Las rogativas: descubra otro tesoro del catolicismo tradicional

Inmediatamente después del crescendo o clímax del jueves de la Ascensión, antes de la culminación triunfante de la Pascua [un tiempo tan glorioso que estaba prohibido ayunar], nos encontramos con tres días de vestiduras moradas y plegarias angustiosas. En efecto, en la forma extraordinaria del rito romano, el lunes, martes y miércoles previos a la fiesta de la ascensión son los días de las rogaciones menores (triduo de oración y ayuno).

Rogare o rogación

¿Qué son las rogativas o rogaciones? Son tiempos en los que se hacen súplicas por la seguridad, la salvación y una abundante cosecha a través de letanías a Dios y a los santos. Del aspecto suplicante de estas oraciones procede el nombre que se le da a estos días: «rogación» que tiene su origen en el término latín rogare, formular una petición devota. Estas letanías se hacen durante una procesión en la que el sacerdote bendice la tierra de sus feligreses antes de la misa. Las procesiones no eran obligatorias, mas no así las letanías que los clérigos debían recitar de no haberlo hecho antes de la misa.  La palabra litaneia tiene en griegoesencialmente el mismo significado que rogare en latín; y la asociación de los días de rogación con la idea de procesión es tan fuerte que en un momento dado se les llamaron «Gang Days» que deriva de un término antiguo del inglés utilizado para denotar caminar, deambular [1].

En el calendario tradicional hay dos conjuntos de Días de Rogación. El primero, el “Mayor” o las Letanías “Mayores”, se celebraba el 25 de abril (día que coincidía también con la Fiesta de San Marcos). Ese día, los antiguos romanos llevaban a cabo la Robigalia, una procesión para apaciguar a Robigo, el dios de la roya, una enfermedad del trigo causada por un hongo.   En vista de que la Iglesia no tenía objeción alguna en orar por una abundante cosecha, las competiciones de carrera que se celebraban en su honor fueron sustituidas por la procesión, que conservó bastante de la ruta original. Este año, debido a que el 25 de abril cae el viernes antes de la Ascensión, todas las Rogaciones tienen lugar en el lapso de una semana.

Las Letanías «Menores», como antes indicamos, se celebran los tres días que preceden al Jueves de Ascensión. Aun cuando el Día de la Rogación Mayor es romano por antonomasia, las Rogaciones Menores son producto de la Galia, y fueron instituidas en el año 470 D.C. por el obispo Mamerto de Viena, en respuesta ante una serie de catástrofes aterradoras (tormentas, inundaciones, terremotos, etc.). En cooperación con las autoridades civiles, Mamerto decretó que los fieles debían ayunar, abstenerse de trabajo servil y hacer penitencia. La práctica pronto se extendió por toda Francia y Alemania, y finalmente, ante la insistencia de Carlomagno, el Papa León III las incluyó en el rito romano. El Papa accedió a condición de que se eliminara el ayuno; en agradecimiento, los francos también quitaron el suyo [2].

Universalmente cristiano

A pesar del sello inconfundible que tiene del occidente latino, la esencia de la rogativa se remonta al Antiguo Testamento, cuando el cantor litúrgico recitaba algo y la congregación respondía con un versículo como «Su misericordia perdura por siempre» (Sal. 135). Las letanías son la forma más razonable de oración para los viandantes, ya que le permiten tanto el cantor como a la congregación recuperar el aliento entre verso y verso. Los israelitas también oraban por bendiciones sobre sus cultivos y hogares en ciertos momentos clave del año. De hecho, dos de sus tres grandes fiestas anuales, la Fiesta de las Semanas (Pentecostés) y la de los Tabernáculos, estaban relacionadas con la cosecha.

El cristianismo conservó el espíritu de ambas prácticas, lo cual es perfectamente legítimo, ya que todo en el Antiguo Testamento está destinado a instruirnos, a un nivel figurativo más profundo, en el arte de vivir bien [3]. Letanías tales como el Kyrie eleison, por ejemplo, fueron atesoradas por los cristianos orientales y occidentales, y lo mismo ocurrió con las bendiciones sobre los frutos de la tierra. En este sentido, las procesiones no solo dramatizan la irradiación de la Luz de la Iglesia al mundo, sino que además personifican nuestra condición de peregrinos de tránsito por esta estación terrenal.

Beneficiosamente natural

Pero los días de rogación nos vinculan con algo más que nuestra herencia católica. Las Letanías Mayores y Menores son los únicos días prescritos en el calendario que son explícitamente agrícolas y que están claramente vinculados con los peligros demasiado reales de los desastres naturales. Mientras los días de témpora o cuatro témporas (sobre los que hablaremos en un artículo futuro) conmemoran la naturaleza, desde la perspectiva de sus cuatro estaciones, los días de rogación (rogativas) conmemoran la naturaleza en relación con el hombre y la ciudad, desde su labranza del suelo hasta su aversión colectiva a las calamidades meteorológicas y sísmicas.  Esto no solo invita a una meditación más profunda sobre nuestra administración de la tierra, sino que le añade una dimensión comunitaria al reconocimiento que hacen los días de rogación de la naturaleza como fuente de abundancia y daño potencial a la vez. Como bien se señala en una introducción, «las procesiones son un recordatorio para el hombre débil de la necesidad de volver con humildad y confianza al Dador de todo bien».[4]

Las raíces agrarias de los días de rogación dieron lugar a una serie de costumbres rurales memorables. En Inglaterra, las procesiones recorrían el campo y el pantano, y se detenían en varias estaciones para que el sacerdote leyera un Evangelio y los laicos se fortificaran con cerveza y víveres. Debido a que estas estaciones estaban marcadas por una cruz y que, a su vez, la cruz encabezaba la procesión, a las Letanías Menores, a veces, se las llamaba «Crosse weke» o Crosstide. En los dos primeros días de la semana de la Cruz, las procesiones eran dirigidas por el estándar de un dragón con una larga cola de tela; al tercer día, el dragón era trasladado a la parte posterior de la procesión y se le cortaba la cola, simbolizando, de este modo, la expulsión de lo demoníaco del territorio bendecido. [5]

En los Estados Unidos, la Iglesia posiblemente nunca organizó estos coloridos espectáculos de rogativas, pero tiene una historia que vale la pena contar. En 1876, millones de saltamontes de las Montañas Rocosas descendieron sobre Minnesota, destruyendo las cosechas de ese año y poniendo huevos que destruirían además las del año venidero. El gobernador de Minnesota declaró el 26 de abril del año siguiente como un día de oración y ayuno. La población católica de Cold Spring (cerca de St. Cloud) agregó su propia promesa: si la Santísima Virgen María «los libraba de los saltamontes, construirían una capilla y le ofrecerían oraciones por los próximos quince años». [6]

Cuando llegó el 26 de abril, todos los negocios, teatros, tiendas y bares estaban cerrados. Las iglesias estaban llenas. Cerca de la medianoche, el cielo se nubló y comenzó una fría lluvia. El viento se desplazó del sur hacia el norte y la lluvia se transformó en nieve pesada. La tormenta se propagó con furia durante el siguiente día. Un día después, los agricultores se apresuraron a ir a sus campos y descubrieron que la gran mayoría de los saltamontes se habían congelado justo cuando estaban saliendo del cascarón. [7]

Fiel a su palabra, la gente de Cold Spring construyó la Capilla de la Asunción (conocida también como Capilla de los saltamontes) sobre una colina alta. Y en cada rogativa, se dirigían en procesión a la capilla en agradecimiento por la protección de Nuestra Señora, llegaban hasta las puertas delanteras y pasaban debajo del arco que representaba a los saltamontes inclinándose ante ella.

Grasshopper Chapel en Minnesota
Nuestra Señora triunfando sobre las plagas de saltamontes

Como bien ilustran estas historias, en tanto que los días de rogación tienen su origen en las tradiciones de la antigua Roma y la Galia, son fácilmente «inculturados» en una serie de entornos locales. Quizás es por eso que la Conferencia Nacional Católica de Vida Rural (NCRLC por sus siglas en inglés) ha estado promoviendo procesiones de rogativas por décadas. En los años 50 publicó folletos tales como Un manual de ceremonias para la observancia parroquial de los días de rogación [8] y panfletos como «Rogativas en Maranatha» en los que se reflexiona sobre la «sacramentalidad de la tierra y el espíritu de la Iglesia». [9] La autora de estos últimos fue la señora Josephine Drabek quien se estaba iniciando en las lides agrícolas, así como en las Rogativas, y cuya experiencia en ambas la ayudó a ver más claramente «la íntima conexión que existe entre la vida de la Iglesia y el ciclo de la tierra». Como ella misma explica: La liturgia le ha aportado significado y dignidad a todo nuestro trabajo en la granja, y nuestra vida en contacto con la tierra nos ha abierto nuevas perspectivas para la comprensión y apreciación de la liturgia. [10]

Los días de rogación fueron incluso movidos para poder acomodar las estaciones invertidas prevalentes debajo del ecuador. En los años 50, el Papa Pío XII autorizó a algunas misiones católicas en las islas del Pacífico para celebrar letanías mayores y menores en los meses de octubre o noviembre. [11]

Promoción del espíritu de comunidad

Las estaciones de rogativas en Inglaterra también marcaron los límites de la parroquia y, en tal sentido, las procesiones adquirieron un significado adicional como actividad parroquial. «Traspasando los confines», es decir, rodeando el territorio de la parroquia en procesión, era una forma de afirmar la identidad de la parroquia y fomentar la caridad, y era además una buena ocasión para sanar viejas heridas. (Esto no debería sorprendernos dada la dimensión comunitaria que señalamos anteriormente). Por supuesto, se puede abusar de todo lo bueno. Aunque las procesiones aumentaron la caridad dentro de la parroquia, en algunos casos también provocaron disputas fuera de ella, ¡como cuando dos procesiones parroquiales diferentes entraron en contacto! [12] Sin embargo, superar los confines continuó siendo una tradición popular en Inglaterra, sin importar la condena de los reformadores que las calificaban de » totalmente papistas”, lo que explica por qué los anglicanos de la alta iglesia todavía las practican hoy en día.

Invitación a la oración personal

Incluso en aquellos casos en los que no se puede participar en una procesión, vale la pena rezar las letanías y asistir a la Misa de Rogativas (que son las mismas en todos los días de rogación). Al inicio de las Letanías de los santos, Dios y sus santos son invocados en un orden teológico e histórico tan perfecto que uno puede repasar la mayor parte de la historia de la Iglesia con su simple recitación. Las letanías luego imploran por la liberación de una gran cantidad de males físicos y espirituales, recordándonos la fragilidad de la vida. De seguidas, los fieles solicitan una serie de bendiciones, como el retorno «a la unidad de la Iglesia de todos los que se han alejado de la verdad», «los frutos de la tierra» y «el descanso eterno para todos los fieles difuntos». Finalmente, al concluir el canto o la recitación del Salmo 69, el sacerdote reza diez colectas u oraciones breves de calidad excepcional. Terminadas las letanías, comienza la misa, cuyo tema central es la eficacia de la oración, especialmente para los justos y humildes. Luego, la Epístola menciona la oración fructífera de Elías por lluvia y el Evangelio contiene el pasaje: «Pedid y se os dará». Afortunadamente, la Santa Iglesia todavía concede una indulgencia parcial por el rezo de las Letanías de los Santos.

Las Letanías Menores son, igualmente, una buena preparación para el jueves de Ascensión. Psicológicamente, es difícil mantener el júbilo pascual durante cuarenta días consecutivos. El carácter penitencial de las rogativas menores aporta un desenlace emocional que nos permite alegrarnos aún más en el transcurso de la novena del jueves de Ascensión al domingo de Pentecostés.

Decadencia de la costumbre de las rogativas

Los días de rogación fueron eliminados del calendario universal en el año 1969, más no suprimidos. Las Normas Generales de la Sagrada Congregación del Culto Divino para el Año Litúrgico y el Calendario del 14 de febrero de 1969, n. 46, establecen:

Con el fin de adaptar los días de rogación y témpora a las diversas regiones y necesidades de las personas, las conferencias de obispos deben organizar el tiempo y planificar su celebración.

Se puede simpatizar con el objetivo: como vimos con la adaptación de Pío XII, en una Iglesia que abarca por entero las latitudes habitables, no todas las parroquias estarán en condiciones de vincular el 25 de abril, o los tres días previos a la Ascensión, con sus estaciones agrícolas, especialmente en el hemisferio sur. [13] Lamentablemente, la Congregación del Culto Divino también debilitó, quizás sin darse cuenta, el vínculo entre las rogativas y la agricultura al permitir su adaptación a «las intenciones de los solicitantes» (n. 47):

Las celebraciones pueden ser variadas, por ejemplo, en entornos rurales o urbanos, y pueden estar referidas a distintos temas, como la cosecha, la paz, la unidad de la Iglesia, la difusión de la fe, etc. [14]

Al contrastar lo rural y lo urbano y al enumerar una serie de temas igualmente válidos (en oposición a un tema principal y varios secundarios), las normas pueden dar lugar a unas rogativas que no tiene nada que ver con la tierra.

Hasta donde se puede ver, sin embargo, la conferencia de los obispos de los Estados Unidos nunca organizó un nuevo horario y plan para las rogaciones. Como resultado, en los pocos lugares donde todavía se practican las letanías, continúan siendo de carácter agrícola. [15] La Conferencia Católica de Illinois publicó su propia versión de los días de rogación en 1989 [16], mientras que cada año la NCRLC continúa recibiendo solicitudes de las comunidades agrícolas para obtener información sobre la práctica. Algunas parroquias rurales se han vuelto bastante ingeniosas en sus métodos. De acuerdo con una edición de Fe y Familia de 2002 «en los últimos años, la Diócesis de Fargo en Dakota del Norte, ha enviado a un sacerdote en un avión de fumigación para rociar con agua bendita las extensas granjas familiares». [17] Esta noticia sorprendió y entusiasmó al canciller de Fargo cuando recientemente solicité su confirmación, quien me comentó que podía pensar en tres sacerdotes de su diócesis «lo suficientemente locos como para hacerlo». [18]

Conclusión

En líneas generales, sin embargo, los católicos contemporáneos ignoran los días de rogación, lo que nos lleva a concluir que algo invaluable se perdió y precisamente en una de las peores épocas posibles. Vivimos en un tiempo marcado por una desconexión sin precedentes de la tierra y una creciente ansiedad por ella. Por un lado, nos preocupamos por el tratamiento bárbaro o peligroso del ganado, los pesticidas comerciales, los alimentos genéticamente modificados, la desaparición de la granja familiar y el aumento de los consorcios de alimentos (¿Sabía usted que el 80% del mercado de carne de vacuno es controlada por solo cuatro empresas? [19]); y pedimos, entonces, una reforma agraria, subsidios agrícolas, el trato justo de los trabajadores migrantes y más alimentos orgánicos. Por otro lado, en ningún momento de la historia de los Estados Unidos hemos vivido tantos fuera de la granja: compramos nuestros productos en celofán de supermercado y nunca nos detenemos a pensar lo extraño que es poder comer sandías en el mes de enero.

Los días de rogación tradicionales obligatorios son justamente el antídoto religioso para esta esquizofrenia. Hacen un llamado a todos los creyentes, ya sean habitantes de la ciudad o pueblerinos del campo, para que reconozcan y compartan, al mismo tiempo, nuestra dependencia común de la tierra y de la misericordia de Dios para proveer de comida nuestra mesa. Nos piden que recemos por las granjas y los campos y, al hacerlo, nos recuerdan que hay granjas y campos por los que debemos orar. Nos reconectan con el suelo lo que, a su vez, nos pone en contacto con los confines de nuestro vecindario, nuestra parroquia y cada uno de nosotros. Nos recuerdan la fragilidad de la tierra y sus asombrosos poderes.

Las agencias del Vaticano, como el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, abordan algunos de estos temas con gran entusiasmo, incluso a riesgo de recomendar políticas no siempre bien pensadas; [20] pero su impacto siempre será limitado. Hemos olvidado lo que dijo el Papa Pío XI cuando instituyó la Fiesta de Cristo Rey:

Las personas son instruidas en las verdades de la fe y son llevadas a apreciar las alegrías internas de la religión de manera mucho más eficaz por la celebración anual de nuestros misterios sagrados que por cualquier pronunciamiento oficial de la enseñanza de la Iglesia. Tales pronunciamientos usualmente alcanzan solo a unos pocos y, por lo regular, a los más eruditos entre los fieles; las fiestas, en cambio, les llegan a todos. Los primeros hablan, pero solo una vez; los segundos hablan todos los años, de hecho, para siempre. [21]

Bueno, casi para siempre. Las hermosas procesiones de primavera a la Capilla de los Saltamontes son ahora un recuerdo lejano para los residentes mayores de Cold Spring, pero podemos esperar que algún día la celebración anual de estos misterios vuelva a “conducir a los fieles a un conocimiento más completo de su dependencia de Dios en todas las cosas … y un amor más grande a Dios como su Proveedor Divino «. [22]

Michael P. Foley

El Dr. Michael P. Foley es Profesor Asistente de Patrística en la Universidad de Baylor y autor de “¿Por qué los católicos comen pescado el viernes?” “El origen católico de casi todo” y “Bebiendo con los Santos”. Algunas partes de este artículo han sido extraídas de una exposición anterior publicada en Internet con el título «Días de témpora, días de rogación y estaciones de las iglesias» (asistencia a determinadas iglesias en Cuaresma, “Station Churches” en inglés).

NOTAS

[1] Específicamente, las Letanías Menores (cf. Oxford English Dictionary, «gang-days»).

[2] Francis Weiser, Manual de fiestas y costumbres cristianas (Nueva York: Harcourt, Brace & World, 1958) 41-42.

[3] Cf. ROM. 15: 4, 1 Cor. 10:11.

[4] Conferencia Diocesana Católica sobre la Vida Rural, Manual de Ceremonias para la Observancia Parroquial de los Días de Rogación (Conferencia Nacional Católica de Vida Rural, 1953), 5.

[5] Eamon Duffy, La remoción de los altares (New Haven: Yale University Press, 1992), pág. 279.

[6] Link.
[7] Metro Travel Guide.
[8] Op. cit.
[9] Sin fecha, p. 4.
[10] Ibíd., p. 3.

11] Weiser, Manual, 42.

[12] Duffy, La remoción de los altares, págs. 136-39.

[13] Uno se pregunta, siguiendo el ejemplo de Pío XII, si el problema no podría haber sido resuelto mediante un proceso de adiciones locales en lugar de una substracción universal

[14] Respuesta a la pregunta «¿Cómo se deben celebrar los días de rogación y los días de témpora?

[15] Esta es una confirmación interesante del principio de que la omisión de una práctica en una nueva edición litúrgica no significa eo ipso su supresión.

[16] Mary Jo Valenziano, Días de Rogación (Oak Park, IL: C.E. Dienberg Printing Co., 1989).

[17] «25 de abril: Día de rogación mayor», Faith and Family Magazine (abril de 2002), pág. 25)

[18] Muchas gracias al Rev. Brian Moen por su generoso tiempo.

[19] Un tiempo para actuar: Un informe de la Comisión Nacional sobre pequeñas granjas, Jennifer Yezak Molen, Directora, enero de 1998, pág. 4

[20] Cf. Hacia una mejor distribución de la tierra: el desafío de la reforma agraria (1989).

[21] Quas Primas, 21.

[22] Obispo William A. O’Connor, D.D., en Un Manual de Ceremonias, prólogo

Una idea de rogación para el hogar

«Trascienda los confines» de su hogar mientras rocía su propiedad con agua bendita y cante o recite las letanías (tales deambulaciones paralitúrgicas privadas eran bastante comunes en la Edad Media). O bendiga su jardín con agua bendita de la misma manera.

[Traducido por María Calvani. Artículo original]

RORATE CÆLI
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