LA INQUIETUD
Preciso es decir algo de la inquietud, pues no es puramente tentación, sino manantial de donde y por donde nacen muchas tentaciones. Es la tristeza un dolor que siente el alma por el mal que padecemos contra nuestra voluntad, ya sea mal exterior, como pobreza, enfermedad, deshonra, ya interior, como ignorancia, sequedad tedio o tentación.
Así pues cuando el alma advierte que padece algún mal, se apesadumbra de tenerle, y esto es lo que se llama tristeza: a esto se sigue desear librarse de él y hallar medios para ello, hasta aquí tiene razón, porque es natural a todos desear el bien, y huir de lo que se cree mal.
Si busca el alma por amor de Dios los medios de liberarse del mal, los buscará sin duda con paciencia, dulzura, humildad y paz, esperando verse libre, más por la bondad y providencia de Dios que por su propio trabajo, industria y diligencia; pero si es por amor propio, se agitará y sofocará, buscando medios, como si el remedio dependiese más de ella que de Dios: yo no digo que asi lo piense, sino que se afanará como si lo pensase…
Si puedes manifestar tu inquietud al director espiritual, o a lo menos a un amigo virtuoso y de confianza, cree que en esto hallarás inmediatamente consuelo; porque la manifestación de las penas del corazon hace tanto efecto en el alma, como la sangría en el cuerpo del que está con calentura continua: es seguramente el remedio de los remedios: por eso el San Luis Rey daba a su hijo este consejo: si tienes algún disgusto en el corazon, díselo inmediatamente a tu, confesor o a otra persona virtuosa, y podrás soportar el mal con sus consuelos.
LA TRISTEZA
La tristeza, según Dios, produce penitencia para la salvación, dice San Pablo: “la tristeza del mundo da la muerte”: así que puede ser buena o mala, según los diversos efectos que en nosotros causa. Verdad es que son más los malos que los buenos, porque estos son dos, es a saber, misericordia y penitencia, y los malos son seis, congoja, pereza, indignación, celos, envidia e impaciencia; por lo cual dijo el sabio: “a muchos da muerte la tristeza, y no huy utilidad en ella”, pues por dos arroyos buenos que nacen del manantial de la tristeza, nacen también seis muy malos.
De ella se sirve el enemigo para tentar a los buenos, porque así como procura que los malos se complazcan en su pecado, así también solicita que se entristezcan los buenos en sus buenas obras: y así como no puede procurar mal sino mostrándole agradable, así le es preciso aparentar desagradable el bien para impedirle. Complácese el maligno en la tristeza y melancolía, porque él está y estará eternamente triste y melancólico, y quisiera que todos estuviesen como él.
La tristeza mala turba el alma, la llena de inquietud, ocasiona desordenados temores, causa disgusto en la oración, perturba y debilita la cabeza, deja al alma sin consejo, sin resolución, sin juicio y sin ánimo, abate las fuerzas: en una palabra, es como un riguroso invierno, que marchita toda la hermosura de la tierra y entorpece a todos los animales, porque la tristeza quita al alma su dulzura, y la deja como paralítica privada de todas sus facultades.
“INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA”
San Francisco de Sales