Son palabras muy consoladoras pronunciadas por Jesús en el discurso de la Última Cena. Palabras que son muy consoladoras que superan nuestras expectativas, aunque también provocan en nosotros un cierto escepticismo, pues nos resulta difícil creer que Dios nos va a conceder lo que le pidamos.
Esta charlita es para muy poca gente, pues sólo para aquellos que se han tomado en serio el amor de Cristo. El mensaje de hoy es precisamente para ellos.
Esta promesa del Señor se funda en la misma naturaleza del amor. Entre personas que están enamoradas, cuando una le pide algo a la otra, ésta intenta dárselo, precisamente por el amor que se tienen. Pues eso, llevado a la plenitud es lo que ocurre cuando a quien de verdad amamos es Jesús.
El Cantar de los Cantares nos dice: «Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado». Si los deseos de Jesús son para mí, ¿cómo va a dejar de escucharnos?
Jesús nos amó hasta el fin, pero ¿qué significan estas palabras?
En Cristo, puesto que hay dos naturalezas (divina y humana), hay también dos voluntades (divina y humana). Por eso Cristo nos ama a nosotros como hombre y como Dios.
¿Y cómo amamos nosotros a Cristo? En un primer momento lógico – que no temporal – lo amamos como hombre, pues es lo que captamos; nos enamoramos de Él. Y en un segundo momento lógico, lo captamos como Dios. La relación amorosa con Jesús se hace facilísima.
Si Jesús nos amó hasta el fin, ¿no nos da vergüenza amarlo nosotros tan poco?