De la doctrina del Evangelio. (Luc. 14)

Meditación para el domingo décimo sexto después de Pentecostés

Trata el sagrado Evangelio, cómo siendo Cristo convidado por un fariseo, sanó a un hidrópico que se le puso delante, y cómo con buenas razones confundió sus calumnias, y últimamente exhortó a la humildad, persuadiendo a todos a que tomasen el último lugar en los convites, para ser levantados al primero con honra, y no abatidos del más alto al más bajo con deshonra; porque todos los que se ensalzaren serán humillados, y los que se humillaren ensalzados.

PUNTO PRIMERO. Considera la suma bondad de Cristo nuestro Redentor, a quien los fariseos convidaban, para ver si podían cogerle en alguna palabra o acción menos ajustada, y Él iba a sus convites con ánimo de ganar sus almas y repartirles el pan del cielo, como lo hizo en este convite: alaba y engrandece su bondad, y mira con la paciencia y sufrimiento con que venció la perfidia de los fariseos, y aprende a ser manso y humilde de corazón, para vencer con sufrimiento las calumnias y persecuciones de tus enemigos; pídele que te de su gracia para ejecutar y cumplir lo que te enseña.

PUNTO II. Considera cuán atentos estaban los fariseos, observando las palabras y obras del Salvador con ánimo de calumniarle; avergüénzate de ver cuán descuidado eres tú en mirarlas y contemplarlas para tu salvación. Levanta los ojos al cielo, y mira con la atención que los ángeles le contemplan para alabarle, bendecirle y darle gracias por todas sus obras y palabras, y aprende a contemplarlas con suma atención y reverencia, para bendecirle e imitarle. Mira la modestia y gravedad de sus acciones, y la moderación de sus palabras, y cómo no sale alguna de su boca, que no sea debida. Mira y considera su templanza en la comida y la bebida, y cómo recibiendo el pan de la tierra, les reparte el del cielo; y pídele que te dé alguna parte con que seas participante de su convite para el bien de tu alma.

PUNTO III. Considera cómo se puso el pobre hidrópico en su presencia, mostrándole su enfermedad y pidiéndole y hallando remedio para su dolencia. ¡Oh pecador! aprende a buscar al médico de tu alma, y a presentarte en su acatamiento y descubrirle tus llagas, y a pedirle con humildad y silencio que te dé salud, y confía en su piedad que la tendrá de ti y te la dará. Mira que si no la has alcanzado hasta ahora, es porque no le has buscado, ni manifestado las llagas de tu conciencia; búscale como este hidrópico, y te sanará como a él.

PUNTO IV. Contempla la piedad con que Cristo extendió la mano y tomó la del hidrópico, y al punto le dio salud; y saca dos cosas de esta meditación. La primera extender la mano a los pobres enfermos con piedad y misericordia, y compadecerte de ellos, haciéndoles limosna y curando sus enfermedades como Cristo extendió la suya y sanó a este enfermo. La segunda sea pedir al Señor con humildad que extienda su mano y te cure de todas las dolencias de tu alma, y dé remedio a todas tus enfermedades, y que te tenga de su mano, para que no vuelvas a caer en ellas en adelante.

Padre Alonso de Andrade S.J

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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