1 de septiembre de 2022
CARLO MARIA VIGANÒ
Arzobispo, nuncio apostólico
A mis venerables hermanos en el episcopado
La Santa Iglesia nos brinda en los gloriosos mártires un ejemplo de virtudes heroicas a imitar, mostrándonos cómo asiste la gracia de Dios a quienes lo aman hasta el punto de afrontar tormentos y muerte. Y mientras los malvados se ensañan en vano contra sus cuerpos mortales para atacar sus almas inmortales, los santos triunfan con Cristo precisamente al dar testimonio de la superioridad de la Verdad encarnada sobre el error y la de la Caridad inmolada sobre las seducciones del mundo. La palma del martirio obtiene su savia del leño de la Cruz, y la corona de los mártires resplandece con los rayos del Sacrificio redentor de Nuestro Señor.
Tomemos ejemplo del Πρόδρομος, el Precursor, San Juan Bautista, que no sólo precedió al Divino Maestro anunciando su venida y el Bautismo para la remisión de los pecados, sino también padeciendo la muerte a manos del tetrarca de Galilea Herodes Agripa, a quien había amonestado por el escándalo que daba al pueblo de Israel al acompañarse en público concubinato de Herodías, esposa de Herodes I el Grande. Estos sucesos, documentados por los historiadores, son mencionados en los Evangelios junto con la petición de Salomé a su padrastro de que le diese la cabeza del Bautista. San Ambrosio lo comenta así: «Ab adulteris justus occiditur, et a reis in judicem capitalis sceleris pœna convertitur»: el justo es muerto por los adúlteros, y los culpables condenan a muerte al juez. «Clauduntur lumina non tam mortis necessitate quam horror luxuriæ»: los ojos del Bautista no se cerraron tanto por la muerte como por el horror de la lujuria. «Os aureum illud exsangue, cujus sententiam ferre non poteras, conticescit, et adhuc timetur». Calla muriendo la boca de oro que cuya condena, Herodes, no pudiste soportar y ahora temes.
Queridísimos hermanos: ¿podrá callar vuestra voz ante la legitimación del adulterio? ¿Os haréis cómplices de los que se doblegan ante el espíritu del mundo y rinden pleitesía a los poderosos llegando a admitir en la Mesa eucarística a quienes vulneran los Mandamientos de Dios, desprecian las leyes de la Iglesia y dan escándalo a los fieles? ¿Hasta cuándo seguiréis tolerando que se pisoteen la santidad del Matrimonio y el testimonio de San Juan Bautista? ¿Hasta cuándo seguiréis haciendo caso omiso de las palabras de San Ambrosio, en cuya cátedra se sienta hoy un sucesor suyo que favorece a los concubinarios para hacerse aceptar por los convidados del nuevo Herodes? (ver aquí y aquí.)
El Precursor no vaciló en alzar la voz contra Herodes, y encaró la muerte con el sereno abandono del justo a la voluntad de Dios. ¿Tendréis vosotros miedo a predicar la Palabra, a insistir a tiempo y a destiempo, a reprender, censurar y exhortar con toda paciencia y doctrina (2 Tim..4,2), cuando los errores y engaños de Amoris laetitia se basan en Salomé y no en el precursor y cuando el autor de Amoris laetitia puede en el peor de los casos apartaros de vuestra cátedra por vuestra fidelidad a Cristo? Y si os llevaran a los tribunales, ¿estaríais dispuestos a dejar de proclamar a Cristo, a Cristo crucificado (1 Cor.2,2), para salvar vuestra vida terrena y perder la eterna?
Os exhorto, carísimos hermanos que sois sucesores de los Apóstoles, ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (1 Cor.4,1) a no olvidar que habréis de dar cuenta de haber respaldado las desviaciones doctrinales y morales de quienes abusan de su cargo y su autoridad para sembrar el error, ofender la Majestad de Dios, humillar a la Santa Iglesia y llevar a la perdición a las almas. Os exhorto por las llagas de Cristo: despertad del sopor que os hace cómplices de una traición de la que habréis de responder ante el Justo Juez el día de vuestra muerte. Reparad en que vuestro silencio aleja de la gloria del Cielo las almas que os ha confiado el Pastor Supremo, al cual habrá de responder también aquel que tiene su cátedra en Roma. No hagáis vana la Pasión del Redentor, que derramó su preciosísima Sangre para salvar a los pecadores arrepentidos, no para reafirmarlos en el pecado.
El Señor os pide que guieis su grey, dirigiendo con vuestro báculo las ovejas a los pastos del Cielo. Vuestro destino es acompañarlas con caridad a la gloria eterna para la cual fueron creadas y redimidas, no ir delante de ellas a las llamas del Infierno.
+Carlos Maria Viganò, arzobispo
29 de agosto de 2022
In Decollatione S. Joannis Baptistæ
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)