por Côme de Prévigny (artículo ajeno)
La visita del pasado noviembre del Padre Davide Pagliarani, nuevo Superior General de la Fraternidad San Pío X (FSSPX) a la Comisión Ecclesia Dei en Roma, ha revivido el eterno asunto de las relaciones entre la Santa Sede y la fraternidad fundada en 1970 por el Arzobispo Marcel Lefebvre, levantando especulaciones sobre la posibilidad de que la sociedad sea oficialmente reconocida por el Vaticano. Los analistas se preguntan si la postura que ha tomado el mando de la FSSPX quiere la regularización o no. Aquí y allá, el comentador se esfuerza por saber si los acuerdos doctrinales deberían alcanzarse antes de considerar un acuerdo práctico, alcanzando una situación que se parece a la de hace 15 años atrás. ¿Pero a dónde, concretamente, deberían llevar estas discusiones? ¿Deberían ellos esperar a que Roma finalmente condene el Concilio Vaticano II, o más bien alcanzarían algunas garantías? Este punto debe aún ser clarificado.
La actual situación canónica de la Fraternidad San Pío X está mayormente normalizada. La Misa que celebran sus miembros es la misma que todos los sacerdotes del mundo pueden rezar o cantar siguiendo el Motu Proprio Summorum Pontificum del 7 de julio de 2007. Las condenaciones que pesaban sobre los obispos de la Fraternidad fueron levantadas por un decreto firmado el 21 de enero de 2009. En 2015, la Santa Sede garantizó a su Superior General el poder de juzgar en el primer escalón de la jurisdicción. La validez de las confesiones oídas por sus sacerdotes fue reconocida por la Carta Apostólica Misericordia et Misera, del 20 de noviembre de 2016.
En ese mismo año, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei pidió a los obispos en cuyas diócesis están establecidos los seminarios de la Fraternidad, aceptar las ceremonias de ordenación que allí se realizan. Los matrimonios celebrados frente a los sacerdotes de la Fraternidad son finalmente reconocidos en plenitud por Roma, como lo testimonia una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 27 de marzo de 2017. Este documento va incluso más allá: pide a los sacerdotes de la Fraternidad que envíen sus registros probando la celebración de casamientos a las cancillerías diocesanas. Estos registros se organizan junto a los de todas las parroquias y comunidades en una situación perfectamente regular. Implícitamente, puesto que las sanciones han desaparecido y puesto que los sacerdotes han recibido el mandato canónico de administrar varios sacramentos, la Fraternidad ha encontrado de nuevo su estatus original, que fuera abolido el 6 de mayo de 1975, y se comporta, de facto, como una prelatura personal.
Aquellos que se han acostumbrado a rechazar todo tipo de regularización, puesto que temen que lleguen malas influencias a través de los lazos canónicos, han remarcado fuera de toda duda que estas ramas se han reinjertado casi completamente. Nada falta a la Fraternidad, excepto quizás una Corte de apelaciones eclesiásticas, para procedimientos canónicos que la estructura de una Prelatura permitiría. Algún día, la Fraternidad tendrá también la necesidad de renovar sus obispos. En el contexto actual, uno no ve por qué el Papa evitaría garantizarlos para la Fraternidad. La Fraternidad se ha convertido, al fin, en un automóvil que tiene todos los elementos para moverse hacia delante: una carrocería, ruedas, volante, asientos… todos los elementos están nuevos y no falta nada. Debido a un estado de tensión, tanto interna como externa, sobre el asunto de la regularización (sin dudas en razón del actual pontificado), todo lo que falta es una licencia que apruebe su estatus, pero las patrullas de control vial diseminadas en todo el mundo saben que el automóvil puede moverse como quiera. Hallar una iglesia para celebrar un matrimonio o para peregrinar, ya no presenta ninguna dificultad: ese ya no es el problema. El Papa lo ha decidido.
Los fieles de todas partes pueden visitar las iglesias de la Fraternidad. Su conciencia ya no puede ser sujeta a la angustia o ansiedad. Esto ha quedado relegado por los textos pontificios. Entonces bien, ¿cuándo será oficialmente definitiva una regularización que ha sido casi completamente alcanzada por etapas? ¿Ha tomado lugar ya in pectore? ¿Tendrá lugar uno de estos días en el reverso de un sobre, como sellando todo lo que ya ha sido garantizado? Es posible. En cualquier caso, la Santa Sede ha garantizado, en un nivel práctico, todas las funciones sacerdotales a los miembros de la FSSPX. La apreciación de catolicidad se ha realizado a largo plazo, y no en vista a condiciones que todavía deben ser completadas. Y es sólo un asunto de justicia a la obra del Arzobispo Lefebvre el que sea así reconocida. Y eso es, simplemente, lo que él mismo siempre pidió.
(Traducido por Johannes Nimius. Artículo original)