¿Podemos realmente esperar que todos nos salvaremos?

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No, no podemos

La respuesta a esta noción anticatólica tan popular desde el avance del neo-modernismo conciliar  y los años posteriores,  se desprende de las lecturas de Maitines de este lunes del Breviario Romano. Son un fragmento del  De fide et operibus liber I de San Agustín, que la Iglesia elige como un comentario al Evangelio de hoy (San Mateo 25: 31-46).

Como siempre, el rito romano tradicional tiene todas las respuestas a todas las grandes preguntas de nuestra fe:

Si se pudiera llegar también a la Vida sin guardar [los Mandamientos] con sólo la fe, y si la fe sin obras está muerta (Jn ii 17) ¿cómo puede ser verdad lo que les dirá a los que pondrá a la izquierda: Id al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles? 

A éstos no los increpa porque no han creído en Él, sino porque no han hecho obras buenas. En efecto, para que nadie se prometa la Vida Eterna con sólo la fe, que sin obras está muerta, para eso dijo que separaría a todas las gentes, que mezcladas utilizaban los mismos pastos, para que quede bien claro que quienes digan: Señor, ¿y cuándo te vimos sufriendo lo uno y lo otro, y no te servimos?, son los mismos que habían creído en Él, pero que no se habían preocupado de hacer obras buenas, como si con la sola fe muerta se pudiese llegar a la Vida Eterna. Y si van a ir al fuego eterno los que no han hecho obras de misericordia,  ¿no irán acaso los que arramplan con lo ajeno, o los que, corrompiendo en sí mismos el templo de Dios, fueron inmisericordes contra sí mismos, como si las obras de misericordia sirviesen de algo sin el amor, cuando dice el Apóstol: Si distribuyo a los pobres todo lo mío, pero no tengo amor, no me sirve de nada? ¿O como si alguno pudiese amar al prójimo como a sí mismo, cuando no se ama a sí mismo?, pues el que ama la iniquidad, odia a su alma (Ps. X. 6)

Tampoco puede aceptarse aquí aquello con lo que algunos se engañan a sí mismos, al decir que el fuego es eterno pero no el castigo; porque entienden arbitrariamente que aquellos hombres cuya fe está muerta pasarán por el fuego, que será eterno, pero que a su vez son los mismos a los que se les promete la salvación. Es decir, que el fuego es eterno, pero su combustión o actividad ígnea no es eterna en ellos. El Señor respondió a esto de antemano, cuando concluyó su sentencia de este modo: Así irán éstos a la combustión eterna, pero los justos a la vida eterna. Por tanto, habrá una combustión eterna, como el fuego. Y la Verdad dijo que irán a ella los que declare faltos, no de fe, sino de buenas obras.

[Traducción Juan Campos. Artículo original]

RORATE CÆLI
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