Siempre había deseado que, el día de mi toma de hábito, la naturaleza estuviera vestida de blanco como yo. La víspera de ese hermoso día yo miraba tristemente el cielo plomizo del que solo de vez en cuando se desprendía una lluvia muy fina; pero la temperatura era tan suave que ya no esperaba que nevase. A la mañana siguiente el cielo no había cambiado. Al tomar mi hábito entré de nuevo en la clausura y lo primero que vi en el claustro fue a «mi Niño Jesús color rosa» sonriéndome en medio de flores y de luces. De inmediato mi mirada se dirigió al patio….y caían copos de nieve…¡El patio estaba blanco como yo!
¡Qué delicadeza la de Jesús!…en atención a los deseos de su prometida le regalaba nieve…¡Nieve!