A la perversión moral en la que estamos hoy, no hemos llegado de la noche a la mañana.
I. Cuatro etapas de la Revolución
A mediados del siglo XIV, es decir a fines de la Edad Media, comenzó un movimiento centrífugo de la sociedad respecto de la Iglesia, de éste pudo decir el Papa León XIII:
Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer.[1]
El genio del Prof. Plinio Correa de Oliveira nos presenta luminosamente -en su magistral obra Revolución y Contra-Revolución– las cuatro fases de un movimiento inmenso, por su espíritu, por los objetivos y hasta por los métodos. Un enemigo corrompido y corruptor.
Ese enemigo terrible -explana D. Plinio- tiene su nombre: se llama Revolución. Su causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad [2] que inspiró, sino un sistema, cuando menos toda una cadena de sistemas ideológicos. De la gran aceptación dada a éstos en el mundo entero, derivaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: la Pseudo-Reforma, la Revolución francesa y el comunismo.[3]
Para aniquilar la Civilización Cristiana las mismas fuerzas de la Revolución que articularon la revolución comunista, requintan la revolución del paganismo tribal: desmoronamiento del pudor, la rápida desaparición de las fórmulas de cortesía… Es la cuarta etapa que vivimos hoy. También esta IV Revolución quiere tribalizar la esfera espiritual: corrientes teológicas y canónicas que buscan transformar la estructura eclesiástica en un tejido cartilaginoso, amorfo, «en los que la firme autoridad canónica va siendo sustituida gradualmente por el ascenso de los “profetas” más o menos pentecostalistas, congéneres ellos mismos de los hechiceros del estructuralismo-tribalismo, con cuyas figuras acabarán por confundirse. Como también con la tribu-célula estructuralista se confundirá, necesariamente, la parroquia o la diócesis progresista-pentecostalista.[4]
En el curso del tiempo el hombre se ha vuelto más audaz en su rebelión contra Dios. Primero niega la fe, luego la existencia de Dios, y finalmente la Ley Natural. Hemos visto cómo este proceso culmina en una negación de las esencias. La rebelión ha tomado dimensiones globales con la imposición del ateísmo, las familias de un solo hijo o sin hijos, y la «ideología de género» en naciones enteras.
Y todo este proceso está contenido como germen en el rechazo original del hombre a Dios.
II. Los Romanos Pontífices anatemizaron la Revolución
En el siglo XVI hicieron su aparición el humanismo y la herejía luterana. Martín Lutero fue el gran divisor de la Europa cristiana. El heresiarca estableció un abismo impasable negando todas las mediaciones. Es el viraje del teocentrismo al antropocentrismo, la afirmación del hombre, la ruptura entre el cielo y la tierra por la negación de las mediaciones. Es el punto de partida de la rebelión de los tiempos modernos contra Dios.
«La Revolución religiosa comenzó con el “libre examen” de Lutero, erigiéndose el criterio personal en norma suprema de la verdad cristiana. En vez de aceptar el hombre las verdades de la fe tales como fueron reveladas por Dios e interpretadas y enseñadas por el Magisterio de la Iglesia, su auténtica depositaria, convirtió su propia inteligencia en “cátedra”, aun contra la autoridad de la Iglesia docente».[5]
La Madre Iglesia anatemizó la herejía luterana con el Concilio de Trento, y también por medio de una galaxia de santos: San Ignacio, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Pedro de Alcántara, San Pedro Canisio, San Carlos Borromeo… Fue por medio de los grandes de la santidad cómo el carisma profético se realizó y ejercitó superabundantemente.
«De aquí es que los antiguos herejes y los protestantes modernos cuyas opiniones, por otra parte, están muy discordes, trabajen tan a una en impugnar la autoridad de la Sede Apostólica, a la cual jamás, por ningún artificio ni maquinación, lograron inducir a tolerar uno sólo de sus errores».[6]
La diabólica rebelión continuó emergiendo atrozmente en la Revolución Francesa como consecuencia «de la negación y de las rupturas del siglo XVI, del enfriamiento de la fe durante el siglo XVII, de la exaltación de la razón en el siglo XVIII, y de la explotación de la rebelión por el poder de la francmasonería fundada en 1717».[7]
«No pusieron en cuestión la existencia de Dios, por cierto, pero negaron a la Iglesia y negaron a Cristo como Verbo encarnado, aceptándolo sólo como una gran personalidad. Y aun aquel Dios, cuya existencia toleraron, ya no era el Dios uno y trino, sino un Dios remoto y vaporoso, el Supremo Arquitecto, idea inspirada en el espíritu de la masonería, que fue la gestora principal de aquella Revolución. En fin, tratose de una exaltación desmesurada de la naturaleza, con la consiguiente exclusión del entero orden sobrenatural»[8] sobre la base de un triple contenido ideológico: naturalista, racionalista y liberal.
Al Papa Pío VI le correspondió la defensa católica contra las ideas liberales de la Ilustración y la Revolución Francesa, sobre todo aquella de que el hombre nace absolutamente libre:
«…esa libertad absoluta que no solamente asegura el derecho a no ser inquietado por sus opiniones religiosas, sino que incluso concede la licencia de pensar, de escribir y hasta de hacer imprimir impunemente en materia de religión todo cuando puede sugerir la imaginación más fuera de regla: derecho monstruoso que, sin embargo, le parece a la asamblea que se deriva de la igualdad y de la libertad naturales de todos los hombres. Pero, ¿qué podía haber más insensato que establecer entre los hombres esa igualdad y esa libertad desenfrenada que parece ahogar la razón? ¿Qué hay más contrario a los derechos del Dios creador que limitó la libertad del hombre por la prohibición del mal que –“esa libertad de pensamiento y de obrar que la asamblea nacional concede al hombre social como un derecho imprescriptible de la naturaleza?”».[9]
Durante ese reino de terror, el hombre impío buscó rechazar a Dios y Su autoridad, y pareció haber triunfado momentáneamente. En el punto más alto de su depravación y matanza, los revolucionarios levantaron un altar a la diosa Razón: ¡La Razón es nuestro Dios! Esta es una idolatría en su forma más beligerante. Aquí se prefiguró el materialismo, el comunismo ateo.[10]
«Vino luego la tercera etapa, la más trágica de la historia, la más sangrienta, la etapa del marxismo en el poder, vástago de la Revolución francesa, como se encargaron de señalarlo los iniciadores del nuevo movimiento».
El deísmo del siglo XVIII engendró el racionalismo del siglo XIX y éste produjo el humanismo secular del siglo XX en los Estados Unidos y el comunismo ateo en Rusia, donde Stalin en su búsqueda de usurpar la autoridad de Dios por medio de la exaltación del hombre, conllevó terribles sufrimientos y destrucción para el mismo hombre. «Buscamos destronar a Dios para poner al hombre en su lugar» confesará el mismo Marx.
«El marxismo no es, pues, un aerolito que cae del espacio y se introduce en la historia, sino que está en perfecta continuidad con las subversiones anteriores».[11]
Papa León XIII: …aquella secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de socialistas, comunistas o nihilistas, esparcidos por todo el orbe, y estrechamente coaligados entre sí por inicua federación, ya no buscan su defensa en las tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que, saliendo a pública luz, confiados y a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo el plan, que tiempo ha concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil. Estos son ciertamente los que, según atestiguan las divinas páginas, ´mancillan la carne, desprecian la dominación y blasfeman de la majestad.[12]
Papa Pío XI: el comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana.[13]
III. Metamorfosis de la Iglesia de Jorge Mario Bergoglio
Al principio, el comunismo se manifestó tal cual era en toda su criminal perversidad; pero pronto advirtió que de esta manera alejaba de sí a los pueblos, y por esto ha cambiado de táctica y procura ahora atraerse las muchedumbres con diversos engaños, ocultando sus verdaderos intentos bajo el rótulo de ideas que son en sí mismas buenas y atrayentes…[14]
La Revolución desarrolla pues, una metamorfosis para afincarse mediante los retrocesos tácticos que tan frecuentemente le han sido necesarios: la revolución de las tendencias, la revolución de las ideas, y, la revolución de los hechos.
La teología de la Nueva-Iglesia prepara los espíritus para adherir a la Revolución. A medida que la Nueva-Iglesia fue captando adherentes, ésta forma simpatizantes del comunismo, o hasta comunistas militantes. Así, la victoria de la Nueva–Iglesia tendría como consecuencia fatal la transformación de la Religión Católica –también en materia social- de fuerza irreductiblemente contraria al comunismo, en fuerza auxiliar o hasta propulsora de éste.[15]
La tercera tentación en la cual Satanás tentó a Cristo para hacerse adorar y que todos los reinos de la tierra serían suyos, se convertirá en la tentación de tener una nueva religión sin una cruz, una liturgia sin un mundo por venir, una religión para destruir la religión, o una política que es una religión – una que hace que se le dé al César, incluso las cosas que son de Dios.[16]
Después de desconstruir la Academia para la Vida, la reciente mutación ordenada por el Obispo de Roma, de lo que fue el Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, a otra institución denominada Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, así como la reciente remoción del profesor Josef Seifert de su cátedra en la Academia Internacional de Filosofía por el arzobispo de Granada, España, resultan un ascenso –cada vez más vertiginoso- del proyecto fríamente desenvuelto por Jorge Mario Bergoglio como Obispo de Roma, que ha demostrado con la acción que llegó a ocupar la Silla Petrina para revolucionar la Iglesia, quedando cada vez más claro que ésta no estriba en una metanoia, un cambio de corazón, conversión interior de las almas a él confiadas, una búsqueda de hacer los deseos del Señor, sino una subversión de la Verdadera Fe, de la que él resulta ser el agente principal. Subversión que mueve cada vez a preguntarnos ¿Francisco es Papa?, y si lo es, ¿es católico?
Ergo, la agnóstica y socialista Presidente de Chile –y promotora acérrima de la ideología de género- Michelle Bachelet, que logró la aprobación de una ley abortista en ese país, y que recientemente implantó la ideología de género obligatoria en los colegios, en una reingeniería social frontal que busca «construir una nueva sociedad sobre bases totalmente distintas a las que conocemos, tratando de contrarrestar y anular lenta y discretamente toda visión trascendente del hombre, para sustituirla por un nuevo sistema de valores»,[17] será la invitada de honor del Obispo de Roma, mediante la Academia Pontificia para las Ciencias como ponente en el Congreso sobre «Salud de las Personas y Salud del Planeta: nuestra responsabilidad».
Mientras que órdenes religiosas, cardenales, obispos, sacerdotes y seglares «tradicionalistas» son perseguidos implacablemente por la inquisitorial Nueva-Iglesia, se ha desplegado en las últimas semanas, una inusitada ofensiva de parte de elementos cuestionados por una anti-teología, los cuales sincronizadamente verifican presentaciones públicas y declaraciones que apuntan hacia la consolidación de la fe pervertida.
Por ejemplo, en Bolivia, país considerado un bastión del comunismo y de la progresía católica, con el patrocinio de la Congregación del Santísimo Redentor y la Universidad Católica Boliviana en afán de estar en sintonía con el Papa Francisco y responder en comunión a los desafíos de hoy, en las ciudades de Santa Cruz y Cochabamba, y en esta última en la Facultad de Teología, el redentorista Marciano Vidal, que en 2001 fue notificado por el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe, por tres de sus libros: Moral de actitudes, el Diccionario de ética teológica y La propuesta moral de Juan Pablo II, prohibiendo que estos textos sean utilizados para la formación teológica, dictará una serie de conferencias sobre la Revolución Moral del Papa Francisco y Amoris Laetitia.
Termino, dejando hablar a San Basilio, quien configuró la radiografía de nuestros tiempos:
Mientras tanto, los incrédulos se ríen; los hombres de fe débil se desmoronan; la fe es incierta; las almas están empapadas en la ignorancia, porque los tergiversadores de la palabra imitan la verdad. Las bocas de los verdaderos creyentes se quedan mudas, mientras que cada lengua blasfema sacude sus palabras libremente; las cosas santas son pisoteadas; los mejores religiosos evitan las iglesias como escuelas de impiedad; y levantan sus manos en el desierto con suspiros y lágrimas a su Señor en el cielo. Incluso debes haber oído lo que está sucediendo en la mayoría de nuestras ciudades, cómo nuestra gente con esposas e hijos, e incluso nuestros ancianos salen por los muros, y ofrecen sus oraciones al aire libre, soportando todo el inconveniente del tiempo con mucha paciencia y esperando la ayuda del Señor.[18]
Germán Mazuelo-Leytón
[1] LEON XIII, Encíclica Immortale Dei, nº 9.
[2] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Orgullo y sensualidad: pilares de la decadencia moral. https://adelantelafe.com/orgullo-sensualidad-pilares-la-decadencia-moral/
[3] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Revolución y Contra-Revolución.
[4] Ibíd.
[5] SÁENZ S.J., P. ALFREDO, La cristiandad una realidad histórica.
[6] PAPA PIO IX, Encíclica Noscitis et nobiscum, nº 8.
[7] DE SAINTE MARIE, P. JOSÉ, Nuestra Señora de Fátima en el cumplimiento de la profecía bíblica.
[8] SÁENZ S.J., P. ALFREDO, La Realeza de Cristo y la apostasía del mundo moderno.
[9] PAPA PÍO VI, Breve Quod aliquantum, 10-03-1791.
[10] Cf.: MIRAVALLE S.T.D., MARK I., El dogma y el triunfo.
[11] SÁENZ S.J., P. ALFREDO, La Realeza de Cristo y la apostasía del mundo moderno.
[12] Encíclica Quod Apostolici Muneris, de 28 de diciembre de 1878.
[13] Encíclica Divini Redemptoris n.º 60.
[14] Encíclica Divini Redemptoris n.º 58.
[15] Cf.: Cruzada, agosto-octubre 1973.
[16] SHEEN, Arzobispo FULTON J., El comunismo y la conciencia de Occidente, Bobbs-Merril , Indianapolis, 1948
[17] SANAHUJA, Mons. JUAN CLAUDIO, Noticias globales.
[18] SAN BASILIO EL GRANDE, Ep. 92.