Señores obispos: Más pantalones, y menos reuniones

La semana pasada aconteció en España un hecho gravísimo que ha pasado muy desapercibido: la aprobación en el Congreso de la Proposición de Ley de Podemos contra la discriminación por orientación sexual, conocida como Ley LGTBI, con el apoyo, vía voto directo, o vía abstención, de la mayoría de grupos.

Muy resumidamente, con esta Ley se implantará una dictadura totalitaria del movimiento sodomita y del feminismo radical más rancio y zafio, puro marxismo cultural. Se obligarán a todos los colegios, privados incluidos, a enseñar en sus aulas ideología de género e historia del movimiento LGTBI, se perseguirá brutalmente a cualquier crítico e incluso se permitirá que niños “cambien de sexo” –cosa por cierto biológicamente imposible-, sin el permiso de sus padres… y mucho más.

En realidad, esta legislación sólo viene a regularizar lo que de facto ya está ocurriendo en buena parte de la enseñanza pública, donde los niños son instrumentalizados para ser reeducados en los postulados sodomitas. ¿Creen que exagero? Les voy a contar un caso concreto que conozco de primera mano, pero que fácilmente se puede extender a la mayoría de centros de enseñanza pública y, tras la Ley, será lo mínimo que nos espera.

Este es el cartel que encontramos en un Instituto de Secundaria de la provincia de Sevilla, recordemos, donde hay niños desde 12 años. Nótese la aparición de dos lesbianas desnudas abrazándose en él. Hasta no hace mucho un hecho así habría sido castigado por un juez como corrupción de menores. En dicho Instituto existe un cargo designado exclusivamente para la difusión de la ideología de género, y el feminismo radical más abyecto, llamado con el eufemismo de “coordinadora de igualdad”.

Les invito a pasar por su página web donde verán como de 10 publicaciones, 7 son para promocionar la ideología de género, el lesbianismo, la homosexualidad, el feminismo radical y enseñarnos lo nefasto que es el heteropatriacardo que sufrimos. A los niños desde los 12 años se les da en horas de clase charlas de “sexualidad” –a espaldas de los padres-, por personas de diversas asociaciones de esta índole. Los padres no tienen nada que decir, ni Ampas, ni el profesorado de religión, nadie, muy al contrario, la mayoría les aplauden. Ante nuestros ojos vemos cómo corrompen a nuestros hijos y sólo estamos pensando en si en el recreo comen bocadillos o fruta.

Así califica la web del Instituto este cartel: "Una maravillosa infografía que deja birn claro la distinción entre el Sexo, Género, Identidad, Expresión de Género y Orientaciones del deseo. Qué viva la diversidad…"
Así califica la web del Instituto este cartel: «Una maravillosa infografía que deja bien claro la distinción entre el Sexo, Género, Identidad, Expresión de Género y Orientaciones del deseo. Qué viva la diversidad…»

Esto, amigos, es sólo un ejemplo ilustrativo para ilustrar la gravedad extrema de lo que está sucediendo, y lo que se quiere ahora institucionalizar, lo que les espera a todos nuestros hijos. No es una excepción, esto se está introduciendo en la enseñanza pública, y privada, a ritmo de vértigo ante la pasividad absoluta de los padres y, como verán, la mayoría de estas actividades están patrocinadas por la propia Universidad de Sevilla.

Realmente nada de esto me sorprende, y no es más que las últimas etapas del proceso de corrupción moral de la sociedad, anestesiada, tras cincuenta años de liberalismo, por la siempre eficaz inyección de los medios de comunicación al servicio de los poderes que controlan la agenda internacional. Como bien dijo en su día sin tapujos el ínclito Alfonso Guerra, “a España no la va a conocer ni la madre que la parió” … y así es.

Tras varias generaciones inoculando el veneno liberal, la mayoría de la sociedad se encuentra carente de los más mínimos valores para reaccionar o, siquiera, para identificar el peligro que todo esto supone, no ya para ellos mismos, sino para sus propios hijos.

Hasta aquí, como he dicho, nada me sorprende ya hoy en día, pero si me maravilla que desde la Iglesia católica no haya habido ningún llamamiento a la movilización general de las familias contra esta aberración. Silencio absoluto. Como padre indignado, preocupado y angustiado con esta situación, me he preguntado esta semana muchas veces, ¿dónde demonios están nuestros obispos?

Señores obispos, es cierto que tienen un historial muy largo de cobardía y abdicación, pero aun así pensaba quedaría todavía un mínimo de dignidad y coraje ante el ataque a la infancia… pero veo que no.

Les encanta reunirse en plenarias, asambleas, de las cuales salen unos documentos absurdos, ininteligibles, en los que sencillamente no se dice nada; siempre me ha maravillado el extraño “arte” postconciliar de rellenar cientos de folios para no decir absolutamente nada, y, lo poco que se dice, mejor olvidarlo.

Perdonen, pero estoy indignado, realmente indignado con ustedes. Yo sí soy un indignado de los de verdad… y con motivos. Hay una Santa y justificada indignación, el cristianismo no es la religión plana y de bobalicones que nos quieren enseñar, también es necesario reaccionar e indignarse, como nos enseñó Nuestro Señor cogiendo el látigo para expulsar del templo a los que habían convertido su casa en una cueva de ladrones. ¿Para qué queremos tantas conferencias episcopales, comisiones, subcomisiones, secretarías, movimientos, reuniones, pastorales y todo lo que se les pueda ocurrir si no tienen pantalones para hablar de lo que hay que hablar? ¿Ustedes no son los pastores que defienden las ovejas?

Basta ya de cobardías y de renuncias señores obispos, déjense de reuniones estériles, de procesiones -y que conste que me encantan-, y de declaraciones grandilocuentes y huecas, y den la cara de una vez por su grey, defendiéndola, llamando a la acción. Estamos en una guerra gravísima contra la sociedad cristiana, contra la infancia, y ustedes todo lo que tienen que decir y hacer es: NADA.

No se merecen ni un céntimo de nuestros bolsillos, por cobardes en el mejor de los casos, por vendidos en el peor, por traición sumarísima a su grey en todos. Como padre, he de decirles que esperaba de su parte un mínimo de gallardía y de hombría, que compruebo no tienen. Ustedes, señores obispos, deberían estar llamando a la movilización general, deberían estar dando la cara delante del Congreso, de los colegios, de todos aquellos sitios donde están destrozando a nuestros hijos, pero no, era mucho esperar, eso que lo hagan otros, ¿verdad?

Los profesores de religión callados en los institutos, los obispos igual, y el papa jugando a los chinos promoviendo todo esto con su confusión.

Señores obispos, ustedes van a tener un problema personal muy serio, ¿saben por qué? Porque un día tendrán a Jesucristo delante suya –y no se podrán refugiar en  la colegialidad ni en el espíritu del Vaticano II- y les dirá “¿y tú qué hiciste para defender a mi grey?”, y sólo podrán responderle “NADA, Señor, fui un cobarde sin pantalones, un traidor”.

Y en eso, señores obispos, los pocos que resistimos les ganamos por goleada, podrán intentar corromper a nuestros hijos, e incluso lo conseguirán, pero el día que tengamos al Señor delante podremos decirle: “Yo si hice lo que pude” … a pesar de tus pastores.

Miguel Ángel Yáñez

Miguel Ángel Yáñez
Miguel Ángel Yáñez
Empresario, casado y padre de familia católico.

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