Mis esperanzas, temores y oraciones por León XIV

Vivimos unos momentos que tienen un no sé qué de surrealista.

Es que, desde hace más de veinte años, a mi papa imaginario ideal, restaurador de la Iglesia Católica, lo he llamado… León XIV. Quién sabe si habrá habido otros que hayan imaginado una figura mítica por el estilo.

Y ahora resulta que tenemos a un León XIV de verdad.

Eso sí, no es el papa ideal. Aparte de que todo hombre trae consigo sus limitaciones y pecados cuando asume un cargo –así nos pasa a todos en los cometidos que desempeñamos en la vida, con la única excepción de Nuestro Señor y Nuestra Señora–, Robert Prevost viene con algunas cosas que nos inquietan. Luego hablaré de ellas.

Otro motivo por el que la situación me parece surrealista es que el único cardenal estadounidense al que conozco personalmente es Raymond Leo Burke. Él sí que hace honor a su nombre, es un león de la ortodoxia. Aunque nunca he esperado que lo elijan papa –la mayoría de los cardenales lo consideran demasiado de derecha, cuando en realidad es simplemente un católico más coherente que la mayoría–, no dejo de tener sentimientos encontrados, porque me parece que el primer pontífice de Estados Unidos podría haber sido alguno de la talla del mencionado.

Y otro elemento surrealista fue el lugar donde me encontraba.

Iba volando en un avión de Chicago a Fort Myers para participar en un acto de Legatus* en Naples (Florida), donde iba a pronunciar esa tarde una conferencia titulada Apreciar los valores del matrimonio en la sociedad del descarte. Tenía por delante el computador portátil y estaba viendo en directo las noticias de ETWN. Junto con otros 400.000 espectadores (según el indicador de la pantalla) vi aparecer a León XIV en la mesita plegable del avión, por así decirlo, para saludar al mundo. Seguidamente empezaron a llover los mensajes y correos preguntando qué opinaba de ese hombre, y otras cosas por el estilo (*Legatus es una organización de directivos estadounidenses que se esfuerzan por dar testimonio de su fe en el ámbito empresarial. —N. del T.).

Mis esperanzas

Hubo varias cosas que me impactaron en el momento, como estoy seguro de que les pasó a muchos de mis lectores.

En primer lugar, el Papa llevaba muceta y una preciosa estola historiada en cuyo recamado figuraban San Pedro y San Pablo, y su aspecto general era el propio de un Vicario de Cristo. Nada de esa ostentosa humildad que consiste en romper con la tradición, como cuando en 2013 apareció Francisco en el balcón prácticamente sin nada encima, o como cuando el cardenal Timothy Radcliffe se presentó en el cónclave en hábito dominico llamando con ello excesiva atención.

En otras ocasiones, por ejemplo en Malta, también vistió apropiadamente para la ocasión:

En segundo lugar, ha adoptado un nombre clásico de papa. Un nombre que, para bien o para mal, han llevado otros trece pontífices antes que él, desde San León Magno hasta el gran papa de la Doctrina Social de la Iglesia, León XIII. Es más, yo diría que en otras razones al menos eligió ese nombre porque quiere que lo vean como un pontífice que se preocupa por la justicia social. Una vez más, es señal de verdadera humildad ser uno más de una serie en vez de innovar escogiendo un nombre inédito.

Por último, las palabras de su discurso en la logia, si bien fueron generalizadoras, no me dieron la desagradable sensación que sentí al ver aparecer a Bergoglio en el balcón. Y es la misma impresión que han tenido muchas personas que observaron ambas ocasiones. Luego León dio la bendición en latín –otro gesto que dignum et justum est–, indicio de vuelta a la normalidad.

¿Por qué lo eligieron los cardenales? Veamos algunos motivos.

Una posibilidad sería la brusca pérdida de apoyo de la candidatura de Parolin, que llevó a que se apresuraran a buscar a un progresista moderado y conciliador a la vez. Michael Matt escribió lo siguiente en Facebook:

Se ha descrito al cardenal Robert Francis Prevost como un personaje equilibrado en el actual debate sobre el futuro de la Iglesia, sobre todo en lo relativo a la Misa Tradicional. Se lo ve como un posible puente entre la agenda inclusiva de Francisco y los elementos más conservadores de la Iglesia. Aunque no ha declarado su postura con relación a la Misa de siempre, sus partidarios destacan su capacidad para escuchar y sintetizar perspectivas diversas, dando a entender con ello que podría ser un factor reconciliador entre las varias posturas.

No sé hasta qué punto estará acertada esta evaluación, pero tengo la certeza de que muchos cardenales estaban ciertamente convencidos de ello. No habrían votado a un candidato meramente progresista e incapaz de reconciliar facciones. La necesidad de abordar las dolorosas divisiones que sufre la Iglesia fue un tema de cierta importancia en las congregaciones generales, por lo que es de suponer que la elección de los purpurados refleja esa motivación.

Igualmente en Facebook, Kevin Tierney propone algunas ideas iniciales que se le han ocurrido:

Los favoritos no ganan porque sí. De todos modos, a mí me parece que de haber sido favoritos Tagle o Parolin habrían quedado muy mal, por ser los dos claramente ambiciosos. Parolin ya llevaba dos años haciendo campaña conforme declinaba la salud de Francisco, y el traslado de Tagle a Roma en 2023 se vio en muchos sectores como una nueva etapa de acceso al pontificado… hasta que enseguida estallaron los escándalos administrativos y las intrigas vaticanas. Cuando vieron que no podían alcanzar una mayoría (y menos aún ⅔), optaron todos por Prevost.

Está claro que Prevost es del bando de Francisco, pero también ha evitado meterse en la mayoría de las cuestiones candentes que afronta la Iglesia hoy. No es ni Cupich ni McElroy, prelados estadounidenses que disfrutan con las peleas ideológicas y les gusta ser objeto del odio de sus compañeros de mitra. Eso le da cierta flexibilidad.

Recuperar una indumentaria papal más tradicional en su primera presentación ante el mundo y no innovar en cuento a nombre puede ser un indicio de que no se busca a un revolucionario ni a un gran reformista; lo que se quiere es una oportunidad de respirar.

Como la mayoría de los prelados de todos los colores ideológicos (y los que están por en medio) de los últimos treinta años, su currículum en lo relativo a la cuestión de los abusos sexuales no es nada que digamos del otro mundo. Tendrá oportunidad de hablar del asunto (y estoy seguro de que no tendrá más remedio que hacerlo).

Ante todo, yo creo que habrá de ser consciente del momento en que vivimos. Y no me refiero al debate ideológico, sino más bien a que el Vaticano está en bancarrota, el pontificado es una institución debilitada y hay varios posibles focos de tensión en la Iglesia en muchos países que podrían dar lugar a situaciones caóticas, o incluso peor, si no hay una cabeza firme y serena.

Aparte eso, mantengo una actitud en extremo precavida con él. No soy ni optimista ni pesimista. No me parece que todos tengan que darle una oportunidad, porque la misión del pontífice es un cargo del que se es investido, no un simple título. Y me parece también que sería absurdo, porque, digamos lo que digamos, es algo inevitable, y un papa que entiende lo que está pasando se pondrá a a la altura de la situación.

Francamente, si León XIV resulta menos irritante, desestabilizador y mezquino que su predecesor, voy a dar un respiro de alivio. No tenemos necesidad de nadie que nos venga con peroratas sobre rígidos hipócritas desequilibrados a los que les gustan los encajes del tiempo de nuestras abuelas y otras sandeces con las que Francisco deshonró y desprestigió la Cátedra de San Pedro. Si se elimina todo eso, al menos nos encontraríamos en un ambiente medio civilizado en el que dirimir nuestras diferencias.

No parece que Prevost sea un clérigo pendenciero, un caudillo peronista como Bergoglio. ¡Saber escuchar y mediar no es una mala cualidad para el jefe espiritual de más de mil millones de católicos!

Por último, León es canonista, y el P. Claude Barthe lo ha calificado de muy competente jurista. Esto es más importante de lo que pueda parecer en un principio. Llevamos doce años sometidos a un régimen de anarquía y cambio continuo. Es hora de que venga alguien que sepa y que, es de suponer, se preocupe por el derecho canónico y pueda restablecer un mínimo de orden.

Mis temores

Pero Prevost tiene también su lado inquietante, que ha sintetizado muy bien S.D. Wright:

Prevost ha contribuido a promover el programa de Francisco y al nombramiento de obispos heterodoxos en muchas partes del mundo, y negado tácitamente la doctrina tradicional sobre el episcopado. Supervisó la deposición del prelado más conservador de EE.UU. (Strickland) y el nombramiento de un destacado liberal para ocupar una de las diócesis más importantes (McElroy) [también habría tenido que ver con lo de monseñor Rey]. Prevost no ha dicho ni pío de importantes cuestiones doctrinales de nuestro tiempo y ha contribuido al legado más perdurable del reinado de Francisco [el nombramiento de malos prelados].

(Aquí pueden leer si lo desean el comentario de Wright sobre Prevost.)

Prevost no cuenta con una buena hoja de servicios como prefecto del Dicasterio para los Obispos; eso no se puede blanquear. Pero en mi opinión y en la de otros, es muy probable que se limitara a firmar los papeles que Francisco le mandaba firmar. Al decir esto, no lo absuelvo de su responsabilidad personal, pero tampoco lo declaro único responsable de los espantosos nombramientos de prelados del pontificado bergogliano. Además, sólo ejerció ese cargo durante dos años.

Mi preocupación es más honda.

Yo diría que hay un motivo muy particular por el que los cardenales Cupich, Tagle y Roche (entre otros) sonreían de oreja a oreja justo antes de que el flamante papa se asomara al balcón.

«Vamos, hombre. Seguramente se alegraban de que hubiera terminado el cónclave y estaban de celebración», me dirá alguno. Y sin duda, algo de eso también había.

Pero no olvidemos que Prevost es de Chicago y procede del ala más progresista de la Iglesia (lo más suave que podríamos decir es centro izquierda). Eso quiere decir que el cardenal Cupich sabe, o al menos cree, que de la noche a la mañana se convertirá en un consejero de confianza con acceso directo a León XIV. Le puede decir: «¡Acabemos de una vez con el cisma tradicionalista y su detestable Misa en latín!» No olvidemos tampoco que el cardenal Roche es, o fue, el dictador litúrgico que hizo con Francisco lo que Thomas Cromwell con Enrique VIII: cerrar porque sí toda una serie de prósperas comunidades religiosas. Es posible que Roche también crea que León seguirá por la misma ruta. En cuanto al cardenal Tagle, cuyo celo evangelizador lo ha llevado a repugnantes exhibiciones de banalidad y cultura de masas, puede que vea en Prevost a otro evangelizador como él.

Algo preocupante es que el P. James Martin había dicho que su primera opción sería votar por Prevost.

Para expresar mi inquietud, la resumiría con estas palabras: que León XIV será mucho mejor en cuanto a forma de gobernar, pero llevará adelante la mayor parte del programa de Francisco. Cimentará ese legado, si bien más discretamente y sin estridencias, sin tanto melodrama. Se ocupará de normalizar e institucionalizar el legado bergogliano. Digamos que le pondrá una sonrisa, limará aristas y lo dejará bien instalado en el personal y la estructura. En realidad, por poco inteligente que sea, un papa animado por ese ideal derrochará simpatía y atenuará la controversia, precisamente para disimular la continuada puesta en práctica de Amoris laetitia, Fiducia supplicans, Abu Dabi, Traditioneis custodes, etc.

La perspectiva es sombría, pero no tengo forma de saber, como tampoco ustedes, si resultará así.

Según otras fuentes, que sin duda ya habrán visto, se sabe que de vez en cuando Prevost celebra Misa Tradicional, y se lo ha visto participar en un encuentro privado con el cardenal Burke el pasado 30 de abril.

No se sabe todavía si León XIV decidirá tratar a los católicos tradicionalistas como seres humanos y como cristianos o dejará que los sigan tratando como apestados. Como Abrahán, esperaré contra toda esperanza (V. Rom.4,18). De buenísima gana doy al flamante pontífice un margen de confianza, como bien recomendó Eric Sammons. Es más, la ley divina y natural nos lo exigen.

Mi oración

Para terminar, hay un tremendo factor imprevisible que no podemos dejar de tener en cuenta.

La gracia que viene con el cargo puede hacer y ha hecho maravillas en la historia de la Iglesia. Muchos sacerdotes timoratos, sobornables o ambiciosos se han convertido en fieles discípulos al ser elevados a un rango superior. Con toda posición más alta, y de hecho para cualquier vocación en la vida (incluidas las religiosas y el matrimonio), Dios ofrece una gracia especial. Gracia que uno puede rechazar o abrazar. En realidad, si el cargo se desempeña durante mucho tiempo pueden pasar ambas cosas, quizá bastantes veces. Por eso no perdemos ni debemos perder la esperanza con León XIV, sean cuales sean sus antecedentes. Claro que trae con él al pontificado su pasado, sus costumbres, sus ideas y tendencias y su escala de prioridades. Pero cada día es susceptible de dejarse influir por el carisma de su cargo, y con nuestras oraciones y penitencias podemos cumplir una función pidiendo al Señor que le abra el corazón a las indicaciones del Espíritu Santo y desempeñe bien el cometido que se le ha confiado.

La primera homilía que ha pronunciado hoy León XIV, mezcla de los clásicos estilos de Juan Pablo II y Benedicto XVI, es una señal de esperanza. Es verdadero cristocentrismo, un mensaje claro, sin ambigüedades ni tonterías. Una bocanada de aire puro.

Por eso voy a rezar todos los días por León XIV. Además de las oraciones particulares que diga, siempre me acordaré del Papa cuando rece el Kyrie del oficio divino monástico.

La siguiente es una buena oración. Pueden hacer una pausa y leerla en este momento:

V. Roguemos por nuestro papa León.

R. Que el Señor lo guarde y le dé vida, lo bendiga en este mundo y lo guarde de sus enemigos.

Padrenuestro y Avemaría.

O Dios, Pastor y Guía de tu pueblo fiel, mira con ojos misericordiosos a tu siervo León, a quien has escogido para que sea pastor de tu Iglesia. Te pedimos que mediante su palabra y ejemplo edifique a quienes tiene a su cuidado, para que junto con las ovejas de su grey alcance la vida eterna. En Cristo Nuestro Señor, amén.

Se puede cantar también (PDF aquí):

Que la gracia del cargo renueve eficazmente a Robert Prevost y lo haga siervo del Dios Vivo, del León de Judá cuyo nombre ha adoptado.

Además de la gracia divina que llama a la puerta del albedrío humano, hay un dato histórico de importancia monumental.

Salvo afortunadas excepciones, los católicos tradicionalistas llevan más de sesenta años fustigando a la Jerarquía y enfrentándose a los papas (yo me remontaría a 1963, cuando Pablo VI encomendó al Consilium la misión de renovar toda la liturgia, y empezaron a llover cambios desde el dictatorial escritorio de Bugnini). Hemos sobrevivido a los sesenta, los setenta, los ochenta, los noventa, la primera y la segunda década de este siglo, y ya vamos por la mitad de la tercera. Somos más que nunca, estamos mejor informados, nuestros recursos se han multiplicado exponencialmente, tenemos internet a nuestra disposición con innumerables fotos y argumentos, y poseemos intrepidez juvenil y una determinación inflexible. No vamos a abandonar. Hemos venido para quedarnos.

Independientemente de que León haga o no lo que Benedicto hizo para los tradicionalistas (o incluso algo mejor), no hay nada que pueda alterar ni socavar nuestro amor a la Tradición, a la Verdad, a Cristo, a su Madre, los ángeles y los santos y todo lo que supone ser un católico fiel. Son un regalo de Dios para nosotros que nadie nos podrá arrebatar para siempre, hasta que llegue el fin del mundo, caiga el telón, y unos hayan terminado en la gloria del Cielo y otros en las tinieblas exteriores.

San Juan de la Cruz nos garantiza que hay que pasar por una noche oscura del alma. ¿Está atravesando la Iglesia su noche oscura? Quizás. En ese caso, ¿podemos perseverar hasta que despunte el alba, como puede perseverar cualquier alma por la gracia de Dios?

Claro que podemos.

Dios dirá cómo podremos salir adelante en esta nueva fase de la historia de la Iglesia. Sigamos rezando por el Papa, que sin duda alguna carga con la mayor responsabilidad que se pueda llevar en este mundo. Roguemos también por nosotros mismos y los unos por los otros para que seamos fieles a los dones de que nos ha dotado Nuestro Señor. Sea su santo Nombre alabado, glorificado y exaltado por los siglos de los siglos, amén.

¡Gracias por su atención, y que Dios los bendiga!

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Peter Kwasniewski
Peter Kwasniewskihttps://www.peterkwasniewski.com
El Dr. Peter Kwasniewski es teólogo tomista, especialista en liturgia y compositor de música coral, titulado por el Thomas Aquinas College de California y por la Catholic University of America de Washington, D.C. Ha impartrido clases en el International Theological Institute de Austria, los cursos de la Universidad Franciscana de Steubenville en Austria y el Wyoming Catholic College, en cuya fundación participó en 2006. Escribe habitualmente para New Liturgical Movement, OnePeterFive, Rorate Caeli y LifeSite News, y ha publicado ocho libros, el último de ellos, John Henry Newman on Worship, Reverence, and Ritual (Os Justi, 2019).

Del mismo autor

Razones teológicas para que la mujer lleve velo en la iglesia

La noble lengua latina que nutrió la piedad durante siglos; la serenidad...

Últimos Artículos