Para crecer en santidad (V). Los pilares de nuestro edificio espiritual – La oración

Preparado ya el terreno y con los cimientos dispuestos para empezar la edificación, es ahora el momento de comenzar a hacer los pilares. Como en todo edificio, hay una serie de pilares que podríamos llamar “maestros” que son los que mantendrán prácticamente la estructura y el peso de todo el edificio. Luego construiremos también pilares “secundarios” que ayudarán en la estabilidad del mismo.

Los cuatro pilares fundamentales de cualquier edificio espiritual que nunca podrán faltar en quien desee llevar una seria vida espiritual son: la oración, el sacrifico, los sacramentos y las virtudes (en especial la caridad y la humildad).

Así pues, entremos ya en el tema y comencemos por hablar de uno de los pilares maestros más importantes: La oración.

Primero de todo decir que no pretendemos hacer aquí un tratado de oración, ni mucho menos, sino simplemente enumerar algunos datos acerca de lo que debe ser la oración cristiana. Hay muchos y muy buenos tratados de oración al alcance de todos.

La oración es para muchos un mundo nuevo y desconocido

A lo largo de mis treinta años de sacerdocio y cuarenta y siete de vida de oración, una de las cosas que más me han llamado la atención es el desconocimiento general que el cristiano de hoy tiene sobre la oración. Para la gran mayoría, la oración queda reducida a la oración vocal (el rezo del Padrenuestro, Santo Rosario…). Algunos, muy pocos, se atreven a hacer “oración” mental; pero cuando les preguntas cómo la hacen, prácticamente todo el tiempo de oración se reduce a la lectura meditada de un libro de piedad. Esto es lo que podríamos llamar los prolegómenos de la oración. Pero entender y más aún practicar la oración a un cierto “nivel” es prácticamente desconocido para el común de los cristianos.

Muchas razones se podrían dar para explicar este desconocimiento, entre otras: la falta de predicadores que hablen de la oración, la poca publicidad que tienen los buenos libros sobre la oración, la actitud bastante frecuente de menospreciar el valor del silencio y la soledad, la sobrevaloración que se da a la vida activa en detrimento de la vida contemplativa, etc…

Descubrir la oración y su valor

Parafraseando lo que nos dice el P. Gálvez en su libro “El Misterio de la Oración”: Fue Santa Teresa, principalmente a través de su Autobiografía y de su libro Las Moradas, quien me hizo descubrir el mundo fantástico y maravilloso -para mí hasta entonces desconocido- de lo que quizá sería la relación amorosa con Dios, junto al inexpresable diálogo de amor entre dos enamorados que en este caso serían Dios y el hombre.

Aquello fue para mí como si hubiera aterrizado en otro planeta. Hasta el punto de que la vida adquirió desde entonces un nuevo sentido. Dios no había sido otra cosa, para un jovenzuelo como yo, que el Ser Infinito y Bueno al que acudir en caso de necesidad y al que además yo nunca había sentido dificultad en amar (bien que a mi modo), independientemente de las exigencias del Primer Mandamiento y sin plantearme mayores problemas que pudieran complicarme la vida.

Fue entonces cuando de pronto descubrí que Dios quería ser mi amigo, que yo podría amarlo hasta el más loco enamoramiento y que Él podría igualmente prendarse de mí. Lo que me abría las puertas de un mundo al que podría entrar para recorrer los apartados senderos por los que andaban los enamorados; sin duda que murmurando mutuamente en susurros lo que de por sí resultaría inefable para cualquiera otro. Todo lo cual, si bien fue demasiado fuerte para mi entendimiento y para mi corazón, me proporcionó la respuesta a la pregunta que tan a menudo me había formulado a mí mismo: si acaso la vida poseía algún sentido. Cuestión para la cual jamás había encontrado solución alguna.

El que ha descubierto el valor de la oración y la pone en práctica es como aquél que encuentra un cofre donde hay un tesoro, lo abre y se aprovecha de lo que allí se encuentra. El cofre está ahí; todos tenemos acceso a la llave, pero muy pocos se molestan en abrirlo.

Definición de oración

La oración es un diálogo amoroso entre Dios y el hombre, el hombre y Dios.

El tiempo dedicado a la oración es uno de los más importantes en la vida del cristiano. Es el momento en que Cristo y el hombre se “funden”, sin perder cada uno su propia identidad, en amor recíproco; donde ambos se dan y se entregan mutuamente. Es el momento del encuentro, del reposo, de la lucha… y todo ello movido por el amor mutuo.

El tiempo de la oración es el momento en el que recargamos nuestras “baterías” pues estas tienden a perder su poder como consecuencia del peso del día y del calor. El tiempo de la oración es un momento de ensueño, alegría, paz, encuentro; y a veces también, de sufrimiento y ausencia. Es en cierto modo un momento en el que nos unimos a Dios, anticipando así la bienaventuranza celeste aquí en la tierra.

Condiciones para que la oración sea posible y fructífera

1.- Cuando uno va a hacer oración es conveniente, aunque no necesario, estar en gracia de Dios. Hasta el pecador puede y debe rezar. Por ejemplo: la oración del alma arrepentida que busca a Dios y pide perdón, es una oración muy agradable a Dios. Ahora bien, si lo que deseamos es avanzar en la vida de oración, es necesario estar en gracia de Dios; sin ella no se podría pasar de los grados iniciales de oración.

2.- El silencio y la soledad. El mismo Señor nos lo dice: Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo dará.»(Mt 6:6). Deberemos procurar silencio tanto interno como externo. Es decir, encontrar un lugar donde no haya ruidos. Por otro lado también tendremos que procurar el “silencio interno”; es decir, olvidarnos momentáneamente de los quehaceres y problemas del día a día. Aunque también podremos traer esos problemas cotidianos como tema de conversación para hablar con Dios.

3.- El lugar para la oración. El lugar ideal es el templo, la capilla o el oratorio. Ahora bien, muchas veces no será posible acceder a una Iglesia, bien porque la distancia sea considerable o bien porque la Iglesia esté cerrada (que será lo más frecuente). Y dentro del templo, el mejor lugar es cerca del Santísimo. En muchas ocasiones, la distancia al templo o la hora en la que nosotros podamos hacer la oración, harán que sea imposible llegar hasta él; por lo que tendremos que buscar algún otro lugar solitario donde orar: monte, playa (vacía) e incluso en alguna habitación de la propia casa (donde no haya ruido).

Un consejo: no sé si se habrán dado cuenta que en casi todos los hospitales suele haber capilla. Estas capillas están accesibles las 24 horas del día, todos los días de la semana. Os lo comento porque a mí me han solucionado el problema en multitud de ocasiones.

4.- El tiempo y el momento del día dedicados a la oración. Cualquier cristiano debería dedicar al menos media hora cada día a hacer oración. Si es un alma consagrada (sacerdote, fraile, monja o seglar consagrado) su tiempo de oración no debería bajar de una hora diaria. Que nadie me objete que no hace oración porque no tiene tiempo; pues yo le preguntaré: ¿tiene tiempo para comer? ¿Tiene tiempo para dormir? Siempre encontramos o “hacemos” tiempo para aquellas cosas que son necesarias. Es más, siempre encontramos tiempo para aquello que nos gusta. ¿Me dirá entonces que no hace oración porque no es necesaria o más bien porque no le gusta?

En cuanto al momento para hacer nuestra oración. Todo depende de que la Iglesia esté abierta; de nuestras posibilidades… Lo mejor es hacer como hacía el Señor, buscarnos un tiempo cuando nadie nos busque ni nos necesite; en algunas ocasiones supondrá quitar tiempo al sueño: De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí hacía oración”. (Mc 1:35)

5.- La humildad. Es una de las condiciones más importantes que ha de cumplir nuestra oración si deseamos que sea escuchada por Dios. Recordemos el episodio del fariseo y del publicano que nos cuenta el evangelio (Lc 18: 9-14): “Dos hombres subieron al Templo a orar: … Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado”. O en ese otro lugar donde el Señor nos dice que sólo revela “sus secretos” a los pequeños: “Por aquel tiempo tomó Jesús la palabra y dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien”. (Mt 11: 25-26)

6.- La perseverancia. Como nos dice San Pablo (Rom 12:12), hemos de ser constantes en la oración. Esta práctica de piedad es la que más suele sufrir dependiendo del humor con el que nos hayamos levantado. Al final, sólo hacemos oración cuando nos apetece y no cuando lo necesitamos (que es siempre).

7.- El sacrificio. Es imposible crecer en la vida de oración si a esta no va unida una vida de sacrificio y penitencia. Recordemos también, como nos dice Cristo, que en la lucha contra el demonio son necesarias la oración y la penitencia. (Mt 17:21)

8.- En el Espíritu Santo. No olvidemos que es el Espíritu Santo el que ora en nosotros con gemidos inenarrables. Sin el Espíritu Santo nuestra oración nunca llegaría al cielo. (Rom 8:26)

9.- Que proceda del corazón y no sólo de los labios: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón anda lejos de mi” (Mt 15: 7-9)

Mantener la presencia de Dios durante todo el día

Si la oración la hemos definido como una conversación de amor entre el alma y Dios; mantener la presencia de Dios es el resultado de llevar al Amado siempre en la mente y en el corazón. Del mismo modo que el enamorado tiene siempre presente la imagen de su amada, también el cristiano debe llevar a Dios en su mente y en su corazón las veinticuatro horas del día. Es lo simpáticamente decía Santa Teresa de Ávila: “también entre los pucheros anda Dios”.

Tipos más frecuentes de oración

  • Según el modo: hablamos de oración vocal, mental y contemplación o propiamente mística.
  • Según el contenido, la podemos dividir en: oración de súplica o petición, de acción de gracias, de alabanza y de unión con el Amado.
  • La oración también puede ser privada o en común. En este artículo nos referimos especialmente a la oración personal y privada. Ejemplos típicos de oración en común son la Santa Misa, el rezo del Santo Rosario en familia…

Los santos y la oración

Ya hemos visto cómo Cristo practicaba la oración. El evangelio también nos muestra cómo Él enseñó a sus discípulos a orar: “Cuando oréis decid así: Padre nuestro que estás en los cielos…” (Mt 6: 9-13).

La Virgen María también oraba: “Y ella guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2:19).

Los apóstoles no sólo aprendieron de Cristo a orar, sino que también practicaron la oración una vez que Cristo hubo muerto y resucitado: “Todos éstos perseveraban unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con los hermanos de éste”. (Hechos 1:14)

La oración fue siempre un pilar esencial en la vida espiritual de todos los santos:

  • Santa Teresita del Niño Jesús: “La oración y el sacrificio constituyen todas mis fuerzas; son mis armas invencibles”.
  • Sor Lucía de Fátima: “En la oración recibirás fuerza y luz. Nunca consideres malgastado el tiempo que emplees en la oración .La causa del mal que hay en el mundo y de la tristeza de muchas personas proviene de la falta de oración”.
  • San Antonio María Claret: “La oración es el mejor medio para obtener la conversión de los pecadores, la perseverancia de los justos y el alivio de las almas del Purgatorio”.
  • San Alfonso María de Ligorio: “Se peca porque se quiere, pues quien reza no peca, y quien no reza peca infaliblemente. Si somos vencidos, la culpa es nuestra, por no haber orado…”
  • San Juan Bautista de la Salle: “La oración ha de ser tu principal apoyo, no la dejes nunca“.
  • San Claudio de la Colombiere: “Cuenta tus penas a Jesucristo, que está siempre cerca de ti“.
  • San Vicente de Paul: “En la oración mental es donde encuentro el aliento de mi caridad. Lo más importante es la oración; suprimirla no es ganar tiempo sino perderlo. Dadme un hombre de oración y será capaz de todo“.
  • San José de Calasanz: “Sin la oración no se puede estar bien con Dios; porque es tan necesaria a la persona interior como el alimento corporal a la persona exterior“.
  • San Roberto Belarmino: “No hay santo alguno que no haya sobresalido en la oración.”
  • San Juan Berchmans: “En el descuido de la oración está el origen de toda apostasía de la religión católica“.
  • San Alonso Rodríguez: “En la oración es donde nuestro corazón más se ejercita en el amor actual a Dios“.
  • San Juan de la Cruz: “Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno“.
  • San Luis Gonzaga: “La oración es el medio más corto y eficaz para alcanzar las virtudes“.
  • Santa Teresa de Jesús: “En la oración es donde Jesucristo da luz para conocer las verdades“.
  • San Juan de Ávila: “Las armas ofensivas y defensivas contra los demonios están en la oración, la cual ellos querrían quitar, porque con la oración tenemos desarmados a los demonios“.
  • Santo Tomás de Aquino: “Dios da la gracia sólo a los que se la piden; por tanto sin oración no puede haber salvación“.
  • San Bernardo: “La oración nunca es infructuosa“.
  • San Isidoro de Sevilla: “En ningún momento anda el demonio tan solícito en distraernos con la memoria de las cosas temporales como cuando nos dedicamos a la oración“.
  • San Agustín: “Dios atiende siempre nuestra oraciones aunque no nos dé lo que le pedimos. Él sabe lo que nos conviene. Como Padre amoroso que es, nunca dará a su hijo lo que pueda hacerle daño o no le convenga, aunque se lo pida llorando”.
  • San Justino: “La oración y la acción de gracias son lo que más agrada a Dios“.
  • San Efrén: “Gran armadura es la oración, tesoro maravilloso, riqueza inagotable, puerto sereno, fundamento de tranquilidad, raíz, fuente y madre de innumerables bienes … Durante toda la vida del hombre , no hay tesoro comparable a la oración“.

Las etapas más comunes de la vida de oración

Si la oración vocal nos suele acompañar toda nuestra vida – tiempo que dedicamos a rezar el Santo Rosario, ciertas devociones particulares…- , la oración mental sufrirá cambios continuamente. No se puede decir que, incluso aunque el alma sea generosa y devota, haya un progreso continuo en la vida de oración; sino que ésta suele tener altibajos; pasar de la simple meditación a la contemplación, y vuelta a empezar. Este suele ser el método que Dios utiliza con la mayoría de las almas que se acercan a este mundo maravilloso.

Es muy común, que muy poco después de que hayamos comenzado a practicar la oración diaria, Dios nos traslade a una incipiente oración contemplativa con el fin de que “gustemos” a Dios y experimentemos su cercanía. Es un truco que Dios utiliza para “engancharnos”. Poco después, el agua volverá a su cauce y tendremos que ir lentamente pasando, como nos dice Santa Teresa en sus “Moradas” de una habitación a otra, más interior, íntima y profunda. Poco a poco esa oración, preferentemente meditativa, se irá tornando en contemplativa; donde ya no intervendrá tanto la mente sino el corazón. Los largos discursos de un principio, irán dando paso al silencio, que en un comienzo será seco y árido, y luego lleno de color, amor y sufrimiento. Será entonces cuando estemos entrando en el mundo de la contemplación mística. Un mundo no reservado a las “almas privilegiadas” sino disponible para todo aquél con el corazón suficientemente grande para amar y para ser amado.

El abandono de la oración

Muchos son los que movidos por un deseo de progreso espiritual se dan cuenta de la necesidad de la oración y comienzan a orar, pero muy pocos son los que perseveran. Las causas más frecuentes del abandono en la oración son: el pecado, la superficialidad de nuestra vida, el activismo, el no haber “contactado” con Cristo y el estancamiento en la oración.

Es también bastante frecuente que la oración se estanque durante un tiempo. Cuando la oración se estanca se debe, en la gran mayoría de los casos, al hecho de que Dios está esperando que nosotros movamos ficha. Igual que en el ajedrez, en algunas ocasiones estamos esperando que Dios mueva ficha, cuando en realidad es nuestro turno. Dios está esperando que nos libremos de esos apegos o eliminemos ciertas imperfecciones que son un verdadero obstáculo para proseguir en nuestro camino espiritual. Mientras que no lo hacemos nuestra oración se estanca. Y ya sabemos lo que ocurre cuando el agua se estanca, fácilmente se corrompe.

Algunas desviaciones de la oración cristiana: Los “nuevos métodos” de oración

Desde hace más de cincuenta años, y como consecuencia del terremoto que asoló la Iglesia por los años sesenta del siglo pasado, muchas almas consagradas y cristianos en general, salieron en busca de nuevas experiencias de oración. Fue cuando se introdujeron ciertas “desviaciones” en lo que debería ser la oración cristiana. Estamos hablando de los “métodos orientales de oración”. Estos métodos carecen de contenido sobrenatural, por lo que no deberían ser usados por ninguna persona que deseara adentrarse en el mundo de la oración cristiana.

Resumiendo la información que sobre los mismos hace el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2726) y la Carta de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe del 15 de octubre de 1989 parafraseamos: Hay que advertir que uno de los errores más difundidos hoy en Occidente en torno a los “métodos orientales”, y más en particular el yoga, la oración Zen…,es creer que se trata de simples métodos de relajación o de ejercicios gimnásticos muy aptos para descargar al hombre moderno de su tensión psicológica, afectiva, laboral, etc., sin caer en la cuenta de que conllevan todo un trasfondo filosófico-religioso y que su fin no es una simple relajación física y psíquica, sino un vaciamiento de sí mismo

Ante la fascinación orientalizante que existe en buena parte de nuestra sociedad occidental, como fruto de la profunda decadencia de valores que sufre actualmente y que le conduce hacia un desmedido afán de novedad, de originalidad y de entusiasmo por lo exótico; y ante el hecho cierto de que se puede descubrir esa misma fascinación en ámbitos católicos, incluso dentro de comunidades religiosas, debido a un mal entendido “ecumenismo” y al deseo de un “diálogo interreligioso” ajeno a cualquier norma de prudencia; hemos considerado conveniente exponer unas breves notas acerca de los riesgos principales que de estas actitudes se pueden derivar para un católico, así como algunos de los puntos doctrinales que éste debe tener claro con relación a unas filosofías y religiones, que en no pocos aspectos muestran unas diferencias esenciales con la fe de la Iglesia. En especial, queremos advertir de la ingenuidad con que muchas personas enfocan los denominados “métodos orientales”, considerando equivocadamente que se trata de simples técnicas de respiración y de relajación, sin otras cuestiones de mayor fondo.

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Hay muchos aspectos y facetas de la oración que se quedan en el tintero; pero dado que lo que aquí se intenta es hacer una mero bosquejo de la misma y de la importancia de la oración para el cristiano, los pasamos por alto. Aspectos como: Las promesas del Señor para aquellos que oran, las tentaciones en la oración, las distracciones en la oración, los enemigos de la oración, las épocas de “sequía” y la importancia de perseverar en la oración, la oración y la imitación de Cristo, la postura más conveniente para orar, el uso de un libro para los que comienzan a orar…

Así pues, hemos levantado nuestro primer pilar. La semana próxima comenzaremos a construir el segundo pilar de nuestra vida espiritual: el sacrificio. No olvidemos, que estos pilares habrá que seguir construyéndolos y manteniéndolos durante toda nuestra vida; pues no son pilares estáticos, sino vivos y continuamente cambiantes.

Padre Lucas Prados

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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