Riesgo de atentados en Cataluña, nueva base de la jihad

En la región autónoma de Cataluña se encuentra una nueva base operativa del terrorismo islámico en Europa. Es lo que revela, con datos en manos, el atento análisis recientemente llevado a cabo por Sœren Kern, senior fellow en el Gatestone Institute de Nueva York.

En Cataluña no solo reside una de las más numerosas comunidades musulmanas de nuestro Continente (cerca del 7% de la población total), sino que también se anidan células de inmigrantes radicalizados, como lo revela un despacho diplomático norteamericano del 2 de octubre de 2007: «No hay duda –se lee– que la región autónoma de Cataluña se ha convertido en una base operativa primaria de actividades terroristas. La autoridad española ha dicho que teme la amenaza, pero que tiene poquísimas informaciones al respecto o una capacidad muy limitada de penetración en esos grupos».

18 pertenecientes a una de estas células -provenientes de Argelia, Egipto, Irak, Libia y Marruecos- fueron arrestados por la Policía el último 15 de enero, porque estaban preparados para realizar atentados en Barcelona y en Igualada: después de ocho meses de investigaciones, un centenar de agentes de «Mozos d’Escuadra» hizo irrupción con un allanamiento en cinco edificios, como parte de una operación denominada «Alejandría», y los capturó.

Eran cinco presuntos jefes de la organización, dividida en dos secciones, una “especializada”, por así decir, en la planificación de atentados y la otra, compuesta por 12 miembros, dedicada a los asaltos y robos, para recoger fondos con los cuales autofinanciarse (al menos 369 tuvieron lugar en los últimos tiempos solo en los alrededores de Barcelona). Según la Policía, para hacer dinero, habrían gestionado también el tráfico de drogas y robado documentos a muchos turistas, para después colocarlos, a disposición de los jihadistas. en el mercado clandestino de las identidades falsificadas,

15 de los 18 jihadistas esposados, aquellos dedicados al robo y a la falsificación, fueron dejados en libertad tres días después del blitz de las fuerzas del orden. No se pudo demostrar su participación en la planificación de los atentados. Otros dos, en cambio, dejaron la cárcel después de haber prometido no abandonar España.

El nivel de atención en Barcelona es máximo desde el mes de agosto de hace dos años, cuando, la tristemente infame Younes Abouyaaqoub, con solo 22 miembros y otras 10 personas, de una célula islámica con base en la misma Cataluña, hizo una masacre de peatones en Las Ramblas, atropellándolos con una furgoneta, pocas horas antes que otro vehículo con cinco cómplices a bordo se lanzara contra la multitud en Cambrils, matando a una señora española y dejando muchos heridos sobre el asfalto.

Más aún: el último 18 de diciembre, en una estación de servicio a lo largo de la autopista A7, en los alrededores de Tarragona, fue arrestado un holandés de 29 años, Khalid Makran, jihadista. Cuatro días después, en Matarò, terminó arrestado un marroquino sin techo de 33 años, acusado de estar afiliado al Isis. Había circulado por la mitad de Europa sin documento de identidad. El 23 de diciembre el Departamento de Estado de los Estados Unidos avisó acerca de la eventualidad de un ataque jihadista en Barcelona y en los entornos turísticos durante las fiestas navideñas. La Policía catalana declaró que había investigado a Brahim Lmidi, un marroquino de 30 años, chofer, sospechoso de haber cometido un atentado en la zona con un ómnibus. Apenas liberado se unió a una mesquita salafita en Vilanova i la Geltrú. Es decir, toda la región independentista está ahora bajo vigilancia especial, porque es teatro de movimientos sospechosos por parte de miembros del Isis.

Por lo demás, desde hace mucho tiempo, en las 98 mezquitas salafitas (mitad de las cuales se encuentra en la misma Cataluña) está siendo propuesta una interpretación rígida del Corán, se impide a los adolescentes frecuentar escuelas con aulas mixtas, se ordena a las mujeres vestirse de modo penitencial y se solicita a los creyentes musulmanes una “purificación” de la influencia extranjera.

El triste listado podría continuar con muertes, arrestos, condenas y expulsiones, consumados entre los meses de abril y diciembre últimos. Es que también hay gente que sopla sobre el fuego por motivos electorales: los partidos independentistas promueven la inmigración de los países islámicos cuya lengua materna es el árabe, con la esperanza de que ellos hablen el catalán, antes que el español. Pero son satisfacciones muy débiles y las mismas de hecho arriesgan convertirse en un peligroso boomerang.

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