La Transfiguración del Señor

Domingo II de Cuaresma
Mt 17: 1-9

En el monte Tabor los discípulos vieron la gloria de la humanidad de Cristo. No vieron la gloria de la divinidad, pues no puede ser captada por el hombre ahora. Para eso necesitamos una luz especial, el lumen gloriae, que Dios nos dará en el cielo.

La humanidad de Cristo tiene una gran importancia para nosotros. Normalmente nos dirigimos a Cristo más como Dios que como hombre. Cristo es Dios, pero también hombre, y esto a veces lo olvidamos. La humanidad de Cristo es absolutamente fundamental para entender el misterio de la redención.

No podemos decir, como alguno hace, que Cristo era “inmune” a las tentaciones porque era Dios; pues si así lo hacemos entonces el misterio de la redención queda anulado. Las tentaciones de Cristo eran mucho más graves que las nuestras. Para que Cristo pudiera sufrir como nosotros tuvo que asumir una naturaleza humana exactamente igual a la nuestra en todo, menos en el pecado.

Jesucristo se hizo hombre para poder morir por nosotros. Jesucristo no podía morir en su divinidad. Si Cristo no hubiera muerto, permaneceríamos en nuestros pecados. Si el Verbo no se hubiera hecho hombre, entonces nuestra muerte sería una condenación; en cambio, por el hecho de que Cristo murió por nosotros, entonces nuestra muerte se transforma en gloriosa. La muerte es la puerta que nos permite entrar en la Casa del Padre.

Todo amor en este mundo se ha de fundamentar en Dios, pues Dios es amor y fuente de todo amor. Si no es así, entonces el amor no es auténtico.

¡Qué poco pensamos en el amor que Jesús nos tiene! Cristo tiene dos voluntades, una divina, porque es Dios y otra humana, porque es hombre. Esas dos voluntades pertenecen a una única Persona que es divina.
Si el Verbo no se hubiera hecho hombre, entonces no habría sido posible amar a Dios como ahora lo hacemos. ¿Cómo nos podríamos enamorar de Cristo si no se hubiera hecho hombre? Estar enamorado es lo que hace al hombre feliz. El amor a Dios supone cariño, intimidad, igualdad. Y eso era imposible si Cristo no se hubiera hecho hombre. El hombre sólo puede amar partiendo de lo sensible…

Padre Alfonso Gálvez
Padre Alfonso Gálvezhttp://www.alfonsogalvez.com
Nació en Totana-Murcia (España). Se ordenó de sacerdote en Murcia en 1956, simultaneando sus estudios con los de Derecho en la Universidad de Murcia, consiguiendo la Licenciatura ese mismo año. Entre otros destinos estuvo en Cuenca (Ecuador), Barquisimeto (Venezuela) y Murcia. Fundador de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote, aprobada en 1980, que cuenta con miembros trabajando en España, Ecuador y Estados Unidos. En 1992 fundó el colegio Shoreless Lake School para la formación de los miembros de la propia Sociedad. Desde 1982 residió en El Pedregal (Mazarrón-Murcia). Falleció en Murcia el 6 de Julio de 2022. A lo largo de su vida alternó las labores pastorales con un importante trabajo redaccional. La Fiesta del Hombre y la Fiesta de Dios (1983), Comentarios al Cantar de los Cantares (dos volúmenes: 1994 y 2000), El Amigo Inoportuno (1995), La Oración (2002), Meditaciones de Atardecer (2005), Esperando a Don Quijote (2007), Homilías (2008), Siete Cartas a Siete Obispos (2009), El Invierno Eclesial (2011), El Misterio de la Oración (2014), Sermones para un Mundo en Ocaso (2016), Cantos del Final del Camino (2016), Mística y Poesía (2018). Todos ellos se pueden adquirir en www.alfonsogalvez.com, en donde también se puede encontrar un buen número de charlas espirituales.

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