Odio, Sabiduría y Pascua: ¿Cuál es la Conexión?

¿Por qué la gente sin Dios odia tanto a los creyentes? Porque cualquiera que asegure que hubo un Hombre que resucitó de la muerte, y que seguirlo y obedecerlo nos librará de la tumba, es un rechazo a todos ellos.

Algunas veces la Biblia es útil para algo más que ser incensada en la Misa.

En su homilía sobre el Salmo 63 que está incluida como lectura para la segunda Nocturna de Maitines para el Viernes Santo, San Agustín nos dice sobre la razón de los Fariseos y otros líderes del Templo, y su odio a Jesús y del por qué lo querían muerto.

«Fue como si quisieron ponerlo a prueba, si era un hombre que podría morir, o algo más que un hombre que no sufriría para morir…”

Está todo en el segundo capítulo del libro de Sabiduría. ¿Y qué encontramos allí?

Sabiduría 1, 16 y 2, 1-5.

Pero los impíos la llaman con sus manos y palabras (a la muerte); morándola como amiga, por ella se consumen; con ella hacen pacto, pues son dignos de pertenecerle.

Pues se dijeron a sí mismos, discurriendo no rectamente: “Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del hades”.

De improviso hemos sido engendrados, y después de esto seremos como si no hubiéramos sido; porque humo es la respiración en nuestras narices, y el pensamiento centella del latido de nuestro corazón. Extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza y el espíritu se disipa como tenue aire.

Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras: y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla acosada por los rayos del sol y recargada por su calor. Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y no hay quien vuelva.

Son hombres sin Dios. Ellos no creen que Dios intervino en nuestra creación, que El nos cuida a través de nuestras vidas, que le importa lo que hacemos y como vivimos nuestras vidas. Ellos creen que la vida, la muerte y el sufrimiento no tienen significado ni propósito.

Pero esta incredulidad es intencional, porque a través de ella se imaginan que pueden hacer lo que deseen, disfrutar los placeres de la vida y oprimir a los justos…

¿Por qué esto último? ¿Por qué los impíos odian tanto a los creyentes? Porque nos negamos seguir el programa. Porque sabemos que la premisa es una mentira; esa de que “nadie vuelve” de los muertos y la de que nuestras vidas no tienen significado.

Realmente prueba que no hay nada bajo el sol ¿no es así? ¿No está este libro antiguo recitando el mismo credo de nuestros ateos modernistas? ¿No le suena familiar? No hay Dios, la vida no tiene sentido, la muerte nos llega a todos y no es más que la extinción de una cosa material sin sentido.

¿Cuál es su respuesta? ¡Come, emborráchate, fornica y se feliz!

Pero yo pienso que lo han entendido al revés. Pienso que quieren comer, beber y fornicar y por tanto ellos deliberadamente no creen en Dios. Saben que si creyeran, estarían obligados a dejar su fornicación, su idolatría y vivir una vida correcta y justa.

Este era el objetivo de la escritura que tan a menudo  reprendía a las personas por la “dureza de sus corazones”. Se les ofrece el creer, pero ellos lo rechazan, eligiendo en su lugar al mundo. No hay razón para no creer en Dios. San Pablo nos habla más adelante que la existencia y la bondad de Dios se hace obvia por la simple existencia de la creación, y por su bondad y belleza.

Y aún menos razones tuvieron los Judíos para no creer en Aquel que los sacó fuera de Egipto, que partió el Mar Rojo y ahogó al ejercito del Faraón, que los guió a través del desierto con una columna de fuego y una de humo, que los trajo faisanes y maná, que les dio agua de una roca…

No, no hay excusa para no creer. En realidad no es nada más que aquello de lo que el Salmista nos advierte, el crear “excusas para el pecado”.

Sabiduría 2, 6-9

Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, démonos prisa a disfrutar de todo en nuestra juventud. Hartémonos de ricos, generosos vinos, y no se nos escape ninguna flor primaveral. Coronémonos de rosas antes de que se marchiten; no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad… 

Sería genial ¿no lo cree? Ciertamente tiene su atractivo. Pero hay un lado más obscuro. Porque cualquiera que no quiera seguir esa corriente, que afirme que la vida tiene un significado, que los placeres terrenales no son suficientes, que existe un Dios y que hubo un Hombre que volvió de entre los muertos, y que el seguirlo y obedecerlo nos llevará fuera de la tumba, es un desprecio a ellos.

Sabiduría 2, 9-11

Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras liviandades, porque ésta es nuestra porción y nuestra suerte.

Oprimamos al justo desvalido, no perdonemos a la viuda ni respetemos las canas del anciano provecto

Sea nuestra fuerza norma de la justicia, pues la debilidad bien se ve que no sirve para nada.

Todo está allí. Hasta el credo de la destrucción de los utilitarios. En la ausencia de un significado superior sobre la vida, en la ausencia de Dios para dar sentido y valor al sufrimiento, en el momento en que hay sufrimiento o incluso una disminución en la capacidad de disfrutar de los placeres terrenales, no hay mayor razón para la vida de la persona. Resolvemos la pobreza, matando a los pobres, matando a sus hijos. Respondemos al sufrimiento en la medicina mediante la eutanasia. Respondemos a la enfermedad y a la ancianidad con la compasión de una inyección letal.

Y cualquier persona que contradiga nuestro programa, déjenos usar nuestro poder, el poder de todo el mundo, para detener su oposición a nuestros placeres ya sea con una palabra o una mirada.

Muy a menudo nos preguntamos, ¿por qué no podemos ser simplemente ignorados? ¿Por qué el mundo secular, tan enamorado de sus placeres, se toma tanto trabajo para aniquilar el pensamiento y la moral Cristiana? ¿Por qué no pueden simplemente disfrutar su camino de perdición y dejarnos en paz?

Con sus bocas profesan un credo de “tolerancia” y nosotros clamamos que hay falta, porque es tolerancia sólo para aquellos que están de acuerdo con ellos. Tolerancia con aquellos que rechazan ese programa, tolerancia para aquellos que preferirían vivir tranquilamente en algún lugar, creyendo y adorando a Dios, esos son anatemas.

Sabiduría 2, 12-16

Pongamos garlitos (trampa) al justo que nos fastidia y se opone a nuestro modo de obrar y nos echa en cara las infracciones de la Ley y nos reprocha nuestros extravíos. 

Pretende tener la ciencia de Dios y llamarse hijo del Señor.  Es censor de nuestra conducta; hasta el verle nos resulta insoportable. Porque su vida en nada se parece a la de los otros, y sus sendas son muy distintas de las nuestras

Nos tiene por escorias y se aparta de nuestras sendas como de impurezas; ensalza el fin de los justos y se gloría de tener a Dios por padre.

Su enojo y odio por Cristo y por Su ley, tienen el sonido del chillido del demonio, y esto es de esperarse. Y este chillido endemoniado de odio se extiende a cualquiera que lleve el nombre de Cristo. Fue sobre esto de lo que fuimos advertidos por Nuestro Señor. Ya no le pertenecemos al Mundo.

Por su puesto, esto se aplica directamente y mayormente al mismo Cristo, el Cordero de Dios que fue sacrificado para llevarse los pecados del mundo, para renovar al mundo y para concedernos a “todos los que Lo recibimos, Le Creemos”, el “poder de convertirnos en hijos de Dios; que no nacieron de la sangre, ni de la voluntad de la carne o del humano, pero de Dios”. Pues, mientras hagamos lo que El hizo, y rechacemos el volvernos seguidores del Mundo, el Mundo incitado por el Demonio, odiará aquello que no le pertenece.

Sabiduría 2, 17-20

Veremos si sus palabras son verdaderas, y probaremos cuál es su fin. Porque si el justo es hijo de Dios, El le acogerá y le librará de las manos de sus enemigos. 

Probémosle con ultrajes y tormentos, y veamos su resignación y probemos su paciencia. Condenémosle a muerte afrentosa, pues, según dice, Dios le protegerá».

¿Ha sucedido? ¿Se levantaron los mártires a una nueva vida? Quizás no de la manera en la cual sus perseguidores se mofaron. San Lorenzo no se levantó de su parrilla. San Esteban vio las puertas celestiales delante de él, pero sus atacantes sólo vieron sangre sobre el polvo.

Pero ciertamente, esa es la manera en la cual Cristo, la Cabeza se levantó. De manera espectacular, de hecho, y visto luego por muchos. No recuerdo que vidente era, pero recuerdo haber leído el relato de un santo a quien le fue concedido presenciar la Resurrección de Cristo de la muerte. El estaba acostado en la tumba prestada y los soldados romanos estaban sentados afuera, apoyados en la pesada roca. Y de pronto hubo una luz muy intensa que brilló a través de la roca, como si esta fuera sólo papel encerado. Luego la roca explotó, y como un león El salió…

Ahora, ¡eso si que es una promesa!

Sabiduría 3, 1-7

Las almas de los justos están en las manos de Dios, y el tormento no los alcanzará. A los ojos de los necios parecen haber muerto, y su partida es reputada por desdicha; su salida de entre nosotros, por aniquilamiento. Pero gozan de paz. 

Pues, aunque a los ojos de los hombres fueran atormentados, su esperanza está llena de inmortalidad. Después de un ligero castigo serán colmados de bendiciones, porque Dios los probó y los halló dignos de sí. Como el oro en el crisol los probó y le fueron aceptos como sacrificio de holocausto.

Al tiempo de su recompensa brillarán y discurrirán como centellas en cañaveral.

Y cuando llegó el momento de que el fuego se encendiera de nuevo, los mártires de Roma desataron tal poder de Dios, que los espectadores en las gradas, que momentos antes habían estado clamando por su sangre, se pararon ante aquella visión y profesaban a Cristo y rogaron unirse a ellos.

En el relato del martirio de las santas Felicidad y Perpetua, estaban tan arrobadas con el poder de la gracia del martirio, que no se dieron cuenta cuando los animales salvajes desgarraban su propia carne. Nos preguntamos si sólo es una leyenda piadosa, que san Lorenzo bromeara y le dijera a sus torturadores “denme la vuelta, ya me he cocinado de este lado”. ¿Cómo es posible que san Esteban no se haya dado cuenta de las piedras que trituraban sus huesos?

¿Cómo es esto posible? Nuevamente citamos a san Agustín:

“Muchos mártires sufrieron tales cosas como las que el Salmista oraba en contra; pero ningún mártir brilló con tal gloria como la Cabeza de todos los mártires. En El podemos percibir lo que ellos tuvieron que soportar. El se ocultaba en particular de la insurrección de los malvados, a saber, en sentido de que Dios el Hijo, que fue hecho hombre, se ocultó bajo el velo de su propia carne.

Pues El es tanto Hijo del Hombre e Hijo de Dios, (puesto que El estaba en forma de Dios) y como tal se convirtió en la carne del Hijo del Hombre, en la forma de un servidor; por lo que El tenía el poder de dar su propia vida y poder para volverla a tomar.

¿Qué podían hacerle sus enemigos? Ellos sólo podían matar el cuerpo; ellos no podían matar el alma. Presta atención. Era poco para el Señor exhortar a los mártires mediante palabra, ¿acaso no los había confirmado mediante su ejemplo?”

Y en la tercera oración Nocturna, san Pablo nos repite que no temamos a nada que el Mundo pueda hacernos:

“Viendo que tenemos un Gran Sacerdote, que ha pasado a los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos nuestra declaración. Puesto que no tenemos un Gran Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades; pero fue tentado en todo al igual que nosotros, pero libre de pecado.”

“…Cristo en los días de su carne, habiendo ofrecido en plegarias y súplicas con gran clamor y lágrimas a El [el Padre], que fue capaz de salvarlo de la muerte, y habiendo sido escuchado por su actitud reverente, aunque era Hijo, aprendió la obediencia mediante el sufrimiento que pasó. Y habiendo sido hecho perfecto, se convirtió para todos aquellos que le obedecen, en Autor de la salvación eterna…”

¡Oh Señor, concédenos la gracia de no acobardarnos en la prueba!.

Hilary White

[Traducido por Cecilia González Paredes. Artículo original.]

Hilary White
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