Comunión en la mano: cuando el abuso se impone por la falta de fe

Vivimos actualmente una de las situaciones más paradójicas (y trágicas) que revelan la evidente falta de fe en la eucaristía: la práctica imposición de la comunión recibida en la mano con la excusa del temor al contagio. Un miedo objetivamente injustificado ya que no hay razonamientos científicos probados que apoyen esta medida arbitraria que, en forma de “consejo” ha dado una puntilla definitiva a la devoción eucarística a nivel casi universal. Dejando de lado la cuestión científica (que solo cito de manera adyacente) me centro en este artículo en la carencia de fe en lo que es y debe ser centro y raíz de nuestra doctrina: la presencia real de Cristo en la Eucaristía. A modo de introducción aludo al siguiente documento magisterial hoy vigente:

La Instrucción Redemptionis Sacramentum, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (año 2004) señala lo siguiente: 

[92.] Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.

[93.] La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.

[94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano». En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión.

Es decir: se reconoce el derecho de cada fiel a recibir la comunión en la boca. Ningún obispo puede obligar a recibirla en la mano; si puede, como de hecho lo hacen muchos, aconsejar hacerlo así. Pero un consejo no puede estar nunca por encima del magisterio. El mismo código de derecho canónico en su canon 843 reconoce el derecho del fiel a recibir los sacramentos con la condición de estar en Gracia de Dios y no estar sujeto a pena canónica.

Sin embargo la realidad cotidiana nos ofrece un espectáculo paradójico donde:

1: En muchos templos se dice a los fieles que han de comulgar en la mano de forma obligatoria. No en base a norma canónica alguna sino a una especie de “artículo 33” sacado de la manga de quien así lo impone.

2: Igualmente cuando algún fiel, haciendo uso de su derecho, abre la boca ante el ministro para comulgar recibe de ésta la insolente admonición (y humillación pública) para que ponga la mano o, incluso, deje de comulgar.

3: La paradoja de toda esta tragedia radica en que se alude a la “obediencia” a la autoridad para hacer algo que es ajeno a la ley del que se arroga esa potestad. Y se tilda de “desobediente” al que, sencillamente, no quiere someterse al abuso clerical sobre algo que, para más inri, ha sido siempre desaconsejado y hasta prohibido por la Iglesia.

Debe anotarse, en justicia, que después de más de UN AÑO celebrando la Santa Misa diaria en comunidades católicas tradicionalistas (como la FSSPX, FSSP, ICR…etc) así como en parroquias donde SI se ha respetado el derecho de los fieles a comulgar en la boca (y el derecho DIVINO a ser bien recibido), la incidencia de COVID entre estos fieles ha sido de CERO. Los medios informativos, en su campaña permanente de odio contra la verdadera Iglesia, no han tenido la oportunidad de hacer eco de un contagio masivo motivado por comulgar en la boca. Hubiera bastado UN solo caso en el mundo para que, como lobos hambrientos, los perros de la prensa hubieran lanzado su letal campaña. 

Pienso que este abuso clerical (con la excusa del covid y la intención real  de dejar ya impuesta esta forma protestantizada de comulgar) está ya suficientemente denunciado en las redes a través de páginas defensoras de la tradición católica. Por ello en este artículo quiero aludir a lo que quizás esté más oculto de todo este desvarío: la falta de fe en la eucaristía. No afirmo que quien comulga en mano carezca de fe; sino que esa fe va en profundo declive para converger con la “fe” protestante que presenta la eucaristía como un símbolo fraterno y/o una comida que se comparte sin tener en cuenta esa presencia real (no es signo ni símbolo) en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Pongo como ejemplo la actitud, casi mayoritaria, de fieles que se someten al abuso clerical y se someten sin darle importancia alguna en su interior y priorizan la obediencia al superior (que en este caso lo que da es solo un “consejo” pues no puede dar una orden contraria a  la misma ley canónica). Fieles que pertenecen a los llamados “nuevos movimientos  laicales” surgidos al espíritu del Vaticano II, bien formados y con vida interior profunda y compromiso apostólico claro. Fieles que se esfuerzan en vivir la moral cristiana y en tener una fuerte vida de oración. Sin embargo fieles que a la hora de comulgar, habiéndolo hecho siempre en la boca y hasta arrodillados, extienden hoy su mano para recibir a Cristo por el simple hecho de que “el obispo así lo aconseja”, “mejor seguir el consejo que llamar la atención”, “preferible obedecer el consejo que montar batallitas”….etc.

Con esos argumentos se muestra la nueva paradoja interna en la Iglesia que lleva al abandono de la máxima reconocida en santo Tomás de Aquino sobre el límite de la obediencia cuando lo mandado es contrario a la conciencia bien formada en la fe en Cristo. Se sustituye el concepto católico de obediencia (obedecer a Dios antes que a los hombres) por el imperativo categórico de Kant (obediencia debida al superior sin límte alguno) a la par que se prioriza la institución a la que se pertenece (el movimiento laical) elevando esa priordad desde un radical voluntarismo vaciado de fervor: te encuentras con católicos de Misa diaria que comulgan en la mano por «obediencia» pero sin dar razones de esa obediencia. Unido a lo anterior se hace patente la actitud cobarde y egoísta de los fieles católicos que, a causa de un miedo (fundado o infundado) priorizan su salud física personal a la infamia de poner el cuerpo de Cristo a los pies de la gente que pise las partículas sagradas que caen al suelo, o quedan pegadas en los guantes mojados de jabón viscoso y acaban en la basura…etc. Se da pues mayor importancia y cuidado a la salud personal que a la ofensa a Su Divina Majestad. Tremendo!!!

Recuperemos pues la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Defendamos el derecho de recibir la comunión como la misma Iglesia expresa en sus documentos magisteriales vigentes. No nos dejemos engañar por un falso concepto de obediencia que, paradójicamente, imponen aquellos que, desde hace medio siglo, quieren acabar con la obediencia verdadera al depósito de la fe, al dogma, a la moral cristiana objetiva y natural. Debemos recibir la comunión, ante todo, en Gracia de Dios; y, estando en Gracia, podemos recibir a Cristo en la boca y arrodillados ante su Divina presencia. Y NADIE NADIE NADIE tiene derecho a impedirlo.

Y, sobre todo y por encima de todo: digamos alto y claro que, desde una conciencia formada, sabemos que comulgar en la mano NO agrada a Dios, pues no comulgamos así lo aconseje quien sea…..Y PUNTO.

Padre Santiago González
Padre Santiago González
Sacerdote de la archidiócesis de Sevilla ordenado en el año 2011

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