y lo digo sabiendo que soy más gusano que hombre al decirlo; sabiendo que estoy hablando en contra de un viento que llevará mis palabras tan pronto como las haya pronunciado. Es cierto, que no es sólo un antídoto para el veneno contemporáneo que nos amenaza en nombre de la libertad y de la misericordia y del amor. Pues una parte del antídoto es la adoración a Dios en el espíritu y en la verdad. Y sin embargo, el culto a Dios en la Misa ha permanecido roto durante tantos años (roto en el sentido de que la adoración a Dios se confunde con la adoración al hombre, la adoración de cada uno a cada uno), que según las palabras de Romano Guardini: el hombre moderno ya no es capaz de adorar a Dios, porque este es totalmente auto-referencial y está totalmente consumido por sí mismo.

Uno de los antídotos contra el veneno que aflige al mundo y a la Iglesia es la manera en que adoramos en esta parroquia. El sacerdote y el pueblo, de acuerdo con la Tradición de la Iglesia, se ponen juntos frente a Dios para orarle y ofrecerle el Santo Sacrificio en cada Misa celebrada en esta iglesia. El comulgatorio ha sido restaurado, y nuestra gente es bienvenida a arrodillarse ante el Señor al igual que los Reyes Magos en Epifanía o como el mismo San Pedro ante su propia indignidad delante del Señor. La belleza de esta iglesia ha sido restaurada, por lo que ahora es un lugar apropiado para la adoración a Dios Todopoderoso a quien tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos. Esta parroquia es el lugar en donde niños de todas las edades están aprendiendo a cantar esa música que se encuentra en el corazón del culto católico, el canto gregoriano y la polifonía; al hacerlo, son transformados al ser presentados ante la belleza de la tradicional musical católica. Pero, sobre todo -y esto sin prejuicio de los que vienen a la celebración de la Misa por el Novus Ordo, que es la forma Ordinario de la Misa, ya sea en inglés o en español, y que de hecho son la mayoría en esta parroquia y que son los fieles, en el sentido más profundo de la palabra. No obstante, es la presencia de la Misa Tradicional en esta parroquia la que forma el núcleo de renovación de la misma y es desde aquí de donde también saldrá la renovación de toda la Iglesia. La misa tradicional se encuentra en el mismo corazón de la civilización cristiana. La historia y el desarrollo de la misa romana coinciden con la historia y el desarrollo de la civilización cristiana. Y continúa siendo el lugar en donde los católicos pueden entrar a la propia tradición sagrada cuyo centro es Cristo y con ello ser fortalecidos para pelear las batallas de aquella civilización de los que tienen a Cristo como centro, y que por lo tanto tienen al Amor como centro. La recuperación de la Tradición de la Iglesia, para que esta se convierta en una realidad viva de nuestro pueblo en este preciso momento de la historia, es la clave para el futuro de la Iglesia y para ganar la batalla contra los enemigos de la civilización cristiana.

Que nuestra Señora del Rosario ruegue por nosotros, para que tengamos el coraje de luchar por la verdad, la bondad, y la gracia y para que tengamos la fuerza de hacerlo con amor; con ese amor que ya ha conquistado al mundo; el amor de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

[Traducción por Miguel Tenreiro. Artículo original]

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