La tibieza como costumbre pastoral

La tibieza es el signo de la debilidad. La distancia entre la prudencia y la tibieza es la misma que media entre la audacia y la cobardía. Es mejor no mojarse ni en lo humano ni en lo divino en determinadas situaciones.

Las personas son capaces de perdonar y tragarse los errores, fruto de la frivolidad en las afirmaciones de manera puntual pero no de manera estable y durante mucho tiempo. Recuerden la frase atribuida a A. Lincoln : “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

Pero la tibieza es imperdonable porque se necesitan personas con capacidad de decisión y que sean capaces de confirmar nuestras creencias, no de crear más dudas.  El tibio que vive y deja vivir, puede quedarse callado por cobardía pero es peor cuando además, contemplando la infamia sigue callando para ser educado, por “equidistancia” (palabra de moda), por quedar bien o por puro interés crematístico.

Es posible pensar que el tibio sea un pusilánime (pusillus animus: “espíritu pequeño, mezquino”) un carácter melifluo y flojindango que permita cualquier ultraje, lo que lleva consigo cierta complicidad con el mal,.  Dice Jeremías XLVIII, 10: “Maldito el que ejecute negligentemente la obra de Yavé…”  Porque no hay tibieza en las personas que al cometer faltas o imperfecciones, rápidamente se humillan y reaccionan. En cambio sí la hay en los estados de indiferencia ante el bien, guardando las distancias, siendo “políticamente correctos”. Olvidando que este término no tiene sentido ante Dios.

El tibio es insensible material y espiritualmente y no tiene posibilidades para reaccionar contra el mal, viviendo con tranquilidad al pensar que está en lo correcto siempre.  Ni chicha ni limonada (según el diccionario: “no ser una cosa ni otra”).  Los tibios quieren pertenecer a dos mundos y beneficiarse de lo que puedan sacar de cada uno. No les importa renunciar a sus convicciones, creencias y principios si es que así logran cumplir con su cometido. Eso sí, siempre tienen la posibilidad de dosificarse. Ser tibio en algunos temas y profundamente agresivo en otros.

“Conozco tus obras y que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!, mas porque eres tibio y no eres ni caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca” (Ap. III, 15-16). El texto apocalíptico define crudamente la situación del tibio que ha decidido por conveniencia personal ser neutral, rehusando asumir una posición clara y definida en un momento en el que inevitablemente tiene que tomar partido por un tema que es meridianamente claro para los demás. En “La divina comedia”, canto III, Dante sitúa a los “neutrales” en los lugares más cálidos del Infierno: “esta mísera suerte tienen las tristes almas de esas gentes que vivieron sin gloria y sin infamia

Paréntesis. Al presidente estadounidense se le preguntó si el aborto había estado encima de la mesa en la conversación con el Papa Francisco. “No, no. Hablamos sobre el hecho de que él estaba contento de que fuera un buen católico y que debería seguir recibiendo la comunión”, dijo Biden.Fin del paréntesis.

Afirma el Papa Francisco: “La tibieza, ¡hace tanto daño a la Iglesia!”.

La tibieza es justificación del pecado: le quita importancia, lo autoriza, lo mantiene, sin dolor, sin remordimiento. El tibio no solo es pecador: es tibio porque quita importancia a los pecados y los justifica.

En primer lugar a los pecados veniales, diciéndose que no son graves, que no llegan a ser mortales; pero fácilmente, por el embotamiento progresivo de su conciencia a causa de su permisividad para pecar, termina justificando también los pecados mortales. Si no todos, por lo menos los de las materias que el tibio decide que no son tan graves.

Tibieza es también mediocridad, que no debe ser confundida con el justo medio de la virtud aristotélica, sino como la mitad de lo que es posible realizar. Lo terrible es que es falta de fe.  Convierte al hombre en estéril, le hace desaprovechar su tiempo y pierde su eficacia.

Conviene rezar porque la tibieza no anide en el corazón y la mente de los que nos pastorean.  No queda más remedio.  

José Rafael González Arenas

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