En la cuerda floja

Ante el caos que hay en la Iglesia y en el mundo de hoy como consecuencia de la pérdida de los valores humanos y cristianos auténticos, hay muchos católicos buenos que se sienten como “caminando en la cuerda floja”. Les da vértigo seguir andando, mirar a los lados, no pueden retroceder pero tampoco seguir adelante. Están parados en medio de un gran precipicio y temen hacer cualquier movimiento pues la caída sería mortal.

Para una persona que quiera ser de verdad fiel a Cristo sólo hay una actitud posible: agarrarse a Cristo y a su Iglesia y seguir adelante. Y ustedes me dirán: ¡Pero si es la misma Iglesia la causa de mi miedo e inseguridad! ¿Qué puedo hacer? Ante este problema hay cuatro posturas posibles:

La primera postura es la que han tomado la gran mayoría: abandonar la fe y vivir de espaldas a Dios. Es la postura más peligrosa pues lleva a la condenación segura. No vale decir: ¡como todo está mal que les zurzan a unos y a otros y a mí que me dejen tranquilo! Es una postura cobarde. En ningún momento se soluciona nada; es más, se agrava todo.

Una segunda postura es la de pensar: “Como lo que la Iglesia ha enseñado desde el Vaticano II hasta ahora es una ‘herejía’ permanente, yo abandono a la Iglesia ‘moderna’ y me vuelvo a la ‘antigua’”.  Esta actitud lleva consigo separarse de la Iglesia por propia voluntad, y como consecuencia, de sus medios de salvación. Es una postura muy peligrosa pues fácilmente se cae en la soberbia y en la creencia de que uno, al fin y al cabo, es el que determina lo que tiene que creer o condenar.

Yo estoy de acuerdo en muchas de las cosas que estas personas dicen, pero lo que no estoy de acuerdo es con la voluntad firme de rechazar a la Iglesia actual y a su jerarquía. Cambiando los términos es como aquél que dice: “el médico fulanico está haciendo mucho mal, así que de ahora en adelante no quiero saber nada de la medicina, de los hospitales…”. Quien piense así, cuando caiga enfermo no tendrá médicos ni remedios y como consecuencia su enfermedad podría ser fatal. Es mucho más sabio reconocer que este médico no es bueno, pero al mismo tiempo darse cuenta que le necesito a él y a las medicinas; y por otro lado, hay muchos más médicos que me pueden también ayudar a curarme de mi enfermedad.  Lutero, fue uno de los que criticaron a la Iglesia para reformarla. Muchas de las acusaciones que hizo eran verdad, pero él mismo se separó de la Iglesia, y con él, muchos que pensaban igual. Y ya sabemos todos los que sucedió después. Esta es la postura de los “sedevacantistas”, de los que rechazan al Papa Francisco como legítimo y la de algunos “lefebvristas”.

Una tercera postura es la de aquellos que piensan que lo más seguro es seguir lo que los Pastores actuales dicen sin preguntarse si es correcto o no; a pesar de que uno vea que está en contradicción con lo que la Iglesia siempre enseñó. Es una postura cómoda pero totalmente irresponsable.

Siguiendo con el ejemplo del médico, si usted sabe que esa medicina no es la adecuada para curar su enfermedad; es más, si sabe que le puede hacer daño, sería totalmente erróneo seguirla tomando.

La Iglesia actual, y me refiero principalmente a la enseñanza de muchos de sus Pastores después del Vaticano II, ha realizado un profundo cambio en la filosofía y en la teología de fondo. Es por ello que muchas de las verdades que se defendían como de fe ahora se matizan o se cuestionan. Dígase: la unidad e indisolubilidad  del matrimonio, al haberse aceptado “el divorcio eclesiástico”, aunque para que no parezca tan obvio se le llama “nulidad del vínculo”; la casi reducción del Sacrificio de la Santa Misa  a su dimensión de “banquete” ocultando deliberadamente su aspecto “sacrificial”, que por otro lado es el esencial, con el fin de hacer guiños ecuménicos a los protestantes; el nuevo “significado” que se le quiere dar a muchos sacramentos, que pasarían de ser “actos de Cristo” a “actos del hombre”; el desenfoque de la liturgia y el culto a Dios, para ahora estar dirigido más hacia el entendimiento entre los hombres; el renunciar al principio de que la Iglesia católica es la única verdadera, para hablar ahora de la “Iglesia de Cristo”, de la cual formarían parte todas las iglesias cristianas, e incluso las no cristianas y hasta los incrédulos, ateos…

La lista de los profundos cambios que se han hecho y se están haciendo, podría hablar de una fe totalmente distinta. La situación es tan grave que uno no puede hacer la vista gorda y mirar hacia otro lado.

Y habría que considerar una cuarta y última postura que es la más difícil de todas. Difícil, pues aquellos que la sigan serán atacados por unos y otros; y además, porque requiere un profundo y sincero amor a Dios, fidelidad al Magisterio de siempre y sumisión a los Pastores legítimos que guían en la actualidad los destinos de la Iglesia.

“Los seguidores de esta postura están convencidos de que no pueden desertar de los principios intangibles evangélicos, así como de que tampoco pueden abandonar su sumisión  inquebrantable a la legítima Jerarquía de la Iglesia. Lo que los coloca, en la presente coyuntura de la Iglesia, en una posición de equilibrio sumamente inestable y bastante difícil”.[1]

Aunque ellos estén seguros del camino que siguen, pues saben de quién se han fiado (2 Tim 1:12), muchos pensarán que están en la cuerda floja; y en cierto modo tendrán algo de razón. Ellos saben muy bien que es el único camino que pueden seguir para ser fieles a la enseñanza de Cristo y al sucesor de Jesucristo aquí en la tierra –“Ubi Petrus, ibi ecclesia”[2]-.

Padre Lucas Prados

[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]

[1] Nota: Este artículo es una copia, a la que he añadido una reflexión personal, de un fragmento del libro “Meditaciones de Atardecer” de A. Gálvez, pp. 119-123.

[2] Donde está Pedro, allí está la Iglesia; y donde está la Iglesia no existe la muerte sino la vida eterna. La frase completa es: “Ubi ergo Petrus, ibi Ecclesia; ubi Ecclesia, ibi nulla mors sed vita aeterna” de San Ambrosio de Milán: En Psalmum XL Enarratio, PL XIV, 1134. Una idea similar la encontramos en San Ignacio de Antioquía, que es anterior a San Ambrosio: “Que el cristiano siempre esté con su obispo, del mismo modo que donde está Jesucristo allí está la Iglesia católica”.

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

Del mismo autor

Cuentos con moraleja: «El Padre Pío y el Santo Rosario»

El amor entrañable del Padre Pío a la Virgen se expresaba...

Últimos Artículos

¿Adoramos la Palabra y despreciamos a su Autor?

De forma muy habitual en la celebración de la...

«Te dormiste»

El aria, llamada Nessum Dorma y perteneciente a la...