Alejamiento de la Tradición: comentarios sobre Nostra Aetate y los mahometanos

Jean Delacroix|One Peter Five

El 28 de octubre de 1965 el papa Pablo VI promulgó la declaración Nostra Aetate. El documento trata sobre la relación de la Iglesia Católica con otras religiones. En los cinco apartados de dicha declaración hay numerosas afirmaciones que ameritan un riguroso cotejo con la Tradición católica. Entre las que causan más perplejidad están las del apartado 3, que se refiere a los musulmanes.

Los Padres del Concilio afirman en el mencionado documento que [1] los musulmanes adoran al Dios único, veneran a Jesús, honran a la Virgen María y aprecian la vida moral. Veamos la primera parte de dicha sección:

«La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian además el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno«. [2]

Ahora bien, ¿están justificadas las afirmaciones de Pablo VI? ¿Adoran los musulmanes a la Santísima Trinidad? ¿Es cierto que honran a Jesús y a María? ¿De verdad aprecian los musulmanes un auténtica vida moral? Según San Juan Bosco y el Corán, la ideología y conducta de los mahometanos contradice lo afirmado por el papa Montini.

Primera afirmación: los musulmanes adoran al Dios único

En la segunda frase del apartado 3, los Padres del Concilio afirman que los musulmanes adoran al Dios único. Todo católico sabe que el único Dios verdadero es la Santísima Trinidad. Fue la Santísima Trinidad –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo– quien creó a los ángeles y al hombre de la nada. La Santísima Trinidad es quien infunde vida a toda persona sobre la faz de la Tierra. La Santísima Trinidad es la Majestad divina e infinita, la Deidad misma. Si es cierto que los musulmanes adoran al Dios único, jamás despreciarán a la Santísima Trinidad.

Pero a pesar de lo que declara Nostra Aetate, los musulmanes blasfeman gravemente contra la Santísima Trinidad. Rechazan la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo. Vituperan la esencia de Dios. Los mahometanos niegan que el único Dios verdadero sean tres personas distintas y una sola sustancia. En vez de entonar himnos en alabanza a la Trinidad, consideran el concepto como algo escatológico (y nos referimos al sentido teológico de la palabra, sino al otro).

Es imposible glorificar a Dios cuando se trata su esencia con tanta vileza. Un musulmán cualquiera puede pensar subjetivamente que hace algo bueno, pero objetivamente es un blasfemo subyugado por una fe errónea. Condenar la Santísima Trinidad no es adorar a Dios, sino negarlo.

Segunda afirmación: los musulmanes veneran a Jesús

La afirmación del Concilio sobre la actitud de los mahometanos para con Jesús y María es un intento de dar cierta medida de respetabilidad a algo verdaderamente terrible. Leamos la cita de nuevo:

«Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente«.

¿Acaso es posible venerar a Jesús mientras se niegan su divina naturaleza, pasión, muerte, resurrección y ascensión? Demos un breve repaso a la pasión y muerte de Jesús, y a la postura de los musulmanes respecto a ellas, antes de retomar la cuestión.

De acuerdo con una revelación privada, Jesús fue golpeado con tanta brutalidad por los romanos que no quedó un punto sano en su cuerpo que no hubiera recibido azotes. Camino del Calvario, lo golpearon en la cabeza y en el cuello, y un individuo le dio un puñetazo tan fuerte en la cara que la Bienaventurada Virgen María lo recordaba claramente en una conversación con Santa Brígida [4]. Mientras pendía de la cruz, a Jesús se le veían la piel y los músculos desgarrados con tanta violencia que se podían contar todos sus huesos uno por uno. Tenía las muñecas y los codos dislocados, y las costillas asomaban a través de la piel desgarrada [5]. La conducta de Jesús no merecía semejante tormento, porque nunca había pecado, siendo Él mismo la perfección absoluta. Por el contrario, soportó de buen grado indescriptibles suplicios a fin de redimir a la humanidad para que esta tuviera oportunidad de llegar al Cielo.

Los mahometanos sostienen que Jesús nunca fue crucificado. Siguen a Mahoma, que afirmaba ser mayor que Jesucristo [6]. Quienquiera que exalte a un impostor por encima del Cordero de Dios vulnera el Primer Mandamiento.

Reiteramos que, aunque un musulmán crea subjetivamente que glorifica a Jesús, objetivamente lo que hace es rechazar a su Creador y ensalzar a un falso profeta. Proclamar que Jesús no es Dios sino un mero hombre es una de las mayores irreverencias que se puedan cometer.

Tercera afirmación: los musulmanes honran a María

Por lo que se refiere a la Santísima Virgen, con los musulmanes pasa lo mismo que dijimos con respecto a Jesús: ¿es posible honrar a la Virgen rechazando su Inmaculada Concepción, su Asunción, su condición de Reina y el parto virginal del Hijo de Dios? La Inmaculada Concepción y la Asunción fueron definidas con carácter dogmático por los pontífices Pío IX y Pío XII respectivamente. Son dogmas de cuya realidad tenemos plena certeza: la Santísima Virgen tuvo, objetivamente, una concepción inmaculada y fue asunta al Cielo. Nadie que niegue la Inmaculada Concepción y la Asunción cree que fue protegida de todo pecado y que accedió gloriosamente a la eterna bienaventuranza. ¿Cómo la pueda honrar quien tenga esa actitud? Si tenemos en cuenta que los seguidores de Mahoma repudian la virginidad de María y rechazan que pueda ser Madre de Dios, salta a la vista el concepto tan erróneo y nada honroso que tienen de Ella.

Cuarta afirmación: los musulmanes aprecian la vida moral y honran a Dios

En la penúltima frase del tercer apartado de Nostra Aetate, los Padres del Concilio declaran: «Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios, sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno» [7].

Esta declaración de Pablo VI está en claro contraste con los santos escritos de San Juan Bosco. En su ensayo Il católico istruito nell sua religione, publicado en 1853, Don Bosco expone en una especie de catecismo una conversación entre un padre y su hijo respondiendo a las preguntas que éste le hace sobre la religión mhometana. En esta obra, Don Bosco afirma (el destacado es nuestro):

«Padre: La religión de Mahoma consiste en una colección de máximas tomadas de varias religiones, las cuales al ser practicadas llegan a destruir cualquier principio de moralidad. […] El Corán contiene una serie de errores a cual más inmensos contra la moral y contra el culto del verdadero Dios «[8].

Aproximadamente cien años antes de que se convocara el Concilio Vaticano II, San Juan Bosco condenaba la afirmación de que el Corán promueve la moral o enseña a adorar como es debido al único Dios verdadero (tampoco es el único santo que lo ha hecho). El libro sagrado de los musulmanes fomenta una vida licenciosa y cifra toda felicidad en los placeres sensuales [9]. Niega la indisolubilidad del matrimonio y promueve la fornicación. Exime de pecado a quienes niegan a Dios por miedo a la muerte, permite la venganza y garantiza a sus seguidores un paraíso lleno de puros placeres terrenales [10]. Es un texto que se opone diametralmente a las enseñanzas de Cristo. Todo el que sigue devotamente el Corán abandona la vida moral, blasfema contra Dios y lleva una vida de gran perversidad.

Las afirmaciones no se sostienen

Los errores de Nostra Aetate se ponen de manifiesto por el principio de no contradicción. Según el principio semántico de este principio aristotélico, dos afirmaciones contrarias no pueden ser ciertas a la vez.

No es posible que tanto Pablo VI como Don Bosco tengan razón. Uno no puede menos que estar en lo cierto y el otro en el error. Teniendo en cuenta la notoria santidad de San Juan Bosco y que el Corán fomenta la blasfemia, la fornicación y otros males, no puedo menos que decir que lo que afirma Don Bosco es cierto y el papa Pablo VI yerra. Y lo mismo se puede decir de las tres primeras afirmaciones. Es imposible adorar a la Santísima Trinidad y al mismo tiempo blasfemar de Ella. No es posible venerar a Jesús y al mismo tiempo profesar que no es Dios sino un hombre como tantos. Y tampoco es posible honrar a la Santísima Virgen mientras se niegan su virginidad y su condición de Madre de Dios y Reina del Cielo.

Después de leer el texto de San Juan Bosco y analizar las patentes falsedades del Corán, no puedo en conciencia decir que Nostra Aetate se ajusta a las enseñanzas católicas sobre la religión musulmana.

Notas:

[1] Empleo esta expresión en un sentido general. Al decir «los Padres del Concilio» no me refiero a todos los que estaban presentes en la asamblea, sino a los que firmaron a favor de Nostra Aetate. 2 221 votaron a favor del documento, y 88 lo hicieron en contra (según America Magazine).

[2] Nostra Aetate, apartado 3
[3] Nostra Aetate, apartado 3

[4] Revelaciones de Santa Brígida de Suecia, libro 1, capítulo 10

[5] Beata Ana Catalina Emmerick, La dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, 50

[6] San Juan Bosco, Conversación XIII, Il cattolico istruito nella sua religione, Turín 1853.

[7] Nostra Aetate, apartado 3

[8] San Juan Bosco, Conversacón XIII

[9] Íbid.
[10] Íbid.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada para Adelante la Fe)

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