Los hermeneutas del Papa

Hace unas semanas oí la predicación de un cura que recriminaba a aquellos que, según él, sembramos la división dentro de la Iglesia, porque criticamos al Papa Francisco.

Le conozco bien. No se trata precisamente de un clérigo progresista, sino de un presbítero con buena formación, piadoso, valiente, sin respetos humanos, entregado a su ministerio sacerdotal de manera abnegada.

Pero, en este caso, como en el de tantos otros obispos y sacerdotes que, con mejor o peor intención, se atreven a condenar a quienes, con el debido respeto, nos limitamos a poner en evidencia los errores doctrinales y pastorales del Santo Padre, comete una grave injusticia. Por defender la virtud de una obediencia mal entendida, atenta contra la virtud de la caridad.

Quienes criticamos con crítica constructiva y respetuosa a Francisco no juzgamos sus intenciones ni interpretamos sus enseñanzas. Nos limitamos a comparar sus palabras  con el Magisterio tradicional y perenne de la Iglesia, descubriendo las contradicciones existentes.

Por ejemplo, durante un retiro predicado en Roma el 12 de junio de 2015, Francisco dice: “Hay un principio de moral que es muy claro ad impossibilia nemo tenetur. Hay gente que está sellada por hábitos que no puede superar, o por situaciones de vida que no puede disolver, porque hay una familia de por medio. El solo hecho que alguien venga y se arrodille en el confesionario es signo de arrepentimiento y el gesto es anterior a la palabra, es un gesto de arrepentimiento. Y el hecho de que alguien venga con este gesto al confesionario es porque tiene ganas de cambiar. A veces las limitaciones humanas son tantas que solamente el abrazo y el cariño de la madre Iglesia entiende que ad impossibilia nemo tenetur y con el cariño de Jesús le dice andate en paz, procura no pecar más”.[1] En el contexto del tema de la confesión sacramental, que Francisco está abordando en esta ocasión -como puede comprobar quien lo desee, mirando los minutos previos y posteriores a la cita que he transcrito-, el Papa parece estar sugiriendo que, para dar la absolución, no es necesario pedir al penitente propósito de la enmienda. En cualquier caso, lo que sí afirma con claridad es que existen situaciones de pecado o vicios que son imposibles de superar.

Veamos qué enseña, por el contrario, el Concilio de Trento en el Decreto sobre la Justificación: “CAP. XI. De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos. Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera.

CAN. XVIII. Si alguno dijere, que es imposible al hombre aun justificado y constituido en gracia, observar los mandamientos de Dios; sea excomulgado”.

¿Qué hay que interpretar aquí? Nada. Francisco dice negro donde Trento dice blanco. Así de sencillo.

Y si no fuera así, si estuviéramos errados, si realmente entendemos  mal lo que dice, ¿por qué él, como Pastor Supremo de la Iglesia  no cumple con su deber de confirmar a los católicos en la fe, disipando cualquier sombra de duda y aclarando todo posible equívoco? ¿Por qué permanece en silencio dejando que reine la confusión en el seno de la Iglesia?

Curiosamente, los que nos increpan por criticar al Papa considerando que nos atribuimos una autoridad superior a la del Vicario de Cristo (lo cual no es cierto) son quienes, para salvar a Francisco, se erigen a sí mismos en intérpretes del Sumo Pontífice, tratando de buscar una explicación, por enrevesada que sea, a aquellas palabras que a todas luces resulta evidente que contradicen el Magisterio de la Iglesia. Se da así la paradójica circunstancia de que, en lugar de ser el Papa quien juzga e interpreta si las enseñanzas de los obispos y sacerdotes, las teorías de los teólogos y las catequesis de los laicos son ortodoxas, actualmente son los obispos, sacerdotes, teólogos y seglares defensores incondicionales del Santo Padre quienes juzgan e interpretan si las enseñanzas, teorías y catequesis de Francisco son ortodoxas. A veces contra la manifiesta voluntad del Papa, como ha ocurrido en el caso de la aplicación de algunos de los polémicos párrafos de Amoris laetitae, cuya interpretación laxa y contraria a Familiaris consortio ha sido defendida por Francisco en carta dirigida a los obispos de Buenos Aires. El mundo al revés. En este caso, la Iglesia al revés.

Nuestros detractores nos acusan de dividir a los cristianos, pero en realidad son ellos, con el Papa al frente, quienes tratando de justificar lo injustificable, consciente o inconscientemente, están trazando una línea divisoria entre ellos, con sus nuevas heterodoxas teorías y los que queremos ser fieles al Magisterio de siempre.

Su “lógica” es tan absurda como si -por poner una comparación que ayude a entender lo descabellado de sus acusaciones hacia nosotros- imputasen la culpabilidad de un robo, no al ladrón, sino a la víctima que lo denuncia, al policía que lo captura, al periódico que da la noticia y al juez que lo condena.

Pidamos a Nuestra Señora, María Santísima, que obtenga de la Trinidad Beatísima, luz y fortaleza para el Romano Pontífice, con el fin de que pueda y quiera desempeñar su sagrada misión conforme a la voluntad de Cristo.

José María Permuy Rey

[1] Se puede ver en video en https://www.youtube.com/watch?v=PD0VTK6RWR4 a partir del minuto 38

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