“Esperanza de los desesperados”

Estimado sí sí no no,

lo sabes mejor que yo, vivimos en un mundo feo y terrible, pavoroso. Nosotros que queremos ser “de Jesús”, de Jesús sólo, no soportamos ya el desastre que nos circunda. No queremos pensar en la violencia, en el vicio que se extienden por el mundo – ciertamente también esto debe combatirse – sino en el desconcierto de hombres de Iglesia, de quienes esperábamos el don de Jesús, que en cambio no nos es dado ya.

Me contaba un amigo que, tras haber perdido hace poco tiempo a su madre, se confió a un sacerdote, del cual esperaba que le confortara. No le ha preguntado nada, no le ha preguntado de qué murió, cuándo o cómo, ni le ha dado una palabra que le confortara. Esto ha sucedido con más de un sacerdote: nada de nada. Hombres apagados. ¿A quién aman?

Hoy, hay parroquias sin párroco y párrocos que tienen hasta 5/6 parroquias. Reducido el número de las Santas Misas. La “Liturgia de la Palabra” con la sola Comunión al final, “celebrada” no por el diácono, que no existe, sino por laicos, por jóvenes treintañeros, con esposa o novia al lado. Esta “Liturgia de la Palabra” es también ofrecida, “aplicada”, por los difuntos. En estas parroquias huérfanas de sacerdote, los niños no tienen catecismo, niños y jóvenes sin ninguna formación cristiana, enfermos y ancianos dejados sin Sacramentos, en el tramo más difícil de su vida. Hoy se vive y se muere sin Dios.

Si alguien habla de esas cosas, o no recibe respuesta o escucha que se le dice: “¿Qué pretendes hacer tú? ¿No sabes que Dios es misericordia y que Él actúa?”.

Como hombre de escuela, como soy, me turba ver a las 7.30-8 de cada mañana llegar en los trenes y en los autobuses de mi ciudad centenares de muchachos y de jóvenes que bajan de los pueblos para ir a la escuela a la ciudad. Me pregunto: “¿Cuántos de estos reciben una educación cristiana? ¿Cuántos de ellos van a Misa los domingos?”. Poquísimos. Una generación incrédula, o peor, es ya la tercera generación incrédula, atea, desde el concilio hasta hoy. Si dijese esto a algún sacerdote, me respondería: “¿Es que los quieres convertir? ¡Cada uno va por su camino!”. Pero don Bosco, a muchachos así, los quería precisamente convertir, llevar a Jesús, hacerles vivir la vida de Jesús. ¿Y nosotros?

Muchos jóvenes ya no se casan, no porque son castos como San Luis Gonzaga, sino porque con veinte años o poco más se van a convivir “para probar”. O bien se casan por lo civil. Nacen “convivencias” sin Ley de Dios, con licencia para realizar toda experiencia. Muchachos de la escuela secundaria o de final de primaria que han tenido ya relaciones sexuales como la cosa más natural de este mundo y que reprenden con estupor a quien no las ha tenido todavía. Muchachos que van al catecismo para la Confirmación que se declaran tranquilamente ateos. Lo he escuchado con mis oídos.

Y nosotros nos “entretenemos” con los inmigrantes, celebramos el quinto aniversario de alguno en Lampedusa, tenemos relaciones ecuménicas que han llevado a la protestantización de la comunidad católica, nos complacemos de los “querámonos” (de palabra) unos a otros, y quien no lo hiciera, ¡sería un fascista! Jesús olvidado, ofendido, ya no predicado, ni siquiera en Pascua y en Navidad, por quien tiene la misión de predicarlo por todas partes.

Podríamos continuar con los ejemplos, que serían infinitos. Humanamente podríamos estar desesperados. Quizá más desesperados que aquellos cristianos católicos del Este europeo, comenzando por Yugoslavia, cuando eran bajo el talón de los comunistas, de los soviéticos, los cuales cristianos católicos se dirigían a la Virgen con esta invocación: “Maria, spes desperantium, ora pro nobis” / María, esperanza de los desesperados, ten piedad de nosotros, ruega por nosotros.

En nuestra situación de post-catolicismo (pero el catolicismo no se supera, no hay otra verdad que supere y trascienda el catolicismo), sólo la Virgen puede hacer algo, puede hacerlo todo. Pero debemos colaborar con Ella, para acelerar, con nuestra oración, nuestra fidelidad a la Tradición católica y nuestras obras, el triunfo de Jesús, de su verdadera Iglesia, guiados y sostenidos por la invocación a Ella: “¡María, esperanza de los desesperados, ocúpate tú, provee tú!”. Esta es la hora de María, pero esta es también nuestra hora. Con Ella nunca estaremos solos, ni mucho menos desesperados.

Candidus

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

 

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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