Composición de lugar. Contempla a la Magdalena a los pies de Cristo Jesús.
Petición. Dadme, Jesús mío, arrepentimiento de mis pecados.
Punto primero. Había en la ciudad una mujer llamada Magdalena, que por sus pecados de impureza muy arraigados y escandalosos era llamada la pecadora, la cual, o por haber oído algún sermón de Cristo, o por saber el amor con que recibía a los pecadores, junto con la inspiración del cielo que la tocó con una gran luz, acudió a los pies de Cristo Jesús para alcanzar perdón de su desastrada vida… Contemplar, hija mía, este corazón enfermo, esta alma herida, esta oveja descarriada a los pies de Cristo Jesús, Médico y Pastor de las almas, y anímate, si eres pecadora, con tal ejemplo… ¿Qué hace la Magdalena, y qué hace el buen Jesús en esta ocasión? Medítalo, que hallarás gran consuelo, aliento y confusión… La Magdalena, ejemplar de las almas arrepentidas, todo lo que primero había empleado para ofender a Cristo, lo empleó después en su servicio… Vence los respectos humanos: dirígese a casa del fariseo, donde está el Salvador; se postra a sus pies… los besa con sus labios… los riega con sus lágrimas… los unge con preciosos olores… los limpia con sus cabellos… convirtiendo en instrumentos de satisfacción todas las cosas que habían sido ocasión de pecado y perdición… ¡Qué penitente tan fervorosa, hija mía! Bien dijo Cristo que era el alma que más amaba cuando vivía sobre la tierra. ¿La has imitado en el pecado? Imítala en la penitencia, y serás tú tambien amada del Señor con preferencia.
Punto segundo. Observa la conducta de Cristo Jesús en la conversión de la Magdalena. ¿dónde la recibe? En el mismo convite… ¿Cómo la recibe? Con amor y reverencia… ¿Cómo la defiende? Con prudencia y eficacia, haciéndole ver al malicioso fariseo por medio de la hermosa parábola de los dos deudores, que Magdalena amaba más que él, porque más se le había perdonado, y que porque amaba más por eso hizo más obras en su obsequio… “¿Ves esta mujer? Le decía al fariseo malicioso y que presumía de justo; ¿ves sus suspiros y sus lágrimas, su humillación y confusión y las intenciones para aplacar a Dios? ¿ves todo esto? Pues considéralo bien, y confúndete por lo poco que tú amas y sirves a Dios, por lo poco que tú haces para alcanzar perdón o dar a Dios satisfacción de tus pecados…”
Punto tercero. Luego dijo Jesús a la Magdalena: “Perdonados te son tus pecados;” y turbándose los circunstantes de esta palabra, decían dentro de sí: “¿Quién es Éste que perdona los pecados?” Pero Jesús dijo segunda vez a la mujer: “Tu fe te ha hecho salva; vete en paz…” ¡Oh, hija mía! ¡qué entrañas tan amorosas las de Jesús! ¡qué palabras tan dulces para los pobres pecadores! ¿Quién mirando a la Magdalena, si es pecador, no le vienen deseos de echarse a los pies de Cristo para oír de su boca: Vete en paz, tus pecados te son perdonados?… Oh, hija mía, hazle así… ¿Ves esta mujer? Te dice Jesús. En ella te ves tú retratada… Ven a mis pies, y te perdonaré como a ella… ¡Oh mi adorado Jesús! ¡Oh misericordiosísimo Jesús! A vuestros pies se llega esta pecadora con grande confianza, y los abraza con amor. Propongo seguir vuestros pasos con gran firmeza, y no apartarme de Vos hasta que me digáis: Vete en paz, porque tus pecados te son perdonados.
Padre nuestro y la Oración final
Fruto. Repetiré muchas veces al día: Jesús mío, misericordia y enmienda para mi pobre alma pecadora.
San Enrique de Ossó