Características del Modernismo

1.     Ubicuidad

La ubicuidad tiene que ver con la extensión del modernismo.

Antes, la Iglesia siempre condenaba las herejías y las doctrinas heréticas, y aprovechaba la ocasión para formular más profunda y claramente sus doctrinas. Por consiguiente, la rama marchita de la Iglesia, es decir la herética, se cortaba separándola del tronco sano; y el tronco sano, nutrido por una nueva afluencia de la luz de la Verdad, podía florecer con más esplendor todavía.

De cincuenta años para acá, por el contrario, esas doctrinas ya no se condenan. Y cuando se condenan, es algo ocasional que se hace tibiamente y sin aplicar sanciones. Por consiguiente, el árbol de la Iglesia está ya casi totalmente infectado de errores.

Esta infección tiene su origen en el propio Magisterio, en las enseñanzas de la Iglesia, la jerarquía y el clero. Dichas enseñanzas constituyen un uso ilegítimo del munus docendi que Nuestro Señor Jesucristo confió a la Iglesia; es ilegítimo y por tanto está también fuera de su jurisdicción: extra vires.

Señalemos a este respecto que entendemos por Magisterio el órgano o instrumento del munus docendi de la Iglesia, y  distinguimos en él dos sentidos: uno positivo, que se refiere a su ejercicio legítimo; y un sentido neutro, que se refiere a su ejercicio simpliciter, sin especificar si es legítimo o ilegítimo. Que el Magisterio se puede ejercer de modo ilegítimo es algo que salta a la vista y sólo lo puede negar un ideólogo.

El modernismo dentro de la Iglesia es difícil de combatir por varios motivos:

a) es difícil de discernir porque es ubicuo, omnipresente. Jacques Maritain (en la foto) habla de la apostasía inmanente. Eso significa que que ha llegado a ser parte de la propia estructura de la Iglesia o, empleando otra imagen, que se ha vuelto demasiado grande para que se vea;

b) es difícil de comprender porque es característicamente oscuro;

c) es difícil de evaluar porque ello exige conocimientos teológicos que ya no se enseñan en los seminarios o en las parroquias, o  no se enseñan de modo exclusivo;

d) es difícil de aceptar porque exige objetividad intelectual y valor para afrontar la devastación doctrinal de la Iglesia de hoy;

e) es difícil de criticar, y más para un sacerdote, porque no sólo se lo etiquetaría como intransigente, sino también de irreverente o incluso de cismático (o criptocismático) para con la Iglesia, el Papa y el Magisterio (entendido únicamente en el primer sentido) y deberá encarar reprensiones de su superior o su obispo y tal vez hasta le costaría su apostolado. Está claro que cuanto más se consolida el modernismo en el Magisterio, corroborando ls nuevas doctrinas del Concilio por medio de encíclicas y otros documentos posteriores más difícil será criticarlo.

(Fuente: RadioRomaLibera. Traducido por J.E.F)

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