¿Comunión bajo las dos especies?

Mientras la Iglesia celebra este año el 100º aniversario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, además de las canonizaciones de Jacinta y Francisco Marto, la mayoría de los católicos modernos de hoy se asombraría al descubrir que los tres pastorcitos eran católicos ‘tradicionalistas’. Cuando Nuestra Señora se les apareció en 1917, y cuando en 1916 el ángel guardián de Portugal los preparó para dicha visita, los niños de Fátima asistían fiel y exclusivamente a la misa tradicional en latín.

Sin embargo, a los católicos tradicionalistas podría sorprenderles que en 1916 el ángel guardián de Portugal entregó la sagrada comunión, a Jacinta, Francisco y Lucía bajo las ‘dos especies.’ No teman, amigos, eso no era una aprobación de la costumbre protestante adoptada tras el Vaticano II de lo que en la Iglesia algunos llaman “comunión bajo las dos especies.” 

El ángel guardián de Portugal apareció a los tres pastorcitos por tercera y última vez en el Cabeco. El Cabeco es una colina rocosa con una cueva cerca de su base, rememorando el Calvario con la tumba de Cristo en su base. El Cabeco es mi lugar favorito para hablar con los peregrinos sobre el santísimo sacramento, dado a que el ángel se apareció allí en 1916 con una hostia sangrante de la cual los niños vieron caer gotas de preciosísima sangre dentro de un cáliz. Esta aparición del ángel con el santísimo sacramento evoca la preciosísima sangre que Nuestro Señor y Dios, Jesucristo, derramó en el Calvario y que en cada santo sacrificio de la misa se recuerda.

La hostia sangrante y el cáliz permanecieron suspendidos en el aire cuando el ángel se arrodilló con los tres niños a postrarse frente a la presencia real de Nuestro Señor y Dios, Jesucristo. El ángel los guió en la repetición de la ‘oración del ángel’ tres veces:

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo, y Espíritu santo, Os adoro profundamente y Os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, Os pido la conversión de los pobres pecadores.”

El ángel y los tres pastorcitos se arrodillaron ante el Señor en la eucaristía, la postura utilizada para recibir la sagrada comunión en una misa tradicional en latín. Arrodillarse ante el Señor es indicación clara de nuestra sumisión al Rey de Reyes. Estar parados para la sagrada comunión o durante la adoración eucarística, Dios no lo permita, se opone a nuestro rito latino tradicional y significa igualdad con el Dios Todopoderoso. Hay que pararse ante los iguales. Hay que arrodillarse ante la presencia divina, como se demostró en Fátima.  

Doblar la rodilla para adorar al Señor en la eucaristía es realizado también en la misa tradicional en latín, en la que hay al menos once genuflexiones del sacerdote para honrar la presencia real del Señor después de la consagración de la hostia, y en la misa Novus Ordo, en la que fueron reducidas a tres. Lex orandi, lex credendi (la ley de la oración es la ley de lo que se cree): como en Fátima, la adoración de rodillas refleja y refuerza nuestra fe católica en el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo realmente presente en el santísimo sacramento. Es por esto que antes del Vaticano II nuestras iglesias católicas tenían un comulgatorio (baranda) para arrodillarse durante la comunión; y la remoción del mismo hace unos cincuenta años en la mayoría de las iglesias católicas revela lo devastadoramente reducida que se ve la creencia en la presencia real.

Cuando el ángel ofreció la sagrada comunión a los tres niños, solo la mayor, Lucía (de 10 años), recibió la hostia sagrada, dado que ya había tomado su primera comunión. Pero los más jóvenes, Francisco (de 8) y Jacinta (de 7), no habiendo tomado su primera comunión, bebieron del cáliz la preciosísima sangre de Cristo. A diferencia de la práctica protestante de comer el pan junto con el jugo de uva o vino, el ángel no les dio ambas, la hostia sagrada y la preciosísima sangre a ninguno de los niños. Lucía, y solo Lucía, recibió la hostia.  Francisco y Jacinta, y solo ellos, recibieron el cáliz.

Cuando el ángel dio el cáliz a Jacinta y Francisco, les dijo: “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.” El ángel estaba indicando directa y correctamente que tanto el cuerpo como la sangre de Cristo estaban contenidos en el cáliz.

Cuando el ángel desapareció junto con el cáliz, Francisco preguntó a su prima mayor, Lucía, si él y su hermana habían recibido la sagrada comunión dado que no habían recibido una hostia. Lucía afirmó sin dudas que habían recibido la sagrada comunión.  Lucía respondió correctamente ya que, sea en la hostia sagrada o en la preciosísima sangre, Jesús está verdadera y enteramente presente. Esto confirma la práctica milenaria de recibir solo la hostia consagrada en una misa tradicional en latín. Confirma que el Señor está realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en la hostia. No hace falta “beber de la copa,” como dicen ahora, para recibir la preciosísima sangre de Cristo, dado que ya está contenida en la hostia sagrada.

La respuesta de Lucía, así como las palabras del ángel, reflejan lo que afirma el capítulo III de la 13ª sesión del Concilio de Trento, que dice: “ … siempre ha subsistido en la Iglesia de Dios esta fe, de que inmediatamente después de la consagración, existe bajo las especies de pan y vino el verdadero cuerpo de nuestro Señor, y su verdadera sangre, juntamente con su alma y divinidad: el cuerpo por cierto bajo la especie de pan, y la sangre bajo la especie de vino, en virtud de las palabras; mas el mismo cuerpo bajo la especie de vino, y la sangre bajo la de pan, y el alma bajo las dos, en fuerza de aquella natural conexión y concomitancia, por la que están unidas entre sí las partes de nuestro Señor Jesucristo, que ya resucitó de entre los muertos para no volver a morir; y la divinidad por aquella su admirable unión hipostática con el cuerpo y con el alma. Por esta causa es certísimo que se contiene tanto bajo cada una de las dos especies, como bajo de ambas juntas; pues existe Cristo todo, y entero bajo las especies de pan, y bajo cualquiera parte de esta especie: y todo también existe bajo la especie de vino y de sus partes.”

La 13ª sesión del Concilio de Trento, capítulo IV, decreta que por la consagración del santo sacrificio de la misa, “…se convierte toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y toda la substancia del vino en la substancia de su sangre, cuya conversión ha llamado oportuna y propiamente Transubstanciación la santa Iglesia católica.” No obstante, en el contexto de la 13ª sesión, capítulo III: Jesucristo está verdaderamente presente: cuerpo, sangre, alma y divinidad en las dos especies, como lo afirmó el mensaje de Fátima.

Pero entonces, ¿por qué el ángel dio la preciosísima sangre a Jacinta y Francisco? La enseñanza del mensaje de Fátima no solo era para católicos del rito latino sino también para los del rito oriental, especialmente para los que estaban en lo que se convertiría en Unión Soviética y que pronto encontrarían su fe católica amenazada por los errores de Rusia – como predijo Nuestra Señora, el 13 de julio de 1917. En los ritos orientales, los niños toman su primera comunión como infantes en el momento de su bautismo, recibiendo una gota de la preciosísima sangre en forma de vino. Luego, mientras crecen y son muy pequeños como para recibir a Jesús en forma de pan, el sacerdote les da una gota de la preciosísima sangre por medio de una pequeña cuchara que se utiliza para administrar la sagrada comunión bajo ambas especies a los que ya son mayores, como acostumbra el rito católico bizantino.

No hay nada de malo en la tradición del rito católico oriental, en la que el sacerdote ofrece la hostia consagrada mezclada con el vino consagrado directamente en la boca del comulgante, por medio de una cuchara pequeña. En el folleto clásico, Comunión bajo Ambas Especies: una Sumisión Ecuménica, Michael Davies comienza diciendo: “No existe objeción teológica a que los laicos reciban la comunión bajo las dos especies (sub utraque specie). La controversia sobre el asunto fue iniciada por quienes afirman que hay una objeción teológica a la recepción de la comunión bajo una sola especie.” Observemos que la insistencia equivocada en la necesidad de que los laicos reciban la comunión bajo ambas especies fue la base para la herejía husita del siglo XV.

En nuestros tiempos, la posible referencia del mensaje de Fátima a los ritos orientales también podía ofrecer consuelo a los católicos tradicionalistas que se sienten abandonados por la protestantización de la misa Novus Ordo, centrada en el hombre. Como muchos refugiados del rito oriental que escaparon de la Rusia comunista, muchos católicos del rito latino huyeron a las iglesias de rito bizantino u oriental en busca de un lugar seguro, donde sus liturgias divinas con siglos de antigüedad y bellamente centradas en Dios se siguieron ofreciendo después del Vaticano II.  

En Fátima hay un lugar de referencia, la cúpula del Domus Pacis, que marca el lugar exacto de una capilla de rito oriental. Esta cúpula de la iglesia de rito oriental, se eleva justo detrás de la venerable Basílica de Nuestra Señora del Rosario. Esta capilla de rito oriental está en el segundo piso del Domus Pacis, la sede internacional del Ejército Azul de Nuestra Señora de Fátima (Apostolado Mundial de Fátima), que fue construido entre los años 1953-1958. Domus Pacis también alberga una capilla de rito latino en el primer piso. La capilla de rito oriental tiene una tradicional pared de íconos (Iconostasio) dedicada a Nuestra Señora de la Dormición. Se pretendía, junto con la cúpula distintiva, simbolizar y orar por la conversión de Rusia, como prometió Nuestra Señora de Fátima el 13 de julio de 1917. El cardenal Eugene Tisserant, jefe de la Congregación para las Iglesias Orientales, bendijo el Domus Pacis el 12 de octubre de 1956, como delegado pontificio del papa Pío XII.

Pero, en definitiva, somos católicos de rito latino y no nos sentimos a gusto sin nuestra misa tradicional en latín. Damos gracias a Dios y a Nuestra Señora de Fátima por las pocas oportunidades que tenemos para asistir a la misa inmemorial de todos los tiempos. Pareciera que falta un largo trecho para que la misa tradicional en latín se restaure por completo y esté disponible a los católicos de todo el mundo, diariamente y sin restricciones. Pero Nuestra Señora de Fátima nos da esperanzas, por lo que dijo en Fátima el 13 de julio de 1917: “Al final, mi inmaculado corazón triunfará.”

Padre Ladis J. Cizik

[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.]

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