Estimado adolescente:
Quizás su comentario podría resumirse en uno de sus propios párrafos: “¿En verdad creen que delatando errores, malas conductas e, incluso, herejías de la jerarquía eclesiástica se saca algún provecho? ¿Acaso ustedes pueden hacer algo al respecto?”
Le tengo que decir que sí, que en verdad creo -y si usted echa un vistazo a la blogísfera católica verá que son muchos los que opinan como yo-, que en este momento el deber de algunos es denunciar lo que está ocurriendo con la Iglesia y en la Iglesia.
Por cierto que es importante anunciar el amor a Dios y al amor al prójimo al que nos manda el Evangelio, pero si hay verdadero amor a Dios, se defiende su causa cuando es atacado por sus enemigos. Zelo zelutus sum pro Domino Deo exercituum (“Me consume el celo por el Señor Dios de los ejércitos”) decía el profeta Elías, y se lanzaba a combatir a los dioses paganos y a sus sacerdotes. Y esa era su modo (o su carisma) para demostrar el amor a Dios y el amor a sus hermanos judíos, porque el amor más grande hacia el prójimo es mostrarle la Verdad de Dios tal como nosotros hemos tenido la gracia de conocerla.
Estamos viviendo desde hace algunas décadas momentos gravísimos. Si no fuera por la promesa hecha por Nuestro Señor a Pedro, muchos de nosotros pensaríamos que la Iglesia está punto de desaparecer, engullida por el Mundo y, lo más grave de todo, entregada por quienes ocupan el lugar de administradores: el Papa y los obispos. Sabemos que esto había sido profetizado en el Apocalipsis y otros libros sagrados; los principales exégetas y comentadores así lo han explicado e, incluso, las revelaciones privadas que se ha dignado hacernos la Santísima Virgen hablan de lo mismo. Pero saber que todo esto debe cumplirse no nos exime del deber de la denuncia.
Ciertamente, esa función -denunciar e identificar a los lobos que rodean el rebaño- es función principal e ineludible de los pastores pero, como sabemos, nuestros pastores, en su inmensa mayoría, se han vendido a los lobos y no trepidan en entregar sus ovejas a cambios de los favores y aplausos del mundo. Son pastores que fornican con los poderes de la tierra. Y me refiero a los obispos, sobre todo a los argentinos, que son los que más conozco. No sucede lo mismo con buena parte de los sacerdotes, que son fieles pastores de su rebaños y, por eso mismo, son perseguidos implacablemente con la crueldad que solamente un obispo puede exhibir. Sé de sacerdotes que, siguiendo la sugerencia del cardenal Sarah, comenzaron a celebrar la misa ad orientem en sus parroquias y sus obispos desataron contra ellos feroces persecuciones. Y ellos no poseen muchos medios de defensa; suelen estar solos, desamparados y empobrecidos.
A los laicos, entonces, corresponde suplir en cuanto podemos la función que ellos -los obispos- no cumplen, y denunciar a diestra y siniestra los estragos que estamos viendo a diario. Y estas denuncias no tienen como objeto escandalizar. Por el contrario, buscan evitar el escándalo que provocan en los fieles las palabras y los gestos del Papa Francisco y de sus adláteres. Y le pongo un par de ejemplos muy recientes:
- Un alto oficial de la Curia vaticana, el P. Hofmann, dijo la semana pasada: “Queridos amigos judíos e israelíes, no se preocupen que no se le dará a la FSSPX la regularidad canónica”. Este personaje, desembozadamente y sin ninguna vergüenza, admite que, para una parte al menos del Vaticano, es más importante estar de amigos y mantener “relaciones carnales” con los judíos en vez de levantar las injustas sanciones canónicas que pesan sobre un importante número de católicos nucleados en la Fraternidad. Prefieren al enemigo aún a costa de entregar a los propios. O, dicho de otro modo, entregan a las ovejas para que sean devoradas por los lobos.
- A partir del último viernes, Argentina cuenta con una edición semanal de L’Osservatore Romano, que ha sido puesta a cargo, por expreso deseo de Bergoglio, de Marcelo Figueroa, un “teólogo” protestante y de Santiago Pont Lezica, director de FM Milenium, una radio que se precia de ser ecuménica porque “se seleccionan textos del Corán, como de diferentes religiones”; se lee la Biblia o la promueve la campaña de la tolerancia…”. El objetivo de la nueva publicación es «llevar la palabra verdadera y concreta del Papa”. Es decir, la palabra del sucesor de Pedro y vicario de Cristo, de aquél puesto para confirmar a sus hermanos en la fe, estará en manos de un protestante y de un licuado de religiones; es decir, estará en manos de los lobos. Una vez más, y en este caso el mismísimo Sumo Pontífice, entrega el aprisco a la jauría para que se den un festín.
Dígame usted, estimado adolescente, si frente a esta situación no le hierve la sangre y no siente la necesidad de denunciar el crimen que se está cometiendo. Y más aún, si no le asombra y rebela que aquellos mismos que se proclaman devotos católicos y a quienes Dios ha concedido suficiente inteligencia para discernir, sigan ciegamente -insisto, ciegamente- las palabras del Papa Francisco, aún a costa de sus propios hermanos. Los famosos neocones, la quinta columna dentro de la Iglesia, que pretenden fidelidades a Santo Tomás de Aquino y se agrupan como la Falange española, pero terminan siendo funcionales a un enemigo peor aún que la Pasionaria.
Finalmente, señor adolescente, dice usted: “no gasten tintas en otra cosa que no sea para parir la verdad que salve o bien para incrementar nuestro amor hacia el prójimo; de lo contrario, callen…pues ya estamos saciados de desprecios”. Recuerde que la Verdad ya fue parida por la Santísima Virgen un día de Navidad hace algo más de dos mil años, y el mensaje que la Verdad nos trajo lo tiene usted en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, tal como nos ha sido enseñada por los Padres y Doctores de la Iglesia. Allí debe acudir en busca de la Verdad. A nosotros, en este momento histórico, se ha encomendado la tarea de denunciar el error, para que la Verdad brille aún más.
Como usted dice, repitiendo el salmo 122, “estamos saciados del desprecio de nuestros enemigos”. Los que escribimos y comentamos en este blog también estamos saciado del desprecio de nuestros enemigos desde que éramos adolescentes como usted. Y aquí nos tiene, varias décadas más tarde, con el mismo desprecio a cuesta.Esto vir! Sea hombre, y resista.
(Fuente: The Wanderer)