“Sed imitadores de Dios como hijos queridos”

I. Los textos de la Liturgia del tercer Domingo de Cuaresma tienen su origen en los ritos que en la Iglesia de los primeros siglos preparaban a los catecúmenos que habían de recibir el bautismo la noche de Pascua. En este día se comenzaba el «escrutinio» o examen de los catecúmenos que iban a bautizarse y se llevaba a cabo la primera ceremonia: el exorcismo bautismal[1], rito se sigue practicando en la administración del bautismo:

«Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6, 17)»[2].

Con ese rito guarda relación el Evangelio de hoy («Estaba Jesús echando un demonio que era mudo…»: Lc 11, 14-28), hecho que no solamente era el prodigio de una curación instantánea sino que demostraba el poder de Jesús sobre los espíritus demoníacos[3].

En la Epístola (Ef 5, 1-9), el Apóstol se dirige a los fieles de Éfeso y les recuerda que no hace mucho fueron tinieblas y ahora son luz del Señor. Esta lectura tenía aplicación a los catecúmenos que habían vivido como paganos pero ahora oyen cómo la Iglesia exhorta a sus hijos a imitar la santidad de Dios: «Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor» (vv. 1-2). Es más, está a punto de serles comunicada la gracia que les hará capaces de aspirar a reproducir en ellos las perfecciones divinas.

En nuestro caso es cierto que ya hemos sido liberados de la esclavitud del pecado por la luz de la gracia y la victoria de Cristo, pero mientras dure nuestra vida estaremos en lucha. Por eso san Pablo subraya el contraste entre las obras de las tinieblas y el pecado y las obras que son propias de quienes ya somos hijos de la luz: «Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz» (v. 9). Antes éramos «tinieblas» por nosotros mismos; ahora «luz», en Cristo y gracias a Cristo: «admirable revelación que nos muestra cómo la buena conducta procede del conocimiento sobrenatural de la luz de Cristo»[4].

II. Esta transformación es a la que Jesús llama desde los comienzos de su predicación cuando invita a la “conversión”: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15).

«Conversión» significa pensar de otro modo, ver las cosas al modo de Dios, y vivir en coherencia con lo que se piensa. Escuchar una llamada a la conversión en este tiempo de Cuaresma supone que Dios nos invita a un cambio de rumbo en nuestra existencia, pensando y viviendo según el Evangelio, mejorando algunas cosas en nuestro modo de actuar y de relacionarnos, en primer lugar, con Dios y también con los demás.

La conversión «primera y fundamental» es el Bautismo por el que se renuncia al mal, se alcanza el perdón de los pecados y comienza la vida nueva de los hijos de Dios. El Bautismo nos introduce por tanto en el Reino de Dios y nos hace participar ya de sus bienes mientras vivimos en la tierra: revelación, filiación divina, sacramentos…

Ahora bien, el principal de estos bienes -que es la posesión de Dios en el Cielo- está aún por venir y esperamos alcanzarlo en la vida eterna. Por eso la conversión es siempre necesaria para aceptar la oferta divina y para mantenernos en esa aceptación porque todos corremos el peligro de dejarnos llevar por los criterios del mundo que son opuestos a los de Dios. La llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos.

Esta «segunda conversión» es una tarea ininterrumpida para todos los miembros de la Iglesia pero este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del «corazón contrito», atraído y movido por la gracia a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero[5].

III. La gracia llega a las almas especialmente a través de los sacramentos. Por ello siempre, pero de manera particular en este tiempo de Cuaresma, debemos acudir al Sacramento de la penitencia. Y así, en nuestra personal conversión, debemos:

Ver: en un examen sincero de conciencia, a la luz de Dios, contemplamos nuestras acciones y la intención no siempre recta que nos mueve en cada una de ellas, nos movemos a rectificar a hacer propósitos firmes y aprovechar el tiempo que aún nos concede Dios para servirle.

De cara a recibir el sacramento de la Penitencia, el examen de conciencia es una diligente averiguación de los pecados que se han cometido desde la última confesión bien hecha. El examen de conciencia se hace trayendo cuidadosamente a la memoria todos los pecados cometidos y no confesados, de pensamiento, palabra, obra y omisión, contra los mandamientos de Dios y de la Iglesia y las obligaciones del propio estado. También hemos de examinarnos acerca de los malos hábitos y ocasiones de pecar[6].

– Hablar: es condición indispensable manifestar los pecados al confesor sinceramente. «Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento»[7]. El Catecismo nos recuerda que hemos de confesar por obligación todos los pecados mortales; aunque es muy bueno confesar también los veniales. Las principales condiciones que deben acompañar a la confesión de nuestros pecados son cinco[8].

  1. Humilde «quiere decir que el penitente ha de acusarse ante el confesor, no con altivez en el ánimo o en las palabras, sino con los sentimientos de un delincuente que reconoce su culpa ante el juez».
  2. Entera «quiere decir que hemos de manifestar con sus circunstancias y número todos los pecados mortales cometidos desde la última confesión bien hecha, y de los cuales tenemos conciencia».
  3. Sincera «quiere decir que hemos de declarar los propios pecados como son, sin excúsanos, disminuirlos ni aumentarlos».
  4. Prudente «quiere decir que en la declaración de los pecados hemos de usar los términos más modestos y que hemos de guardarnos de descubrir pecados ajenos».
  5. Breve «quiere decir que no hemos de manifestar nada inútil al confesor».

IV. Al final del Evangelio aparece una referencia a la Madre de Jesús, la Virgen María: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (v. 28). Ella es el modelo del alma en gracia que oye la palabra de Dios y la pone en práctica. Ella nos acompaña y nos sostiene en el itinerario cuaresmal. Y le pedimos que nos ayude en el camino de nuestra conversión para perseverar en un comportamiento propio de hijos de la luz, como hemos escuchado en la exhortación de san Pablo: «Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz» (v. 9).


[1] Cfr. Próspero GUERANGER, El Año Litúrgico,     Burgos: Editorial Aldecoa, 1956, 291-292; Bruno BAUR, Sed luz, vol.2, Barcelona: Herder, 1953, 138-140.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 1237.

[3] Manuel de TUYA, Biblia comentada, vol. 5, Evangelios, Madrid: BAC, 1964, 286.

[4] Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, in: Ef 5, 9.

[5] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1427-1428.

[6] Cfr. Catecismo Mayor IV, VI, 3º, 697-707.

[7] Catecismo de la Iglesia Católica, 1424.

[8] Cfr. Catecismo Mayor IV, VI, 6º, 743-762.

Padre Ángel David Martín Rubio
Padre Ángel David Martín Rubiohttp://desdemicampanario.es/
Nacido en Castuera (1969). Ordenado sacerdote en Cáceres (1997). Además de los Estudios Eclesiásticos, es licenciado en Geografía e Historia, en Historia de la Iglesia y en Derecho Canónico y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU y en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente es deán presidente del Cabildo Catedral de la Diócesis de Coria-Cáceres, vicario judicial, capellán y profesor en el Seminario Diocesano y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe. Autor de varios libros y numerosos artículos, buena parte de ellos dedicados a la pérdida de vidas humanas como consecuencia de la Guerra Civil española y de la persecución religiosa. Interviene en jornadas de estudio y medios de comunicación. Coordina las actividades del "Foro Historia en Libertad" y el portal "Desde mi campanario"

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