De la doctrina del evangelio (Juan 4)

Meditación para el domingo vigésimo

Refiere el evangelista un milagro que hizo Cristo, dando salud al hijo de un Régulo en el extremo de la vida a instancia de su padre, con lo que él y toda su cada recibieron la fe del Salvador.

PUNTO PRIMERO. Considera cómo por medio de la enfermedad del hijo trajo Dios a su fe y conocimiento al padre, al hijo y a todo su familia: pondera aquí las trazas de la divina Providencia, y los medios que usa para el bien espiritual de las almas, trayéndolas por gravísimas enfermedades y trabajos a su servicio; adora y venera sus juicios, y recibe con todo rendimiento los trabajos y enfermedades que te enviare, persuadiéndote que por ellos te prepara Dios grandes bienes que ahora no conoces, como levantó a José para gobernador de todo Egipto, por medio de la persecución de sus hermanos y de los muchos trabajos que pasó: humíllate a su voluntad, y toma los que te enviare como mercedes de su divina mano, con todo rendimiento y humildad.

PUNTO II. Considera a este hijo del Régulo, mozo, rico próspero, noble regalado, amado de sus padres, solazado de sus parientes y servido de sus criados, y enfermo en una cama de ardentísimas fiebres en el extremo de la vida, sin que todo lo dicho ni la asistencia de los médicos le pudiesen dar salud. Contempla la fragilidad humana, y qué poco vale todo cuanto el mundo adora, pues nada le pudo valer,  y toda la felicidad de este siglo estriba sobre tan flaco fundamento; y pídele a Dios luz para conocer su voluntad, despreciar todo lo terreno, y no apreciar sino lo celestial y eterno que nunca se ha de acabar.

PUNTO III. Considera cómo en sabiendo el Régulo que Cristo había llegado a la ciudad, fue a pedirle por la salud de su hijo, y aprende a cuidar tú de los que están a tu cargo y Dios te ha encomendado, diligenciando su salud espiritual y el bien de sus almas con toda diligencia y cuidad, y pidiéndole al Señor por ellos con más fe que este Régulo pidió al Salvador la salud de su hijo.

PUNTO IV. Considera la benignidad del Salvador y su grande virtud, con que luego desde allí dio salud al hijo enfermo en su casa; el Régulo le pidió que fuese a ella para verle y sanarle, y Cristo hizo más que le pidió, dándole salud sin dilación desde aquel lugar con sola su palabra: exclama con afecto de admiración, engrandeciendo y ensalzando la virtud inmensa del Señor y la fuerza de su palabra, que así como con ella dio ser a las cosas que no le tenían, así también reparó con ellas las que se iban a caer: póstrate a sus pies y pídele que diga una palabra sobre ti y repare las quiebras de tu vida, y sane tus enfermedades, y te de lumbre de fe como a este Régulo para le conozcas y sirvas en adelante como tienes obligación.

Padre Alonso de Andrade, S.J

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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