¿Adorar o rendir homenaje?

El pasado 6 de enero tuve ocasión de ver la Misa de la Solemnidad de la Epifanía presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro transmitida por la cadena televisiva católica EWTN en su edición hispanoparlante. La Misa se celebraba en latín a excepción de la primera y segunda lecturas, del salmo responsorial y de las preces que fueron dichas en diversas lenguas. Como ocurre siempre un locutor iba traduciendo las distintas partes de la Misa. Al llegar a la lectura del Evangelio (el correspondiente de esa festividad era el texto de San Mateo 2, 1-12) pude ver y oír claramente que un diácono cantaba en latín el texto evangélico. A los pocos segundos la voz del diácono quedó cubierta por la del locutor quien leyó una curiosa versión española del dicho texto. En efecto, al llegar al versículo 8, en el momento en que Herodes les pide a los Magos que, de regreso, le informen dónde está el Rey de Israel que ha nacido a fin de también ir él a adorarlo, oímos: para que también yo pueda ir a rendirle homenaje. Unos versículos después, al llegar al verso 11, el locutor nos regaló con esto: Y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje.

No es la primera vez que oigo esta versión, francamente falsa como veremos enseguida, de este pasaje del Evangelio de Epifanía. Recuerdo, hace unos años, oyendo misa en una parroquia de mi ciudad, que ocurrió lo mismo. Más aún: revisando el último leccionario aprobado por la Conferencia Episcopal Argentina, he podido constatar que en la versión española del texto de Mateo la palabra adorar ha sido sustituida por rendir homenaje. Va de suyo que semejante sustitución no es asunto menor pues “adorar” sólo se dice respecto de Dios mientras que “rendir homenaje” puede referirse a cualquier persona con suficiente dignidad como para ser homenajeada.

Pero ¿de dónde sale esta sustitución contraria no sólo a la invariable traducción de la Iglesia (y aún de las versiones bíblicas de prácticamente todas las confesiones protestantes) sino a la letra y al espíritu del texto griego, lengua en la que Mateo nos relata la adoración de los Magos? Según hemos podido averiguar, esta versión procede de la llamada Biblia de los Testigos de Jehová, conocida como la “Traducción del Nuevo Mundo” (TNM) y considerada por los miembros de esta secta como la más exacta y mejor traducida del mundo.

He tenido oportunidad de consultar esta Biblia y constatado que, efectivamente, los pasajes mencionados del Evangelio de Mateo han sido traducidos sustituyendo “adorar” por “rendir homenaje”: 

2 ¿Dónde está el que nació Rey de los judíos? Porque vimos su estrella (cuando estábamos en el Oriente) y hemos venido a rendirle homenaje.

7 Entonces Herodes mandó a llamar a los astrólogos y averiguó cuidadosamente de ellos el tiempo en que la estrella había aparecido;

8 y al enviarlos a Belén dijo: Vayan y hagan una búsqueda cuidadosa del niñito, y cuando lo hayan hallado vuelvan e infórmenme, para que yo también vaya y le rinda homenaje.

11 Y cuando entraron en la casa vieron al niñito con María su madre, y, cayendo le rindieron homenaje[1].

Ahora bien, el texto original griego de Mateo utiliza el verbo proskyneo, término cuya traducción corriente es postrarse en actitud de adoración o, directamente, adorar; de este verbo deriva, a su vez, el sustantivo proskynetés que se traduce como adorador, el que adora[2]. Esta ha sido, por otra parte, la traducción prácticamente unánime de todas las versiones bíblicas aún las de origen protestante. Así, por ejemplo, la difundida versión del Nuevo Testamento de Reina Varela de 1909 y 1960, utiliza el término adorar como el equivalente español de proskyneo.

De nuevo surge la pregunta, ¿por qué este cambio a todas luces innecesario? Avanzando un poco más en mis indagaciones pude comprobar que la mencionada Biblia de los Testigos de Jehová utiliza dos traducciones distintas del verbo proskyneo. En efecto, cuando este verbo es referido a Dios Padre lo traduce como adorar, pero cuando se refiere a Jesucristo, es decir Dios Hijo, lo cambia por rendir homenaje. Así ocurre, por ejemplo, en Lucas, 4, 8, cuando Nuestro Señor rechaza la tentación de Satanás en el Desierto dice: Escrito está, adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás. Aquí Lucas utiliza el mismo verbo: proskyneo y la versión de la Biblia de la Traducción del Nuevo Mundo es correcta: Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado.

Pero si vamos a Hebreos 1, 6 donde se lee: Además, al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: Que lo adoren todos los ángeles de Dios, las cosas cambian. También aquí el verbo que emplea el autor de la Carta es proskyneo. Pues bien, la versión de los Testigos de Jehová en vez de adorar traduce “rendir homenaje”: Pero cuando introduce de nuevo a su Primogénito en la tierra habitada, dice: Y que todos los ángeles de Dios le rindan homenaje[3].

Hay varios ejemplos más que pueden aducirse (Juan, 9, 35.38; Mateo, 28, 9; Mateo, 28, 16, 17, etc.). Resulta bien claro, por tanto, que el criterio que ha guiado a los traductores de la Traducción del Nuevo Mundo no es un criterio lingüístico o semántico sino, antes bien, un criterio teológico (o, mejor dicho, antiteológico); en efecto, de lo que se trata es de negar la divinidad de Cristo y el dogma de la Santísima Trinidad, dos verdades de la Fe que la secta rechaza con pertinacia digna de mejor causa.

Pero la Sagrada Escritura está toda ella referida a Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios, el Verbo coeterno del Padre que se encarnó en el seno purísimo de María y que es Dios y vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo. Esta suprema verdad, rechazada por Israel y desconocida por los gentiles, es sin embargo reconocida y adorada por los pastores y por los Magos verdaderas primicias de nuestra Fe. Así lo reconoce San Agustín:

Estos magos, ¿qué otra cosa fueron sino las primicias de las naciones? Los pastores eran israelitas, los magos, gentiles; éstos vinieron de tierras lejanas, aquéllos de cerca. Sin embargo, unos y otros acudieron con presteza a la piedra angular[4].

También San León Magno nos adoctrina acerca del significado de estos Reyes como primicias de la gentilidad que es incorporada a la salvación que nos trae Cristo:

Así pues, que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renuncian los hijos según la carne. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido, no ya sólo en Judea, sino también en el mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel. Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos[5].

Por otra parte la gran exégesis cristiana ha interpretado siempre que los tres dones ofrecidos por los Magos al Niño simbolizan la triple condición de Cristo como Rey (el oro), Dios (el incienso) y Hombre (la mirra)[6].

Este es el corazón del Gran Misterio que se celebra en la Festividad de la Epifanía: Cristo, Dios verdadero y verdadero hombre es reconocido y adorado por las naciones paganas representadas en los Magos. No es sólo un Rey, no es sólo un Hombre lo que aquellos Magos buscaban guiados por la estrella y que al hallarlo exultaron de gozo, sino al mismo Dios hecho hombre. Por eso se inclinaron ante Él y lo adoraron.

No entiendo, por tanto, qué hace una traducción doblemente falsa (en cuanto a lo lingüístico y en cuanto a lo teológico) en un leccionario católico. Espero que algún experto en Biblia, o algún pastor no demasiado ocupado en promover la inclusión social, recoja esta duda y la responda.

Mario Caponnetto

[1]Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, Editada por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., Wallkill, New York, USA, impresión de 2017, página 1202.

[2] En el griego del Nuevo Testamento el verbo proskyneo es la traducción del término hebreo veterotestamentario hishtahawa y significa “inclinarse hacia” y se usa para expresar la adoración  a Dios. En multitud de lugares los autores del Nuevo Testamento utilizan este verbo para referirse a la adoración debida a Cristo en tanto Dios.

[3] Traducción del Nuevo Mundo…, o. c., página 1480.

[4] San Agustín, Sermo 202, In Epiphania Domini, 1, 1.

[5] Sermón 3, 1-3.5 en la Epifanía del Señor: PL 54, 240-244.

[6] Cf. La Santa Biblia, traducción por Monseñor Juan Straubinger, La Plata, 2009, El Nuevo Testamento, página 18, nota 11. En una línea similar va el comentario de Santo Tomás (cf. Super Matheum, c. 2, lectio 3). En este mismo comentario el Aquinate subraya el verdadero carácter de verdadera adoración a Dios que tuvo el inclinarse de los Magos ante el Niño: “Dicit ergo et procidentes adoraverunt eum, tamquam Deum in homine latentem; Ps. LXXI, 9: coram illo procident Aethiopes.

Mario Caponnetto
Mario Caponnettohttp://mariocaponnetto.blogstop.com.ar/
Nació en Buenos Aires el 31 de Julio de 1939. Médico por la Universidad de Buenos Aires. Médico cardiólogo por la misma Universidad. Realizó estudios de Filosofía en la Cátedra Privada del Dr. Jordán B. Genta. Ha publicado varios libros y trabajos sobre Ética y Antropología y varias traducciones de obras de Santo Tomás.

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