Siempre me ha extrañado por qué la traducción en lengua vernácula la expresión “Dios de los Ejércitos”, fue sustituida incomprensible por “Dios del Universo”. Se le puede dar muchas vueltas, pero la de una equivocación en la traducción no cuela.
Sanctus, sanctus, sanctus
Dominus Deus sabaoth
pleni sunt caeli et terra gloria tua
hosanna, hosanna, hosanna in excelsis
benedictus qui venit in nomine Domini
hosanna, hosanna, hosanna in excelsis.
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Santo, Santo, Santo,
Señor Dios de los Ejércitos.
El cielo y la tierra están llenos de tu gloria.
¡Hosanna! en las Alturas.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
¡Hosanna! en las Alturas.
El Sanctus no es una oración cualquiera, es el trisagio que cierra el Prefacio en el rito católico y otros ritos como el ortodoxo. Su fundamento es esencialmente bíblico, pues es una alabanza de latría. La parte inicial se refiere a Apocalipsis (4,8) y corresponde a las palabras que los ángeles tributaban a Dios en Isaías (6,3).
El texto de la segunda parte, el Benedictus, está tomado del Evangelio de Mateo (21,9), en el contexto de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, que a su vez son unos versículos de uno de los salmos.
La pulcritud del trisagio en aunar los versículos de la Revelación, quedan despachados en una sospechosa traducción que elimina uno de los atributos de Dios para convertirlo casi en un mero demiurgo.
Javier Barraycoa