La falta de caridad en los funerales

Seguro que cualquier lector habrá tenido una, o muchas más, experiencias de acudir a Misas de funeral de familiares o seres queridos. Hablo tanto de exequias sin Misa como la propia Misa por el eterno descanso del fallecido. En todos los casos hay un momento preceptivo para el sermón del sacerdote y es en ese momento, la homilía, donde desde hace muchos años (décadas ya) se falta de forma muy sensible a la caridad hacia el alma de aquel por quien se ofrece el sacrificio eucarístico y/o el responso.

¿Es que ya se ha perdido la fe en el purgatorio? ¿Es que ya ha desaparecido la idea de pecado incluso en los sacerdotes? ¿Es que se prioriza la dudosa “empatía” con los asistentes sobre el bien moral hacia el difunto?; son preguntas que surgen de las mismas respuestas que debemos tener la valentía, y la humildad, de reconocer.

Esto sucede de forma habitual: el sacerdote canoniza al difunto desde el minuto uno. Se afirma que YA está en el cielo, que desde la gloria eterna nos observa contento de vernos en esa “reunión” en la que parece se ha convertido la Santa Misa. El sacerdote desarrolla una cantidad enorme de elogios y virtudes del difunto como trabajador, miembro de la comunidad, de su familia, de su patria, de sus relaciones sociales…etc; luego unirá al tópico de que “todos estamos ya destinados a la salvación, hagamos lo que hagamos…”; incluso se atreverá, a veces se hace, en obviar el color morado (el negro casi nunca aparece) para sustituirlo por el blanco de la “evidente” resurrección ya del difunto. Puede que dentro de poco ya hasta se anuncie la resurrección de su cuerpo aunque aún no ha llegado el fin del mundo….al tiempo.

Entonces como efecto inmediato: nadie va a rezar por el eterno descanso de esa alma, nadie va a considerar que esté en el purgatorio (si está en el infierno de nada sirve la Misa) y que todas las oraciones, Misas… suponen  la mayor obra de amor al prójimo (de lo que hoy tanto parece hablarse) al consolar a esa alma en ese estado de purificación que, siendo realistas, es el destino de la inmensa mayoría de las almas que tengan sentencia de salvación ya que nada mínimamente impuro puede entrar en el cielo….¿y quien puede afirmar que su vida esté del todo purificada?…si hasta en revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia tenemos mensajes de almas que pasaron algo por el purgatorio y hoy se veneran como santos canonizados.

Debemos recuperar el sentido sobrenatural y caritativo auténtico. Los elogios, sin son sinceros y no aduladores, deberían hacerse en VIDA de los seres queridos, pero no esperar a que mueran ya que esos elogios NO le aportan NADA en el juicio de Dios. Y lo que si aporta al alma que sufre la purificación son los sufragios, oraciones, rosarios, predicación sobre indulgencias,  Misas (sobre todo): y en ese sentido han de ir las homilías de los sacerdotes, y no en el sentido profano de buscar el lucimiento ante los asistentes y, quien sabe, afianzar la “carrera” eclesiástica en aras a aspirar a cargos, canonjías, mitras o capelos…..y las almas en el purgatorio en soledad y sin sentir el verdadero AMOR de sus familiares, amigos, ni de los que tenemos la gravísima obligación de alentar oraciones por ellos y no regodearnos en elogios del todo vanos.

Padre Ildefonso de Asís
Padre Ildefonso de Asís
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