Homilìa del Cardenal Gerhard Müller en la Adoración Eucarística por la Vida

EUCHARISTIC ADORATION FOR LIFE Rome, May 20, 2022: EUCHARISTIC
ADORATION FOR LIFE in St. Giovanni dei Fiorentini church on the occasion of the
44th anniversary of the approval of law 194 which in 1978 introduced state abortion in
Italy.

 

(ADORACIÓN EUCARÍSTICA POR LA VIDA Roma, 20 de mayo de
2022: ADORACIÓN EUCARÍSTICA POR LA VIDA en la iglesia de San Giovanni dei
Fiorentini con motivo del 44º aniversario de la aprobación de la ley 194 que en 1978
introdujo el aborto estatal en Italia.)
21 Mayo de 2022
Artículo de la Redacción
Por ocasión de la Adoración Eucarística por la Vida que se celebra cada año en la
proximidad de la aprobación de la infame ley 194 que el 22 de mayo de 1978 autorizó
el aborto en Italia, el Eminentísimo Cardenal Gerhard Müller presidió la solemne
ceremonia celebrada en la parroquia romana de San Giovanni dei Fiorentini y
pronunció una breve homilía que reproducimos a continuación.
Recientemente, el Santo Padre mencionó el drástico declive demográfico que amenaza
el futuro de Europa y América, y esto no es una cuestión de mero utilitarismo para que
la economía y el Estado puedan salir adelante con los futuros consumidores, clientes y
contribuyentes. La base de la cuestión es teológica: "El hombre es la única criatura que
Dios ha querido para sí" (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 24), ya que cada ser
humano está predestinado por Dios (en lo que respecta a su existencia actual en la
tierra) "a ser conformado a la imagen de su Hijo, para que sea el primogénito entre
muchos hermanos" (Rm. 8,29). Así, todo ser humano es abrazado por la voluntad
salvífica de Dios desde el primer momento de la concepción hasta el último aliento. Por
lo tanto, cualquier acto de injusticia contra la vida y la seguridad de otro ser humano,
especialmente el asesinato de un niño en el vientre materno (o incluso en el tubo de
ensayo [in vitro] o en la incubadora) es un "crimen despreciable" (Gaudium et spes, 51).
Porque la vida es sagrada y está protegida por Dios mismo, como indica el quinto
mandamiento del Decálogo: "No matarás" (Dt. 5,17).
El ordenamiento jurídico de todas las sociedades y Estados apunta a la convivencia
humana sobre la base de la moral; moralidad significa la orientación de nuestras
acciones hacia el bien, cuyo fundamento es el reconocimiento de la dignidad
fundamental y de los derechos del hombre, inherentes a su naturaleza y garantizados por
Dios. Como seres humanos y cristianos, estamos convencidos de que el hombre físico
real (y no abstractamente teorizado) nunca existe como objeto e instrumento para otra
cosa o para los intereses de otros. Esta es la base de nuestra noción del hombre y el
criterio de toda ética.
Lo opuesto, en cambio, es el punto de partida de todos los crímenes contra la
humanidad y del cínico desprecio por los seres humanos, por lo que un Joseph Stalin

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declaró que los presos del Gulag sólo tenían derecho a la vida mientras fueran útiles
para la construcción del Canal del Mar Blanco. Heinrich Himmler, comandante de las
infames SS, dijo de su jefe Hitler que le interesaba "la vida de mil mujeres rusas hasta
que terminaran de cavar una zanja antitanques (armada) para la Wehrmacht". Y estos
son sólo dos ejemplos particularmente drásticos de un abismo de desprecio humano en
las ideologías políticas de tiempos no tan lejanos. Aunque se crea que hay una
superpoblación en nuestro planeta que consume recursos o afecta negativamente al
medio ambiente, no se puede, sin embargo, justificar el asesinato de la vida naciente en
el útero materno sin desenmascararse como un misántropo diabólico. El Papa Francisco,
al que dicen recurrir algunos representantes de la "salud reproductiva" (es decir, del
aborto), también lo dice de un modo muy drástica.
Los materialistas en el poder en los Estados capitalistas occidentales, en las
organizaciones internacionales, e incluso los dictadores comunistas en China y en sus
países aliados, rechazan la doctrina del hombre creado a imagen de Dios porque
absolutamente no creen en Dios como nuestro Creador y Juez. En efecto, pretenden
colocarse en el lugar de Dios y en su tonta arrogancia no son capaces ni siquiera de
vencer al diminuto coronavirus. Alguien dijo recientemente que los oligarcas en Rusia
son mafiosos y en Occidente se autodenominan filántropos, razón por la cual cuidado
con los que se presentan como salvadores de la humanidad, mientras que, sin embargo,
sólo persiguen sus propios intereses.
Mientras millones de personas han caído en la penuria y la pobreza debido a la
crisis pandémica y a las medidas adoptadas para contrarrestarla, al mismo tiempo,
las diez personas más ricas del mundo han podido aumentar su riqueza en cientos
de miles de millones.
La corriente ideológica dominante en la política, la economía y la comunicación piensa
en una perspectiva darwinista-social. Esto significa: los que se imponen en la lucha por
el poder, el dinero y la propaganda tendrían también la ley de su lado, por lo que sólo
los poderosos tendrían el derecho, definido por sus intereses, de determinar quién puede
vivir y quién debe morir. Pretenden determinar qué vida merece vivir y qué vida no
merece ser vivida. Otros incluso la consideran una forma superior de humanidad al
garantizar la vida sólo cuando se nace sano, mientras que debe ser eliminada cuando se
nace enfermo o en la vejez para evitar sufrimientos presentes y futuros. O, en el caso de
los embarazos múltiples, sólo debe sobrevivir el hijo que los padres quieran según sus
necesidades y preferencias; así, China adoptó durante décadas la brutal e inhumana
política del hijo único y obligó a las mujeres a matar a sus propios hijos. Quien piense
según los derechos fundamentales inscriptos en la naturaleza espiritual y moral del
hombre, o quien se remita a la revelación en la Palabra de Dios como criterio último de
la imagen del hombre, nunca podrá encontrar una razón justa para matar a un ser
humano inocente.
Estamos en una "guerra contra los santos" (Ap 13:7), no sólo en la guerra inhumana
contra el pueblo ucraniano, sino también en Occidente, que niega radicalmente sus
raíces cristianas. Detrás de los responsables de todo el sufrimiento se encuentra "la
bestia del abismo", el epítome de la maldad y la impiedad desatada por la lucha a vida o
muerte de los seguidores de Dios y contra Cristo, el Cordero de Dios. Cualquiera que
demuestre una posición provida en Europa o América hoy es insultado, perseguido,
discriminado y excluido. Los jueces del Tribunal Supremo de Estados Unidos que se

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manifiestan en contra del derecho al aborto son amenazados de muerte y la seguridad de
sus familias corre peligro. Las turbas, fomentadas por los medios de comunicación neo-
marxistas, están incendiando iglesias católicas, todo ello en un país que se enorgullece
de la libertad de religión, de expresión y de conciencia. En Alemania, como en toda
Europa, donde se libra una batalla de aniquilación contra la vida, el matrimonio y la
familia, el gobierno permite la publicidad del aborto y castiga a quienes advierten a las
madres frente a las clínicas abortistas del crimen más bárbaro, que es matar a su propio
hijo en el vientre.
No sólo a los creyentes en Cristo, sino también a todos los hombres, se dirigió el
Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral Gaudium et spes, como Carta Magna
pro vita sobre la base de los derechos humanos inalienables: "Todo lo que va en contra
de la vida misma, como todo tipo de homicidio, genocidio, aborto, eutanasia y el propio
suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como la
mutilación, la tortura infligida al cuerpo y a la mente, las restricciones psicológicas;
todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones de vida infrahumanas,
los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, el
mercado de mujeres y jóvenes, o las ignominiosas condiciones laborales por las que se
trata a los trabajadores como meros instrumentos de lucro, y no como personas libres y
responsables: todas estas cosas, y otras similares, son ciertamente vergonzosas. Al
mismo tiempo que estropean la civilización humana, deshonran a los que así se
comportan más aún que a los que las sufren, y lesionan en gran medida el honor del
Creador" (Gaudium et spes, 27).
En esta hora de lucha por la vida y contra la muerte de los no nacidos, por la dignidad
de los enfermos graves, pero también por los que corren el riesgo de suicidarse, cuando
se les quiere convencer de que la muerte (disfrazada de misericordia) es su derecho, se
nos recuerda a los cristianos: "Abre tu boca en favor del mudo, en defensa de todos los
desgraciados" (Prov 31,8).

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