Salvada por el error de Martín Lutero

Me he estado preguntando por qué la propuesta de Kasper/Amoris Laetitia ha provocado un profundo sentimiento de repugnancia y asco. Esta respuesta ha sido para mí como un golpe en el estómago, y he tratado de entenderla. Hoy creo que lo he descubierto.

Hace muchos años, cuando estudiaba sobre la Fe, llegué a un descubrimiento extraordinario que cambió el rumbo de mi vida para siempre. Yo ya había empezado a tomar en serio la ley moral, pero inmediatamente comencé a escuchar la advertencia de Cristo como una calamidad: «Sed perfectos como mi Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt. 5, 48). Si Jesús requiere tanta perfección absoluta de mí, ¡mis posibilidades de bienaventuranza celestial eran escasas! Estuve cerca de la desesperación y casi abandoné del todo el asunto.

Yo había llegado en ese momento a una mejor comprensión de mis propios pecados, el vasto y aterrador significado cósmico de oponerse a Dios, y tal vez tenía una tenue luz de la perfección inmensa e inimaginable de Dios y del rechazo absoluto de mi propio ser, sumida en el pecado, en comparación. Mi tenue destello de la enormidad de la perfección de Dios inmediatamente convirtió la tarea en totalmente inconcebible. «¿Sed perfectos» de esa manera? Eh. ¡Ni cerca!

Y parecía injusto esperarlo de mí, y desde hace mucho tiempo yo luchaba con este aparente enigma. ¿Cómo puede el Dios perfecto, el que desea perfectamente mi perfecto bien, dar este mandato completamente inalcanzable de llegar a ser perfectos? Desde mi punto de vista, no había solución. Era imposible atribuir a Dios algo que no sea la veracidad total de cualquier cosa, pero el mandato era absurdo.

En medio de esta crisis, (que se prolongó durante más de un año,) me encontré con las enseñanzas de Martín Lutero y sus seguidores, que al enfrentarse con el mismo problema, aparentemente insoluble, emitió un fallo que iba esencialmente en contra de Dios. La naturaleza humana era irremediablemente corrupta de arriba a abajo, y Dios mismo no tiene poder para alterar esta condición. Describieron el alma humana como un montón de estiércol, sobre el que la gracia de Dios cae como una gruesa capa de nieve,  pero que no cambia nada la corrupción subyacente.

Esta doctrina nauseabunda y llanamente malvada, esencialmente nihilista, me enfureció de tal manera que me di cuenta en un instante de que era un insulto, no a mi persona en cuanto a mis defectos, sino a la perfección y el poder infinito de Dios. Mi  gran furia por este insulto me hizo entender al fin lo que la Iglesia siempre ha sostenido: que no es mi poder, sino el poder de Dios el que me va a cambiar para ser una persona «perfecta”. Esta promesa era cierta, y tenía mucho más que ver con Él que conmigo.

Lutero intentó decir que Dios no puede cambiarnos en algo mejor,  criaturas «perfectas», y este insulto no se podía soportar. Dios mismo no sólo puede sino que quiere cambiarme, Él lo ha dicho claramente, y este punto extremo fue la razón por la que fui creada. Y ésta es la razón por la que la propuesta Kasper, y Amoris Laetitia, y todas las obras alegres de Francisco para que seamos más mundanos y  nos interesemos menos en nuestro fin último, en el anhelo Cristiano de la Visión Beatífica, son tan deprimentes, tan desalentadoras y tan desagradables.

Yo estaba indignada con la propuesta de Lutero, de que no podemos cambiar, principalmente porque denigra a Dios. Mi deseo de ser una persona completamente diferente sólo puede ser cumplido por la gracia divina. Y allí estaba aquel horrible hombre sapo diciéndole a Dios que esto era imposible.

La solución de Kasper/Francisco al problema que yo tuve cuando estaba trabajando en hallar una respuesta a esto, que casi me deshizo, es la misma que la solución de Lutero: dese por vencido. Renuncie. Tiene razón, es imposible, por lo que no debería en realidad ni molestarse en intentar cambiar. En esencia dicen que Dios es un mentiroso, Él no te ama con un amor perfecto y transformador, no tiene intención de cambiarte porque Él no tiene poder de cambiarte. Mejor fije sus expectativas a un nivel más bajo.
El gran secreto de la Fe Católica es que tiene la intención de cambiarlo radicalmente, es decir, la raíz y ramas, en algo nuevo, algo que el mundo no había visto hasta que Cristo se hizo hombre y lo hizo posible. El mandato de «sed perfectos» a ese grado infinito no pretende ser una condena o un consejo para la desesperación, como si fuera posible imaginar que Cristo diría semejante cosa.

La lógica de mi descubrimiento era simple y se basa en la primera noción de que Cristo era incapaz de toda falsedad, incapaz de maldad. Por lo tanto, todo lo que Él nos dijo que hiciéramos, tenía que ser algo posible de realizar. Pero, sabiendo lo que era, una pecadora incapaz de escalar del lodo de mis propios pecados, entendí finalmente que algo completamente sin precedentes, algo totalmente extraordinario, se requería.

Ésta es la lógica que Kasper y Francisco, después de Lutero, parecen no estar dispuestos a enfrentar. No sé por qué se niegan a considerar este resultado simple y lógico. Tal vez simplemente no creen en Dios, o que Dios los ama, o que Él tiene el poder para ayudar. Pero la lógica no puede ser ignorada: o Dios es un mentiroso, o Él puede hacer lo que yo no puedo. Y la respuesta es obvia.

Con este documento, Francisco está proponiendo que Dios es un mentiroso, y en vez de la Unión Transformadora, en lugar de la «divinización» y santidad heroica en esta vida, y gloria inimaginable para siempre en la otra vida con el destino previsto para todos los seres humanos sin excepción, tenemos el mensaje de Amoris Laetitia: de ahora en adelante la Iglesia ya no requiere que una persona permanezca en un estado de gracia, porque tal cosa no es posible, no sólo para nosotros, sino para Dios. Los pecados ya no son pecados, el arrepentimiento ya no es necesario y el perdón y la gracia santificante ya no se ofrecen por parte de un Dios que parece no preocuparse mucho por nosotros.

La religión de Kasper y Francisco, y «La Alegría del Amor» es demasiado deprimente para mí. Creo que voy a perseverar en ser católica.

Hillary White

[Traducción de Cecilia González Paredes. Artículo original]

Hilary White
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