LOS CINCO TRIBUNALES. A UNO DE ELLOS IRÁS A JUICIO 100% SEGURO

Toda persona es libre para obrar el bien o el mal en su vida. A veces, algunos olvidan que la libertad implica responsabilidad. La conducta de cada uno será juzgada y evaluada por alguno de estos 5 tribunales.

1º. El tribunal de la opinión pública o publicada tan temido por muchos.

2º. El tribunal de la propia conciencia, que nos dice lo que somos y lo que debemos ser.

3º. El tribunal de la confesión o penitencia. Sacramento de la misericordia divina

4º. El tribunal de la autoridad civil.

5º. El tribunal de Dios, ante el cual un día, hemos de comparecer todos los humanos.

Este Tribunal es el más importante, porque de él depende nuestra suerte eterna

– Al tribunal de la opinión pública se le puede, engañar con subterfugios, con hipocresía.

– Al tribunal de la conciencia se le puede desoír, deformar o amordazar.

– Al tribunal de la penitencia, se le puede ignorar, menospreciar y despreciar.

– A los tribunales civiles, se les puede evadir, influir y aún engañar o corromper.

– ¿Al tribunal de Dios? Ante El estaremos solos, sin engaños, sin excusas, sin fraudes, sin defensa. La Sgda. Escritura es clara: “Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo”. “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni secreto que no llegue a conocerse” (Mt12, 36)

La persona de Jesucristo, que durante la vida era manso y misericordioso, si en el momento de la muerte, estamos en pecado mortal, será terrible: “Vete, maldito, al fuego eterno…” Esta fatal sentencia, será repetida públicamente en el Juicio Universal.

Por el contrario ¡qué consolador será el Juicio Final para los justos! Ellos verán la mirada amorosa y misericordiosa de Dios, y escucharán de El la gran sentencia: “Venid, benditos de mi Padre. Heredad el Reino preparado para vosotros antes de la creación del mundo.”

Se impone a toda persona sensata una seria reflexión. Estamos muy a tiempo de rectificar, arrepentirnos y convertirnos. Acordémonos que, cual sea nuestra vida, tal será nuestra muerte, y tal será nuestro Juicio y sentencia final.

Padre Miguel Rivilla San Martín

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