Giros de vuelta y la Misa en latín

No hay nada natural en ello.

Te acercas a la barrera, te colocas de espaldas, sin mirar llegas a la barrera, te impulsas en el salto y esperas hacerlo en la dirección correcta.

Luego vienen los giros de vuelta. Los he temido durante todo el tiempo que he estado nadando, que han sido más de doce años.

Durante aquel tiempo, incluso nadando puntualmente 5 veces a la semana, nunca aprendí a hacer los giros de vuelta. Todos sabemos lo fácil que parecen para los nadadores olímpicos y podemos apreciarlo a través de las cámaras sumergidas. Parece muy fácil, pero no lo es.

Ah, por supuesto que lo intenté algunas veces, pero siempre estaba muy desorientado e incómodo. Siempre me pareció estar descolocado y haciendo las cosas mal. Me parecía que todos me observaban como si fuese un bufón. Rápidamente me di por vencido.

 De alguna manera los giros de vuelta en natación se pueden comparar con la Misa Tradicional en Latín. Algunos de nosotros puede que haya asistido una o dos veces a la Misa en Latín, pero cada vez que lo hacemos nos sentimos incómodos. Estamos de pie cuando deberíamos estar arrodillados. No tenemos ni idea por donde va el sacerdote en la Misa. Sólo tenemos el pequeño libro rojo sin ninguna de las lecturas. Sin duda pensamos que todo el mundo debe darse cuenta de que no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo. Es desconcertante no enterarse de inmediato de lo que ocurre alrededor por lo que podemos darnos por vencidos. ¿Cuál es la cuestión?

Como he dicho, nunca aprendí a hacer los giros de vuelta en natación. Hace unos años, después de una pausa significativa comencé a nadar de nuevo. Intenté un par de vueltas de tirón y como siempre, fue horrible e incómodo y así me di por vencido por las mismas razones por las que lo hice siempre. «Permítanme centrarme en la natación», me dije: “los giros de vuelta no aportan mucho de todos modos.»

Pero entonces pensé algo. Desde que volví a nadar, dado que no tenía pretensiones competitivas y que la mayoría de la gente en la piscina parecían contemporáneos de Teddy Roosevelt, decidí que era el momento. Me informé en Google y YouTube para encontrar la mejor forma de hacerlo y uno tras otro de los que sabían decían una cosa simple. «La única forma de aprender a hacer el giro de vuelta es hacerlo una y mil veces. Hágalo una y mil veces y lo conseguirá.»

Así fue entonces como empecé a hacer giros de vuelta. Y déjenme decirles algo, fue horrible. El agua entraba por mi nariz. Me faltaba la respiración. En varias ocasiones me volví demasiado pronto y no me apoyé en la pared quedando como un peso muerto. A veces estaba demasiado cerca de la pared y en realidad golpeaba mis piernas fuera de la piscina en la cubierta con un ruido sordo y doloroso. A veces terminé en el carril equivocado en dirección a otro nadador. Eso sucedió tres veces. Todo fue muy incómodo y embarazoso.

Yo insistía y mi natación sufrió. En realidad no podía siquiera pensar en la mecánica de la natación mientras nadaba porque toda mi atención se centraba en la siguiente vuelta. Y así siguió durante semanas. Pero con el tiempo me perdí cada vez menos y aprendí el ritmo de mi respiración y mi distancia de aproximación. Mis impulsos se hicieron más precisos.

Y he aquí que en el momento en que llegué a la vuelta número 1000, lo tenía. Ni siquiera necesitaba pensar más en ello. Así que empecé a volver a centrarme en mi mecánica de natación y luego me di cuenta de algo. Había un tipo que a menudo nadaba conmigo. Frecuentemente compartíamos carril y nadábamos a la misma velocidad por lo que no nos estorbábamos. No hacía los giros de vuelta. Poco después de mi vuelta número 1000, estaba nadando en el carril junto al mío y nuestra velocidad de nado nos hacía ir emparejados. Cuando llegamos a la pared llevaba un cuerpo por delante del suyo. Sin esfuerzo extra le sacaba un cuerpo de longitud en cada vuelta. Wow, resultó que había un beneficio después de todo; sólo tienes que ejercitar la repetición y la paciencia de aprender y de repente todo es mejor. Es por eso que invertimos tiempo en aprender. A veces se aprende a través de la incomodidad y la vergüenza. Todo para que al final sea mejor.

Con la Misa en Latín puede ser parecido. Uno se puede sentir torpe y desorientado cuando por primera vez asiste a una, sobre todo una Misa Lecta Tridentina. Vemos a otros experimentados fieles que se arrodillan y entonces tratamos de copiarlos. Incluso después de un par de visitas, lo único que parece que hemos aprendido es a responder «Et cum spiritu tuo«. Apenas podemos seguir lo que está pasando y si no fuese por las traducciones no tendríamos ni idea. Todo parece inútil. El silencio incómodo, repeticiones aparentemente vanas y un montón de cosas que no podemos entender, incluso si podemos oírlo, todo con poco o ningún beneficio discernible. Honestamente, puede parecerse mucho a los giros de vuelta cuando los inicié por primera vez.

Pero algo increíble sucede cuando repetimos. Tenemos un buen misal y aprendemos los fundamentos de lo que va sucediendo. Nos familiarizamos con el Ordinario de la Misa después de haber leído su traducción decenas de veces. Aprendemos a encontrar los propios y leerlos. Entonces empezamos a leer las instrucciones de rojo y comenzamos a entender por qué el sacerdote está haciendo lo que está haciendo y diciendo. Sabemos qué esperar cada día y no importa realmente qué sacerdote está diciendo la Misa.

Y entonces un día nos damos cuenta de que ya no estamos pensando en nada de aquello y estamos totalmente centrados en Cristo y en la Misa. Nos unimos al sacerdote mientras se ofrece el Sacrificio. Nuestra participación es mucho más activa de lo que era antes a pesar de esforzarnos menos. Ahora, el silencio, ese que una vez encontramos incómodo, nos permite escuchar a Dios como nunca antes. Y entonces sabemos por qué valió la pena y al igual que los giros de vuelta, es difícil recordar cómo era cuando no sabíamos.

Patrick Archbold

[Traducción de Alberto Guzmán. Artículo original]

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Edición en español de The Remnant, decano de la prensa católica en USA

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