Ante los acontecimientos actuales, tal vez convenga repasar lo que escribe el P. Castellani acerca de la Infalibilidad Papal. Para empezar, reconoce que en el “siglo que vio el naufragio de la certidumbre, puso la Providencia de Dios la definición del Magisterio Infalible”[1]. Pero a renglón seguido nos dice que la Infalibilidad del Papa que Dios ha hecho, es una cosa milagrosa; pero no es tan milagrosa como la infalibilidad del Papa que algunos han hecho.
“Por eso, para decir lo que es, ayuda decir juntamente lo que no es la Infalibilidad Pontificia.
- Infalibilidad no es el poder de hacer del mal bien y del bien mal.
La doctrina de la Iglesia reconoce la existencia de la ley natural, existencia del bien y del mal, es decir, de un orden que nace de la misma naturaleza de las cosas. Orden que Dios mismo no puede deshacer, porque Dios no puede hacer cosas contradictorias[2]. Dios mismo no puede hacer que una blasfemia deje de ser pecado, porque Dios no puede hacer que la criatura no sea criatura y el Creador no sea Creador. Dios puede dispensar de una ley divina positiva, como la de comulgar alguna vez en la vida; la Iglesia puede dispensar de una ley eclesiástica positiva, como la de comulgar una vez al año: porque todo legislador puede dispensar de su ley, cuya obligatoriedad dimana de su propia voluntad”[3].
Por eso explica Castellani que la Iglesia podía quizá dispensar el impedimento del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, impedimento de afinidad en primer grado, pero lo que el Papa jamás podrá tener es “el poder de crear el bien y el mal en tal desmesurada proporción, que pueda por medio de las indulgencias (!) asegurar el perdón a cualquiera”[4].
“2. Infalibilidad no es impecabilidad
Dicen que en algunas lenguas estas dos ideas se expresan con una palabra común (unfehlbar en alemán, nepogriécbimosti en ruso), lo cual hizo gritar a los viejo-católicos alemanes y a los cismáticos rusos cuando la definición Vaticana, que los ultramontanos habían fabricado un Papa igual que Dios. Por lo cual, en el II Congreso de Velehrad, en 1905, el obispo ortodoxo A. Maltzew propuso cambiar por la palabra bezochibotchnosti (sin error), para quitar piedra de tropiezo a nuestros hermanos orientales. Pero no es así en la lengua latina (fallí = equivocarse) ni en la nuestra. Nosotros sabemos hace mucho tiempo que no todo es trigo limpio en la Iglesia Católica, y que no sólo pueden pecar, sino que de hecho algunos Papas pecaron. (…) Lo sabía yo al hacer la primera comunión, que en el campo del Padre de familia el hombre enemigo sembró en medio del trigo limpio, cizaña.
El Papa es pecador como hombre privado, y por eso tiene confesor y se arrodilla ante él cada semana; pero es infalible cuando habla ex cathedra. Esta expresión técnica de los teólogos (hablar desde lo alto de la cátedra de Pedro) expresa las condiciones y límites de la promesa divina, que son tres:
1) Cuando habla como Doctor público y cabeza de la Universal Iglesia, no como hombre, no como teólogo, no como obispo de Roma, precisamente;
2) Cuando habla acerca de cosas de la fe y de la moral, es decir, acerca del depósito de la revelación pública hecha por Cristo y clausurada por los Apóstoles;
3) Define, es decir, pronuncia juicio solemne, auténtico y definitivo acerca de si una verdad está o no contenida en ese depósito inmutable, no cuando aconseja, exhorta, insinúa o administra. (…)
- Infalibilidad no es ciencia universal
Algunos católicos poco instruidos se imaginan quizá la Infalibilidad como un estado de ciencia actual, y al Papa flotando en mares de certidumbre infusa, ideal y sintética acerca de todas las cosas divinas”.
Más aún, nos dice Castellani, que hay quienes representan “la historia de la religión de Cristo como una lucha continua entre la Autoridad y la Razón, con mayúscula; y atribuyéndose a sí mismos la libertad de la razón, nos regalan gentilmente la esclavitud de la Autoridad. En la cual mazmorra papal el entendimiento del pobre papista tiene que estar preparado para recibir cada día nuevas listas de credenda, nuevos dogmas y verdades que, so pena del infierno, debe creer ciegamente, aunque contradigan todo lo que creyó ayer y creerá mañana. (…)
Pero no hay libertad para el entendimiento fuera de la verdad. Es no saber ontología, tener por un bien la libertad de pensar el error, que no es más que la esclavitud del espíritu a la carne y al orgullo. (…)
De modo que el magisterio infalible de Pedro no es la plenitud de la ciencia adquirida ni de la ciencia infusa; y no ha sido instituido por la Providencia para crear nuevas creencias y dogmas, sino para custodiar incorruptas las creencias reveladas por Jesucristo-Dios, ni una más, ni una menos («para que no andemos vagando a todo viento de doctrina»), a través de todas las vicisitudes de los tiempos, hasta el fin”[5].
“4. Infalibilidad no es poder despótico de gobernar la Iglesia
El Sumo Pontífice es jefe supremo de la Iglesia y su potestad es inmediata, ordinaria y episcopal. No podría, sin embargo, disolver el Episcopado, que es institución divina; porque Cristo quiso que fuese monárquico-aristocrático el gobierno de esta sociedad visible y cuerpo místico. Pero este poder de mandar, que llaman de imperio, no es el poder de enseñar, que llaman de magisterio, al cual está prometida la Infalibilidad. (…)
-¿Qué es, pues, la Infalibilidad?
La Infalibilidad Pontificia no es más que la promesa del Hijo de Dios de que la fe de Pedro y sus sucesores no fallará; antes bien, servirá de sostén a sus hermanos, y de este modo la Iglesia de Pedro será hasta el Fin del Mundo columna y fundamento de la verdad revelada. Para negar que Dios pueda hacer eso, hay que negar que hay Dios.
¿Cómo lo hará Dios, por revelación, por inspiración, por simple vigilancia, por su eterna presciencia sola y habitual providencia?…
El hecho es que si lo ha prometido, lo hará”[6].
Hace poco leí un breve texto: “Prometió que moriría y murió; prometió que resucitaría y resucitó; prometió que volvería y volverá”. Nuestra fe no se funda en sorpresas inesperadas sino en certezas firmes.
Prof. Andrea Greco de Álvarez
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[1] Castellani, Leonrado, “El Maestro infalible”, en: Cristo ¿vuelve o no vuelve?, Buenos Aires, Vórtice, 2004, p. 97.
[2] «Deus contra primum ordinem non agit, quia contra seipsum nemo agit» dice San Agustín.
[3] Castellani, Leonrado, “La infalibilidad”, en: Cristo ¿vuelve o no vuelve?, Buenos Aires, Vórtice, 2004, p. 105.
[4] Ibidem, p. 106.
[5] Ibidem, p. 108-109.
[6] Ibidem, p 109-110.