Finalmente, el Sínodo para la Amazonia pasará a la historia como el Sínodo de la Pachamama. ¿Y quién es Pachamama? Es la diosa Tierra, una divinidad pagana venerada por los padres sinodales reunidos en Roma en las últimas semanas. La imagen de Pachamama hizo acto de presencia en los jardines vaticanos el pasado 4 de octubre, durante la víspera de la inauguración del Sínodo para la Amazonia.
Durante una ceremonia presidida por una india amazónica en presencia del papa Francisco y de cardenales y obispos, se adoró a dos estatuillas de madera de Pachamama, representadas como sendas señoras desnudas y encintas, una frente a la otra, en tanto que otra estatuilla representaba a un sujeto varón listo para realizar el acto sexual.
El día 8, la imagen de Pachamama reapareció en la iglesia de Santa María en Traspontina, primero en una canasta y más tarde en una canoa que fue llevada a hombros por dentro de la iglesia mientras se realizaba otra ceremonia organizada por la Red Eclesial Panamazónica (REPAM). En una capilla lateral de la mencionada iglesia, un cartel indicaba que todo está conectado, según enseña la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco. El cartel muestra la foto de un pequeño mamífero amamantado por una indígena desnuda que lleva un niño en brazos.
Y una vez más Pachamama, igualmente en una canoa, apareció en el Vía Crucis amazónico, Vía Crucis blasfemo, que tuvo lugar el día 19 en presencia de, entre otros, el cardenal Pedro Barreto, vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica, organizadora de todos estos maléficos actos.
Hasta el día 21, las estatuillas de Pachamama estuvieron alojadas en la iglesia de la Transpontina, donde cada día se celebraban ritos amazónicos de carácter mágico y esotérico, es decir diabólicos, presentados como momentos de espiritualidad amazónica.
El día 21, unos valerosos católicos entraron en la iglesia profanada, agarraron las estatuillas paganas de Pachamama y las llevaron al puente del Santo Ángel, desde donde las arrojaron al Tiber. Fue un acto simbólico, que tuvo lugar al pie del castillo coronado por la estatua de San Miguel. Un acto que se ha hecho acreedor de nuestros elogios, y sobre todo un acto grato al Cielo. La indignación de los ángeles y los santos por lo que está sucediendo supera con mucho a la nuestra, y les pedimos que acrecienten nuestro amor a Dios y nuestra repulsa a todo acto y palabra idolátricos y paganos.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)