Fecisti nos ad Te

Nos creaste, Señor, imprimiendo en nosotros el movimiento hacia Ti, por eso nuestro corazón no tiene descanso, si no lo tiene en Ti. (San Agustín. Las Confesiones)

«Al hacernos, nos proyectaste hacia ti”. No recuerdo dónde di con ella, pero ésta es la traducción de la supercelebérrima frase de san Agustín que más me ha impactado. San Agustín no dijo “Nos hiciste para ti, y nuestro corazón no descansa hasta que descanse en ti”. Lo que dijo es mucho más fuerte. Dios no nos hizo para Él, sino que al hacernos, imprimió en nuestro ser la necesidad irrefrenable de ir hacia Él, de manera que forma parte de nuestra naturaleza el tender hacia Dios. Es decir que nosotros no somos un fin de Dios (para Dios), sino que Dios es un fin nuestro: Dios es la finalidad y el objetivo de nuestro movimiento, de nuestro ad (de nuestro “hacia”). Fecisti nos ad te, et irrequietum est cor nostrum donec requiescat in te.

Es una imagen potentísima, a la altura de la increíble genialidad de san Agustín. No está hecho el hombre para estarse quieto. El hombre está hecho para proyectarse, y además con enorme fuerza: bien que lo vemos. ¿Hacia el “progreso”? ¿Hacia la riqueza? ¿Hacia el bienestar? ¿Hacia su apoderamiento y transformación de todo el mundo? ¿Hacia la felicidad? Pues no, no es esa la proyección real del hombre: no se aquietará su corazón por lejos que llegue por esos caminos. El hombre está proyectado (proyecto y proyectil) hacia Dios. Su proyecto es fundirse en Dios: por eso es un proyectil lanzado hacia Dios. Forma parte de la naturaleza del hombre ir hacia Dios.

Que este movimiento nuestro hacia Dios forme parte de nuestra naturaleza, es como que el movimiento vertiginoso de los electrones en torno al núcleo, forme parte del átomo. Sin ese movimiento, ¡no habría átomo! Y sin movimiento hacia Dios, dice san Agustín en esta bellísima frase, no habría hombre.

Toda la biología está plagada de ejemplos de este tipo: el movimiento forma parte de la naturaleza de la propia vida, y de infinidad de elementos que hacen funcionar la vida. Es quizá más entendible esta idea si nos fijamos en la Tierra, en nuestro planeta. No es sólo su masa lo que define a la Tierra, como tampoco nos define a nosotros nuestra masa. Si la Tierra no orbitase en torno al Sol ni girase en torno a sí misma, no es que no sería la Tierra: es que ni tan siquiera sería un planeta, ni menos del sistema solar, que es lo que la hace Tierra. Sería un meteoro a la deriva, un pedrusco (grandote, pero pedrusco) pendiente de chocar con otros meteoros mayores o menores también a la deriva, para ir desmenuzándose hasta convertirse en meteorito, con fragmentos atrapados para ser cola de cualquier cometa, y con otros fragmentos engullidos por cualquier agujero negro. La Tierra es “La Tierra” porque se mueve en el sistema solar, en la órbita en que se mueve y de la forma en que se mueve. El movimiento forma parte de su ser tanto como su masa y la naturaleza de ésta. Si no fuesen éstas sus características precisas, no sería un planeta vivo, ni tendría un papel tan preponderante la vida en la configuración y funcionamiento del planeta.

¿Y el hombre? Jamás hubiese llegado a ser lo que es, si no hubiese sido creado hacia Dios, si no estuviese en la órbita de Dios. Es preciso por tanto que perfilemos nuestra visión del hombre analizando su trayectoria, su recorrido a quo (de dónde venimos) ad quem (adónde vamos): ambos términos perfectamente definidos en nuestra antropología  (que la teología, al fin y al cabo, se entronca en la antropología).

Como ocurre con la Tierra y como ocurre con los electrones, el hombre no se define por su masa, por su mero valor material y materialista como hoy se pretende. Forma parte inseparable de la esencia del hombre, su movimiento. Es muchísimo más importante hacia dónde va el hombre (hacia Dios, dice san Agustín), que qué es el hombre: una brizna de hierba que arrastra el viento, dice Job. Igual que es infinitamente más potente el movimiento del electrón que su masa.

Y vemos con claridad meridiana que cuando el hombre se ha dirigido hacia Dios y se ha dejado atraer por Él, ha ganado en valor y dignidad; mientras que cuando ha cambiado el rumbo alejándose de Dios o yendo directamente contra Él, la humanidad ha decaído, perdiendo lo más noble de su esencia. Mientras Dios tira del hombre hacia arriba, crece el hombre: porque la bondad es su horizonte. Pero cuando la humanidad se deja llevar por su propio peso, por su pura materialidad, se dispara como planeta sin rumbo hacia la nada, hacia su propia destrucción. El bombardeo mediático del lobby LTGB –trans y homosexual- dinamitero no ya de la familia, sino del mismo concepto de ser humano: hombre y mujer. Las violaciones sistemáticas de la libertad religiosa no sólo en Corea del Norte y en China, sino en Barcelona y Hospitalet de Llobregat, por parte de unas autoridades investidas por un derecho quasi divino a gestionar las manifestaciones religiosas de sus pueblos. El reconocimiento como derecho de las mayores perversidades -léase aborto, eutanasia y la adopción por parejas homosexuales-  y la actitud silente y acomplejada por miedosa de aquellos que por su ministerio deberían defender del lobo a sus ovejas, nos lleva a una situación de postración moral que se acentúa cada vez más.

Es ahí donde nos encontramos, en nuestro proceso de destrucción. El Occidente cristiano acometió su propia demolición empezando por la cabeza: su primer empeño es destruir a Dios, arrancarlo de su vida. A partir de ahí, la destrucción total del hombre en que tan empeñados están los grandes poderes de este mundo, viene rodada. Y una vez destruido el hombre, la única referencia de bien y mal es el Estado. Y no queda ya ningún obstáculo para que el poder se incaute no sólo de tu dinero, sino también de aquello que sólo a Dios pertenece: el alma, el espíritu de un hombre que ha dejado de serlo para convertirse en combustible incinerado en las calderas de un Sistema tiránico e inmoral, por muy democrático que quiera presentarse.

Custodio Ballester Bielsa, pbro.

www.sacerdotesporlavida.es

Padre Custodio Ballester
Padre Custodio Ballesterhttp://www.sacerdotesporlavida.es/
Licenciado en Teología Fundamental-Apologética. Delegado de Sacerdotes por la Vida en España.

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