En Argentina, urge la separación de Iglesia y estado

Inmediatamente después que, con asombro, recibía las imágenes de la televisión con el anuncio de la elección del nuevo Papa, me dispuse a dar la noticia a un entrañable amigo. Como esperaba, a pesar de ser un hombre de Fe, estaba entregado a una siesta provinciana, sin darle mayor importancia al asunto. En su casa se alojaba, por esos días, un gran sacerdote, considerado –por no pocos- como uno de los teólogos más importantes de nuestro país –sino el mayor de ellos-, totalmente relegado y perseguido, como es de esperar, por la Jerarquía.

El cura –también ajeno a las noticias- atendió el teléfono y cuando le comenté el anuncio dado minutos antes por el Card. Tauran, tuvo un gran ataque de risa, pensando que era una broma de mi parte. Cuando le confirmé que no era chiste, seriamente profetizó: “La Iglesia Universal se podrá reponer prontamente del desastre por venir una vez que acabe el Pontificado; pero el daño para la Argentina subsistirá por décadas”.

En menos de dos años el Papa Francisco ha nombrado cerca de 30 obispos en el país. Además de la cantidad innumerables de influencias –en las designaciones- durante sus diez años de conducción de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) lo que llevó al periodista Horacio Vertbisky a catalogarlo como el Presidente de la Iglesia Católica Argentina.

Pero eso no es todo. Las repentinas buenas migas con la Presidente de la Nación, Cristina F. de Kirchner, y la consolidación de sus vínculos con otros influyentes políticos argentinos, entre ellos varios presidenciables como Macri, Scioli y Carrió, hizo que la Iglesia Argentina aumentara enormemente su ya consabida influencia en la designación de cargos ejecutivos, legislativos y judiciales.

La inesperada propuesta de la Presidente del joven jurista Roberto Manuel Carlés –de sólo 33 años, todo un récord- para integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene como gran influyente a la figura de Bergoglio. Los diarios de mayor tirada, “Clarín” y “La Nación”, opositores al gobierno pero absolutamente condescendientes con el Papa (uno de ellos tiene un concurso para los niños cuyo premio es ir a conocerlo), lo dicen tangencialmente. El diario “Perfil”, sin ambages, atribuye la propuesta a la directa influencia del Papa, que además vetó a los otros posibles candidatos y reafirmó a este joven, a quien ya recibió en audiencia privada además del publicitado encuentro con la Asociación Internacional de Derecho Penal (comentada en otra entrada de este autor).

No es materia del artículo objetar la figura del joven jurista, que tiene dos doctorados en universidades menores, nula experiencia como magistrado y algunos puntos de su c.v. que ya están siendo cuestionados por las colegiaturas de abogados, sino su pensamiento explícito, a través de las redes sociales, trabajos y reportajes. Discípulo dilecto del cortesano renunciante, E.Raúl Zaffaroni, adhiere sin medias tintas a un férreo laicismo en la gestión de las políticas públicas, al matrimonio igualitario, a la despenalización del aborto y a toda la grilla propia de la progresía vernácula.

Por supuesto que la Jerarquía católica influye desde siempre en estas designaciones. Ya en el gobierno de Carlos Menem se advertía la impronta del Cardenal Primado A. Quarraccino en la llegada de funcionarios “católicos”. En sintonía los poderes públicos se expresaban en contra del aborto y la legislación pro gay. Se trató de posiciones absolutamente farisaicas, pues escondía un régimen de podredumbre.

Es probable que el Dr. Carlés nunca llegue a cometer las tropelías de los neocon menemistas durante la década del ’90. Lo que no se entiende es la influencia directa del Papa en la propuesta de un funcionario que no comulga ni con la doctrina ni con la moral católica. Al contrario, desde su laicismo militante se contrapone a la lucha de algunos solitarios creyentes que aún resisten el retiro de imágenes y símbolos religiosos de universidades, tribunales y otros lugares públicos.

La Iglesia tiene muchos vasos comunicantes con el estado argentino. Los obispos reciben un sueldo mensual equivalente al de un juez federal, embolsando el equivalente a más de 70.000 euros al año. Además, si pertenecen a la línea oficialista del CEA viajan continuamente a distintos lugares del mundo, no solo los mitrados sino también presbíteros y dirigentes -“pastores con olor a azafata”, al decir de un amigo-. Los colegios y universidades –que se dicen católicos, aunque dejen mucho que desear- reciben innumerables subvenciones.

Durante mucho tiempo me preocupaba la idea, instalada desde los sectores más radicalizados de la izquierda argentina, de separar Iglesia y estado. Hoy creo que sería un gran bien para la religión católica. Tal vez muchos ya no quieran ser obispos, ni laicos comprometidos, ni comunicadores sociales de valores, ni dirigentes católicos, pues ello no supondrá ninguna prebenda ni ventaja. Y el estado sería totalmente ajeno a las influencias eclesiásticas, que solo tienen efecto a nivel de escalar posiciones personales pero casi nula en los contenidos.

La profecía del sacerdote amigo –del 13-III-2013- se está cumpliendo, confirmando la tesis del Padre Leonardo Castellani, quien en un artículo de 1958 titulado “Perón y la Iglesia” (Revista Dinámica Social n°89, p.7-9) afirmaba: Cuando más mal le va a la Patria Argentina, más bien y mejor le va a la Iglesia Visible, y viceversa.

Hildebrando Tittarelli

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