Ha pasado ligeramente desapercibida la entrevista del Presidente de Francia con Francisco. En principio, creía yo que se trataba de una audiencia más de Bergoglio a un Jefe de Estado. Son muchas a lo largo del año. Pero al ver las imágenes, que me ha mostrado en su tableta uno de mis novicios tecnologizados, se me ha encogido la cogulla y de nuevo una mosca se me ha paseado por detrás del pabellón auditivo.
Ya sabemos que las caras que adopta Bergoglio con sus interlocutores, mandan un mensaje a la prensa y -de rebote-, al mundo mundanal. Si es Donald Trump, cara de pepinillo en vinagre. Es sabido que Donald es capitalista e imperialista, así que mensaje de disgusto, desagrado e incomodidad papal. Si es Evo Morales, cara de satisfacción. Es sabido también que Evo es periférico, insolvente, indigenado y amigo de la hoz, así que cara de gustirrinín, estallido de felicidad y regodeo en el personaje. Y una conversación sin traductor, a menos que el Evo hable en chitichanga.
Y a los dos se les regala un ejemplar de la Exultate Gaudium. A Trump, para que se chinche y vea que la doctrina francisquista es anticapi. Y a Evo, para que le sirva de libro de oraciones de la noche, antes de irse al camastro indiano evo-cando a la Madre Tierra.
Lo que se ha transmitido a la prensa en la entrevista con Macron ha sido almíbar por ambas partes, sintonía garrapiñada por los cuatro costados y cómplice felicidad ante las cámaras. Casi navideño. La laica Francia de Macron besa al Papa de la primavera y de los pobres, relata un emocionado periodista digital. Rome Reports lo relata de esta manera:
El Papa y el presidente francés departieron durante casi una hora. Los 57 minutos que Macron ha permanecido reunido con el Papa le convierten en el mandatario al que más tiempo ha dedicado Francisco.
Y es que sobre la mesa tenían muchos temas que tratar como el medio ambiente, una cuestión que preocupa a ambos especialmente tras la salida de Estados Unidos del acuerdo de París; la situación de las minorías religiosas en Oriente Medio; conflictos en curso como los de República Democrática del Congo o República Centroafricana; y también, por supuesto, la crisis migratoria en el Mediterráneo que está polarizando posturas de países como Italia y Francia.
O sea, que nada menos que 57 minutos, para hablar de estos temas tan sobrenaturales que tanto preocupan a Francisco (y a Macron). Como si el Presidente francés necesitara compartir el sentido de alta política de Francisco, y/o atendiera atentamente el parecer de Bergoglio en los temas señalados. O como si los conflictos en la República Centroafricana fueran una preocupación del papa argentino. Para mí que Macron ha venido a decirle a Su Santidad cuáles serán los próximos pasos a dar y cuál es su vela en el entierro masónico que se avecina. Tendremos que estar ojo avizor a los próximos acontecimientos o cambios de timón francisquista en algunos temas de actualidad. Digo yo…
He desatado la cólera de mis jóvenes hermanos cuando he comentado que a este comunicado del Vaticano le habría faltado un párrafo más:
La visita de Macron, se enmarca dentro de las relaciones que la Santa Sede ha tenido últimamente con el Club Bilderberg con la presencia del cardenal Parolin (que estuvo unos minutines de nada). Tras la entrevista con el Papa (y ya sin periodistas), se ha reunido el Presidente francés con Parolin para ultimar algunas cuestiones que hay que comenzar a tratar dentro de la fraternidad mutua, la obediencia debida y el compromiso masónico adquirido. La visita duró 33 minutos.
En fin, ya se sabe que soy mal pensado. Aunque lo más tierno ha sido el beso final del joven Macron al viejo Bergoglio; la mano por el hombro y el gesto de cariño por la cabeza del presidente laico al pontífice laicista. Esto es lo que se llama Fraternidad. Amor y unción. Y todos, encantados de la vida. A seguir con el guión establecido, y con el compás. Y el delantal.