Del Catecismo de la Iglesia Católica:
#1671 Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre «con toda clase de bendiciones espirituales» (Ef. 1:3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo.
#1672 Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Entre las que están destinadas a personas -que no se han de confundir con la ordenación sacramental- figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes, el rito de la profesión religiosa y las bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campana.
¡Qué bien hacen las bendiciones!…….. con frecuencia poco valoradas tanto en la recepción por parte de los fieles como en su ejercicio por parte de los sacerdotes. Hay que superar ciertos complejos o «respetos humanos» que han llevado a las bendiciones al cuarto trastero o al baúl de los recuerdos. Vamos a proponer algunas muy significativas para la vida cristiana:
– Bendición del «no nacido» y si concebido. Ya se puede hacer, gracias a Benedicto XVI. Una madre embarazada puede solicitar la bendición de su hijo en el vientre, antes de nacer, desde que sabe de su existencia. Es muy hermosa esa bendición. Conozco el caso de una madre cuyo niño venía con un tumor maligno y así iba a nacer. Tras la bendición del sacerdote el tumor desapareció en la ecografía y el niño nació sano del todo. Con esta bendición la Iglesia afirma la doctrina de la vida desde la concepción.
– Bendición del Hogar, y de la familia. Al estrenar casa, o después si no se hizo al estreno, que sea bendecido el hogar con toda la familia. De ese modo se invoca la protección Divina sobre el devenir presente y futuro de esa Iglesia doméstica que es toda familia cristiana.
– Bendición del lugar de trabajo. Para que seamos conscientes del valor santificador de toda tarea honrada.
– Bendición de los Objetos de Devoción (Rosarios, Escapularios, Cuadros, Imágenes….) para que aumente el fervor.
– Bendición del Agua, que es muy bueno tenerla en casa. Un pequeño bote, de material digno, con agua bendita, hace mucho más bien en el hogar de lo que podamos imaginar.
– Bendición del Viaje. Pedirla al sacerdote cada vez que hagamos un viaje, para invocar la protección celestial durante el mismo.No hace
– Bendición de cada persona en particular. No hace falta causa o motivo….., es muy grata a Dios esa «bendita» (nunca mejor dicho) costumbre de pedir la bendición al sacerdote.
Rompamos el yugo sutil de la cultura laicista que pretende arrinconar o eliminar todo signo sagrado. Que los laicos se acostumbren a pedir la bendición, y los sacerdotes nos acostumbremos a darla con facilidad, ya que lo que recibimos gratis, gratis….y sin apuros….hemos de darlo.