Quiero aportar este breve artículo en apoyo de la carta publicada por el Padre Loring en relación al llamado «matrimonio gay». Defendamos los derechos del ser humano en cuanto a lo que es: Persona creada por Dios. Otras consideraciones se alejan del Bien común:
La humanidad, masculina o femenina, es la causa de todo derecho que tengan hombres y mujeres, por ser personas. Los diferentes derechos propios de la dignidad humana derivan precisamente de esa dignidad y no de los apellidos que asociemos a la misma, sean éstos naturales o contra-naturales. Así, a un emigrante hay que reconocerle su derecho en cuanto a que es persona y, por ello, respetar su deseo de emigrar. A una mujer hay que reconocerle sus derechos por ser persona y, entonces, serán los mismos derechos del hombre que también es persona. A un homosexual hay que respetarle sus derechos como persona que es, igual que a un heterosexual, pero no en base a su tendencia homosexual.
El error grave de nuestros días es invertir lo fundamental con lo secundario, de modo que se proyectan derechos en base a los añadidos del ser humano y no en base al mismo ser humano en cuanto tal. Para evitar ese error habría de plantearse la pirámide de los derechos humanos colocando la vida y la libertad en primer lugar. Y son precisamente esos dos derechos los más lesionados a través del crimen del aborto que impide la vida humana desde el inicio, y, por tanto, bloquea la libertad de una vida no realizable por ser asesinada. El discurso político, muy influido por la llamada «ideología de género», insiste en la defensa de los derechos partiendo del nivel de la diferencia y no del nivel básico de la dignidad común a toda persona. De ese modo, en teoría se defienden los derechos de las mujeres, de los emigrantes, de los homosexuales….y, paradójicamente, y en la práctica, se anulan los derechos fundamentales de la persona humana en cuanto tal, empezando por la misma vida.