Domingo después de la Ascensión
Jn 15: 26-27. 16: 1-4
El evangelio de hoy es un fragmento del discurso de la Última Cena. El Señor advierte a sus discípulos que cuando venga el Paráclito dará testimonio de Cristo. También les dice que también ellos tendrán que dar testimonio de Él.
¿Qué significa dar testimonio de Cristo? Es manifestar las palabras, enseñanzas, vida… de Cristo. El Espíritu Santo es quien les ayudará para poder dar este testimonio. Donde se dé este testimonio, allí estará Cristo; donde este testimonio falte, allí no estará Cristo ni el Espíritu de Cristo. Cualquier cristiano ha de dar testimonio de Cristo a través de su vida, enseñanzas. Hoy día más que nunca hay que dar este testimonio claro en medio de un mundo tan confuso.
Y ahora descendamos a la realidad para comprobar si el cristiano da este testimonio de Cristo. ¿Hacemos realidad este testimonio de Cristo en medio de un mundo que es hostil a Cristo y de una Iglesia que ha renegado de Cristo?
Imaginemos un visitante que acude a Hiroshima o Nagasaki después del bombardeo atómico a comprobar los daños. ¡Todo estaba desolado! Hoy día tenemos que dar testimonio en medio de una Iglesia que también está desolada. En medio de este desconcierto hay muchos falsos pastores que recorren las ruinas comprobando si todavía queda algo con vida. Ejemplo, el cardenal Müller, prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe y amigo íntimo del papa, quien está explicando aquí y allá cómo se ha de interpretar la última exhortación del papa (Amoris Laetitia) y donde dice sí pero no, pero no pero sí… Me vienen a la memoria las palabras de Jesucristo: “Sea vuestro hablar sí sí, no no”. Este cardenal que es amigo de Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez (fundadores de la teología de la liberación). Un cardenal que pone en duda la realidad de la transustanciación del Señor en la Eucaristía, y la virginidad perpetua de María. Este profeta lo que va haciendo es terminar de confundir.
Nos encontramos con una sociedad excristiana donde se han hecho realidad: el divorcio cristiano; donde el aborto está prácticamente tolerado; el matrimonio de los adúlteros está prácticamente legalizado; las uniones homosexuales son toleradas…; la catequesis ha desparecido; el espíritu misional está prohibido, pues todas las religiones son iguales; la apertura a otras religiones, cuando la propia es atacada; se niega el valor universal de los dogmas; los sacramentos han sido prácticamente destruidos, la Misa ha sido prácticamente destruida y sustituida por un show circense o una comida de hermandad… Así pues, cuando hablamos de una Iglesia desolada no estoy exagerando.
Frente a esta Iglesia desolada nos encontramos a los “aguerridos” obispos defensores de la fe, como los obispos vascos que en Radio María hablan de las maravillas de la exhortación del papa o el presidente de la Conferencia Episcopal Española que dice otro tanto. Me admira la “valentía” de estos obispos que dicen que todo está bien y se limitan a poner paños calientes, a pesar de que el lobo está haciendo estragos en el redil…
El Señor le acaba diciendo a sus apóstoles: “Esto os lo he dicho para que no os escandalicéis.. Llegará un día en el que quien os dé muerte pensará que hace un servicio…” “Pero vosotros, tened confianza, porque yo he vencido al mundo”. “Así pues, que no se acobarde vuestro corazón. Yo volveré a vosotros y se alegrará vuestro corazón… y os llevaré, para que donde yo esté también estéis vosotros”.